DGD: Morfograma 72, 2019. |
La resistencia al cambio
Los
consensos son estériles
En su vida diaria, el ser humano pasa de un
campo mórfico a otro: familiar, escolar, de trabajo, de reunión, de barrio,
local, nacional, y no los ve porque están presentes todo el tiempo,
influyéndose unos a otros, cada uno con sus propios recuerdos, tradiciones,
mitologías, patrones y consensos. Esta última palabra se impone una y otra vez
en lugar de “leyes”. En The Structure of Scientific Revolutions (1965),
Thomas S. Kuhn señala que los consensos de grupo nacen cuando hay un acuerdo
sobre cómo resolver los más frecuentes problemas; estos consensos particulares
se van sumando e integrando en uno solo a medida que el grupo enfrenta problemas
mayores y más intrincados, hasta un momento en que ese macro-consenso se vuelve
el sustento mismo del grupo, no sólo aquel que lo cohesiona como tal sino el
que le da sentido: es su propio paradigma, que incluye su particular definición
de la realidad. Mas, como Lyotard lo dice con todas sus letras, los consensos
son estériles: sólo la disensión es creativa (La condition postmoderne,
1979). Cada grupo es, por naturaleza, conservador, al menos en el sentido de
que su forma de perduración está impresa en su misma esencia.
La
principal crítica de Kuhn se dirige, desde luego, a la comunidad científica y
su resistencia a los “cambios de paradigma” (paradigm shift), es decir,
a la innumerable serie de barreras que una nueva teoría debe vencer para que esa
comunidad le otorgue una aceptación generalizada y al considerable tiempo que
lleva vencer esa ciega oposición. Esta mecánica se revela con cruda veracidad
en una frase atribuida al físico Max Planck: “Rara vez una innovación
científica importante se hace camino por medio de ganarse gradualmente a sus
oponentes y convertirlos. Lo que sucede es que sus oponentes gradualmente van
muriendo”.
De
manera curiosa, el tradicional “enemigo” de la ciencia, la religión, cabe
perfectamente en esa misma mecánica. Cabe también, de un modo u otro, cualquier
grupo o conjunto. Revolución significa cambio total de paradigma (un ejemplo es
el monumental cambio del mundo de Ptolomeo al de Copérnico) y, para Kuhn, es lo
único que hace avanzar a la “ciencia normal”. La escritora Elaine Myers ha
relacionado la historia de los cien monos con la teoría de Kuhn, en tanto se
trata de una representación de las dificultades por las que debe atravesar un
cambio de paradigma:
Los puntos de vista realmente innovadores tienden a
provenir de quienes se hallan entre la juventud y la adultez. Las viejas
generaciones continúan adhiriéndose a la visión del mundo con la cual
crecieron. La nueva idea no se vuelve universal sino hasta que la vieja
generación se retira del poder y la nueva generación madura dentro del nuevo
punto de vista. Es también un ejemplo de cómo las simples innovaciones pueden
llevar a un mayor cambio cultural. Al usar agua en relación con la comida, los
monos de la isla Koshima comenzaron a explotar el mar como fuente en su
ambiente. Lavar los tomates dulces los llevó a lavar el trigo, y luego a
bañarse y nadar, así como a la utilización de plantas y animales marinos para
su alimentación.
¿Qué dice esto
acerca de los campos morfogenéticos y el inconsciente colectivo? No mucho. Debe
haber ciertamente una “masa crítica” requerida para cambiar a un nuevo
comportamiento desde una frágil idiosincracia personal y que se vuelva una
alternativa bien establecida, pero crear una nueva opción no desplaza
automáticamente a las viejas alternativas. Sólo ofrece más opciones. Sin
embargo, lo que la investigación sugiere es que las ideas positivas no son
suficientes para cambiar el mundo por sí mismas: todavía necesitamos
comunicación directa entre los individuos, traducir nuestras ideas en acciones
y reconocer la libertad de elección de aquellos que eligen alternativas
diferentes a las nuestras. [“The Hundredth Monkey Revisited”, 1985.]
Myers no sólo considera que la fábula de los
cien monos está basada en datos reales, sino que inventa (o co-crea)
algunos de ellos: en su versión, los monos lavan el trigo, se bañan y nadan, se
alimentan de plantas y animales marinos. Es el modo en que la necesidad
mítica detrás de la fábula de los monos se va perfeccionando al
transmitirse; es la manera en que los mitos se depuran a cada transmisión oral,
algo comparable a la creación colectiva de una forma lingüística que se fuera
decantando hasta hacerse digna de un contenido eminente.
Necesidad
mítica y labilidad
En la compleja trama de la fábula se conectan
también las investigaciones del parapsicólogo William Braud, que llama
“labilidad” a la característica de sistemas y procesos capaces de variar más
fácilmente, es decir que son más fluidos que rígidos, más fluctuantes que
estables, más sujetos al azar que al orden. Entre los polos
racional-irracional, habrá mayor labilidad a medida que sistemas y procesos se
acercan a este último polo. La razón resiste el cambio, o mejor dicho, es
la resistencia misma.
