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r e t r a t o s (e n) (c o n) p o s t a l e s
Aurelio Arturo: la llama tácita
[El poeta colombiano Aurelio Arturo (1906-1974) publicó un único título, Morada al sur, obra precisa e intensa, y ante todo singular. En el arquetípico primer poema de este libro —que da nombre al conjunto—, el inicio del Cosmos (que no es un inicio) se da en una oscuridad preñada: “Negras estrellas sonreían en la sombra con dientes de oro”. A continuación, sin el dramatismo usual en el paso de la nada al todo: “Después, de entre grandes hojas, salía lento el mundo. / La ancha tierra siempre cubierta con pieles de soles”. El fiat lux se pronuncia a sí mismo... cada día: “Y un ala verde, tímida, levanta toda la llanura”. El último en nacer es el creador de todo: “Yo subí a las montañas, también hechas de sueños, / yo ascendí a las montañas donde un grito / persiste entre las alas de palomas salvajes”. Pero el poema no conoce lugares comunes, paisajes ya visitados, cartografías previsibles: “Y hacia la mitad de mi canto me detuve temblando, / temblando temeroso, con un pie en una cámara / hechizada, y el otro a la orilla del valle / donde hierve la noche estrellada, la noche / que arde vorazmente en una llama tácita”. En este impasse edénico, el otro, el tú, nace de una costilla que nadie puede tener antes de mirarse realmente a sí mismo: “todo es en mí una desnudez tuya”. Sólo en la oscuridad más impenetrable puede arder todo tal como lo contempla el poeta: “Qué noche de recónditas y graves / sombras de hojas, sombras de tus párpados; / está en la tierra el grito mío, ardiendo, / y quema tu silencio como un labio”. De ahí la llama tácita, puesto que el pavoroso incendio oculta al fuego de alas breves: “Mas si tu cuerpo es tierra donde la sombra crece, / si ya en tus ojos caen sin fin estrellas grandes, / ¿qué encontraré en los valles que rizan alas breves?, / ¿qué lumbre buscaré sin días y sin noches?”. El adjetivo es poderoso: una llama tácita es aquella que no se percibe formalmente sino se intuye: una presencia delatada por su ausencia. Oxímoron, lo llama la retórica, pero cuando un poeta de profundidades usa esta figura, su sentido último no es disfrutar de una categoría literaria, sino alcanzar un atisbo a la realidad integral. (DGD)]
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[Leer Miguel Hernández: el rayo que no cesa]
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P O S T A L E S / D G D / E N L A C E S
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