lunes, 28 de abril de 2025

Miguel Hernández: el rayo que no cesa

 

DGD: Postales, 2022-2023.

 

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Miguel Hernández: el rayo que no cesa

 

[La obra del poeta español Miguel Hernández Gilabert (1910-1942) podría emplear como divisa el título de uno de los libros que la componen: El rayo que no cesa. En su homenaje a Hernández, Pablo Neruda hizo una transcripción óptima cuando lo llamó “arcángel de una gloria terrestre que cayó en la noche armado con la espada de la luz”. Otra entrañable traducción se encuentra en Jorge Guillén: “Era el don de sí mismo / con arranque inocente, / la generosidad / por exigencia y pulso / de aquel ser, criatura / de fuego —si no barro, / o ya vidrio con luz que lo traspasa”. El breve y doloroso camino biográfico de Miguel Hernández se refleja en el célebre terceto en el que este poeta enfrenta su vocación: “Como el toro me crezco en el castigo, / la lengua en corazón tengo bañada / y llevo al cuello un vendaval sonoro” (El rayo que no cesa). De ahí la declaración de principios: “No, no hay cárcel para el hombre. / No podrán atarme, no. / Este mundo de cadenas / me es pequeño y exterior” (Cancionero y romancero de ausencias). El poeta lo sabe todo, comenzando por el rostro del futuro: “Ya sé que en esos sitios tiritará mañana / mi corazón helado en varios tomos”. Porque lo que le importa es el presente intemporal: “Agredimos al tiempo con la feliz cigarra, / con el terrestre sueño que alentamos” (El hombre acecha). Hernández es el poeta amoroso por excelencia, por desnudez, por exactitud: “Cuando más se miraban más se hallaban: más hondos / se veían, más lejos, más en uno fundidos. / El corazón se puso, y el mundo, más redondos”; “Es tu risa la espada / más victoriosa”; “Ser de vuelo tan alto, / tan extendido, / que tu carne es el cielo / recién nacido” (Últimos poemas). Y, desde luego, el legado de Miguel Hernández, su enseñanza ulterior: “Soy una abierta ventana que escucha, / por donde va tenebrosa la vida. / Pero hay un rayo de sol en la lucha / que siempre deja la sombra vencida” (Últimos poemas). (DGD)]

 


 


 


 


 


 

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viernes, 18 de abril de 2025

Aurelio Arturo: la llama tácita

 

DGD: Postales, 2022-2025.

 

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Aurelio Arturo: la llama tácita

 

[El poeta colombiano Aurelio Arturo (1906-1974) publicó un único título, Morada al sur, obra precisa e intensa, y ante todo singular. En el arquetípico primer poema de este libro —que da nombre al conjunto—, el inicio del Cosmos (que no es un inicio) se da en una oscuridad preñada: “Negras estrellas sonreían en la sombra con dientes de oro”. A continuación, sin el dramatismo usual en el paso de la nada al todo: “Después, de entre grandes hojas, salía lento el mundo. / La ancha tierra siempre cubierta con pieles de soles”. El fiat lux se pronuncia a sí mismo... cada día: “Y un ala verde, tímida, levanta toda la llanura”. El último en nacer es el creador de todo: “Yo subí a las montañas, también hechas de sueños, / yo ascendí a las montañas donde un grito / persiste entre las alas de palomas salvajes”. Pero el poema no conoce lugares comunes, paisajes ya visitados, cartografías previsibles: “Y hacia la mitad de mi canto me detuve temblando, / temblando temeroso, con un pie en una cámara / hechizada, y el otro a la orilla del valle / donde hierve la noche estrellada, la noche / que arde vorazmente en una llama tácita”. En este impasse edénico, el otro, el , nace de una costilla que nadie puede tener antes de mirarse realmente a sí mismo: “todo es en mí una desnudez tuya”. Sólo en la oscuridad más impenetrable puede arder todo tal como lo contempla el poeta: “Qué noche de recónditas y graves / sombras de hojas, sombras de tus párpados; / está en la tierra el grito mío, ardiendo, / y quema tu silencio como un labio”. De ahí la llama tácita, puesto que el pavoroso incendio oculta al fuego de alas breves: “Mas si tu cuerpo es tierra donde la sombra crece, / si ya en tus ojos caen sin fin estrellas grandes, / ¿qué encontraré en los valles que rizan alas breves?, / ¿qué lumbre buscaré sin días y sin noches?”. El adjetivo es poderoso: una llama tácita es aquella que no se percibe formalmente sino se intuye: una presencia delatada por su ausencia. Oxímoron, lo llama la retórica, pero cuando un poeta de profundidades usa esta figura, su sentido último no es disfrutar de una categoría literaria, sino alcanzar un atisbo a la realidad integral. (DGD)]

 


 


 


 


 


 

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 [Leer Miguel Hernández: el rayo que no cesa]

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