El segundo volumen de Locos, excéntricos y marginales en
las literaturas latinoamericanas (Poitiers, 1999) incluye ensayos cuyos
títulos infieren nuevos sinónimos para la escritura secreta: heterodoxia,
margen, rareza, periferia, locura benigna. ¿Locos, excéntricos, marginales o
todo junto? Algunos de los autores estudiados son João Guimarães Rosa, Alejandra
Pizarnik, Enrique Lihn, Pablo de Rokha, Mario Vargas Llosa, José Lezama Lima, José
Revueltas, Augusto Monterroso, Lillian Hellman, Clarice Lispector o Leopoldo Marechal.
Estos autores son o no son marginales, de acuerdo a como se
les quiera ver. Todo depende, pues, de la carga de significado que se dé a las
palabras. Hasta Borges podría llamarse marginal; incluso a Miguel Ángel
Asturias o a Agustín Yáñez se les podría calificar como excéntricos;
también, si se quisiera, podría colocarse a cualquiera de
ellos en el rubro de la locura. Al término de estos vastos volúmenes, el lector
ya no puede dejar de ver alguna forma de rareza en cualquier escritor, en
cualquier ser humano. Y quizás no le falte razón, pero casi puede asegurarse
que no era ese el propósito de Locos, excéntricos y marginales en las
literaturas latinoamericanas. De manera involuntaria o no, estos volúmenes
meten a los escritores en la misma nave de los locos y la ponen a “navegar
alrededor” de la literatura “seria”.
Ya la frase “navegar alrededor”
revela que la gran ganadora es esta literatura seria (confiable, sensata, dotada
de autoridad) que, en comparación con locura,
excentricidad y marginalidad, se vuelve sinónimo de una cordura y una
centralidad que sólo piden para ella quienes necesitan que desempeñe las
funciones de una institución.
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