domingo, 19 de julio de 2009

Un fragmento de Rosa Blanda

DGD: Textiles-Serie roja 24, 2009
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Las brujas sonríen. Cuando son niñas, árboles, piedras perdidas en los caminos, cualquiera puede pasar al lado de una bruja e ignorarla, pero nadie que vea esa sonrisa quedará intacto. Cuando una bruja es su sonrisa, el mundo entero se detiene, estremecido hasta la médula de los huesos.
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(Sí, digo bruja y a pesar de todo no puedo evitar un rastro de vergüenza, como si hubiera deslizado un ratón en un solemne concurso de felinos. En cuanto a ciertos brincos metálicos parecería inútil haberte conocido: digo “bruja” y es como si en la sopa hubiera caído una mancha de tinta, como si el conserje comenzara a lanzar baldes de agua y a lavar el escenario en pleno concierto sinfónico.)
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Que las brujas asuman cualquier forma es una leyenda veraz pero inexacta: en realidad les resulta muy arduo no ser todas las cosas, y en ello interviene menos la voluntad que la intuición. Tú misma, en la ira o en el abandono, distraída de tu forma, comenzabas a deslavarte, tu cuerpo se deshacía en copos brillantes que se me pegaban a la piel: tocarte era internarse en algodón deshilado, en nostalgias dispersas, en transparencias superpuestas, la otra cara del deseo. Hacerte el amor era obligarte a regresar a la forma, reintegrar esa grieta que se había abierto de pronto en mitad de nuestra cama, por donde asomaban las estrellas.
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[De Rosa Blanda, Ediciones Sin Nombre, col. Los Libros de la Oruga, México, 2009. Distribuidor: Casa Juan Pablos. ventas@casajuanpablos.com. // Página web de Ediciones Sin Nombre: Ana María Jaramillo. anajarami@hotmail.com. Ventas en línea.]
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