La gran marea. |
En La gran marea,
el día es una representación de la noche y la noche una enmarcación para el
día. Entre las nubes, los cascabeles casi invisibles cumplen el mismo papel que
las piedras nocturnas que parecen imantadas por el cuadro dentro del cuadro.
(Piedras-pájaro, como sugieren las dos que se han posado en la parte superior
del marco.)
En un óleo
temprano, La casa que arde (1925), podría
acaso rastrearse la primera intuición de El
imperio de las luces.
Nocturno (La casa que arde), 1925. |
Como en La gran marea,
la contraposición se da entre una pintura y la realidad que la rodea. La casa
arde a mitad de la noche más cerrada, lo que ofrece un dramático contraste con
la potencia lumínica del fuego. Pero bien podría entenderse esta metáfora como
el día-incendio que brota en la tiniebla. Un pájaro, del mismo color que la
cortina, une a los universos: parece haber encontrado este umbral para huir de
la noche a un día que la contiene. O bien, el día (la luz) como un incendio a mitad
de la noche cósmica.
Otro óleo
de la primera etapa de Magritte presenta asimismo antecedentes: en Los músculos del cielo, el día y la
noche podrían estarse desgarrando uno a otro en un irresoluble juego de
superposiciones.
Los músculos del cielo, 1927. |
En el mural El dominio
encantado (Casino Knokke, 1953), además de incluir los elementos esenciales
de El imperio de las luces, en otro
segmento Magritte dibuja un paisaje diurno a la orilla del mar. Una enorme
puerta colocada ante el cielo se abre: el cielo que se ve a través de este
umbral es el mismo (véase la concordancia en la línea del horizonte), pero
pertenece a la noche. La puerta (cuyo gradual cambio de color sugiere que brota
de la arena y se “azulea” con el cielo) cuestiona no sólo las escalas sino las
convenciones de realidad (podría tratarse de un muro decorado con nubes). Del
mismo modo lo hace el candelero con la vela, cuya llama, o bien coincide con la
luna creciente debido al punto de vista, o bien es la luna creciente.
El dominio encantado, Casino Knokke-Le-Zoute, 1953. Abajo: detalle. |
El día es una puerta que puede abrirse, un umbral al que atraviesa
el horizonte, un tótem lunar cuya luz se expresa como un artista y crea el día.
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