En
el mismo sendero pueden ubicarse los estudios del antropólogo Victor Turner
sobre los ritos de pasaje en culturas indígenas (The Ritual Process,
1995); tales ritos señalan periodos de transición, por ejemplo entre la niñez y
la edad adulta (o entre la vida y la muerte). Cuando una tribu realiza este rito
en torno a un adolescente, no sólo lo ayuda a entender el gran cambio
fisiológico de la adolescencia, sino que da a este cambio un sentido sagrado.
Turner extiende esto a lo colectivo: en ciertos momentos, una sociedad pasa por
transiciones en que se suspenden temporalmente los estatus, roles, conductas y
relaciones fundamentales para ese grupo, lo que causa una eliminación
provisional de la “estructura”. Turner llama a tales transiciones “liminales” o
“antiestructurales”. En tiempos liminales puede suceder que por causas externas
lo rígido se vuelve fluido, es decir, que aumente el porcentaje de labilidad,
antes larvaria y minoritaria. En estos interregnos se suspenden los cimientos
racionales y lo liminal se vuelve propicio a las conexiones, a los cambios y a
todo aquello a lo que esa sociedad era tradicionalmente refractaria. Pasa con
estos grupos lo que con los individuos en estados de sorpresa o emergencia: sus
defensas bajan y se vuelven temporalmente más susceptibles a lo incierto, a lo
“irracional”, es decir al misterio.
También
el sociólogo Max Weber y su idea de “racionalización” se integran en esta
Figura; para Weber (The Sociology of Religion, 1963), durante miles de
años el pensamiento racional se ha ido imponiendo más y más en la organización
de las sociedades hasta llegar a un fundamentalismo de la razón que elimina, de
entrada, a toda alternativa. En la antigüedad, el orden era impuesto por jefes
tribales con poder centralizado en sus personas; más tarde, la autoridad se
volvió feudal y el poder más difuso y distribuido. En el mundo contemporáneo las
que detentan el poder son las burocracias (incluidos en este rubro desde
aparatos administrativos hasta corporaciones), un poder que es impersonal y
está codificado en leyes, reglas y normas. La rigidez consecuente (y creciente)
dio origen a lo que Weber llama “la jaula de hierro de la modernidad”: el
férreo orden, la inmutable estructura y la rutinización de la vida moderna que
no es sólo resistente a los cambios, sino a la más mínima variante del camino
instituido; en su ansia de perduración se llega al extremo de rutinizar los
modos de romper la rutina, es decir, de prever y controlar las aparentes
rupturas del orden. Para Weber, la crisis del mundo moderno se basa, pues, en
el desencanto.[1] Y no puede eludirse
el hecho de que Academe es una fuerza primaria de la racionalización.
Alfred
Whitehead da un ejemplo de resistencia al cambio:
Las prósperas clases medias que dominaron el siglo XIX
dieron un valor excesivo a la placidez de la existencia; se rehusaron a
enfrentar las necesidades de la reforma social impuestas por el nuevo sistema
industrial, así como en el presente se rehúsan a enfrentar las necesidades de
la reforma intelectual impuestas por el nuevo conocimiento. [...] El pesimismo
de las clases medias hacia el futuro del mundo proviene de una confusión entre
civilización y seguridad. En el futuro inmediato habrá menos seguridad que en
el pasado inmediato, menos estabilidad. Debe admitirse que existe un grado de
inestabilidad que es inconsistente con la civilización. Pero, en general, las
grandes épocas han sido inestables. [Science
and the Modern World, 1925.]
*
Nota
[1] En Max
Weber and Postmodern Theory: Rationalisation Versus Re-enchantment (2002),
Nicholas Gane contrasta las severas nociones de racionalización y desencanto de
Weber con las críticas de la modernidad emprendidas por Lyotard, Foucault y
Baudrillard. Según Gane, estos tres escritores, más o menos asociados con el
post-estructuralismo y la posmodernidad, “persiguen imaginativas estrategias de
afirmación y re-encantamiento del mundo moderno”.
Libros
citados
Myers, Elaine: “The Hundredth Monkey Revisited: Going Back to the Original Sources Puts
a New Light on this Popular Story”, en In
Context, n. 9, Langley (Washington), primavera de 1985.
Turner,
Victor Witter: The Ritual Process:
Structure and Anti-Structure, Aldine de Gruyter (Lewis Henry Morgan
Lectures), Nueva York-Berlín, 1995.
Weber,
Max: The Sociology of Religion,
Beacon Press, Boston, 1963. [Ensayos
sobre sociología de la religión, 3 vols., Aguilar, Madrid, 1999.]
Whitehead,
Alfred North: Science and the Modern
World, Macmillan, Nueva York, 1925; Free Press, Nueva York, 1997.
Gane,
Nicholas: Max Weber and Postmodern
Theory: Rationalisation Versus Re-enchantment, Palgrave Macmillan, Nueva
York, 2002.