viernes, 26 de marzo de 2010

Una entrevista sobre Rosa Blanda

DGD: Serie Rosaceae 6, 2009
*
[Esta entrevista fue publicada en el suplemento cultural de la revista Siempre!, n. 2962, México, marzo 21 de 2010. Puesto que la versión online de la revista ha sido retirada, recupero aquí el texto, reintegrando además los fragmentos que quedaron fuera por requerimientos de espacio. DGD]
*
La bruja y el alquimista
Entrevista con Daniel González Dueñas
*

Mary Carmen Sánchez Ambriz
*
Al revisar la escritura de Daniel González Dueñas, el lector podrá darse cuenta de que es un autor a quien no interesa contar una historia de forma lineal sino grabar imágenes a destiempo. Lo mismo en el ensayo que en el poema, el teatro o la narrativa, González Dueñas ha demostrado que lo suyo es disponer del lenguaje, de una voz metamórfica que se sustenta en una mirada integradora. En el caso de Rosa Blanda, publicada originalmente en el libro colectivo Atanor (1985), no se trata de una novela convencional; acepta que se le describa como un ensayo sobre la memoria o, también, como un prosemario. El proyecto que hace 24 años vislumbró González Dueñas resulta atemporal y enriquecedor en esta nueva versión que circula en Ediciones Sin Nombre. He aquí la historia de cómo nacieron dos personajes tan diferentes y a la vez complementarios, el archivista (materia) y la bruja (esencia).
*
¿Qué representa Rosa Blanda para ti?
*
—Fue mi primera publicación en libro (si exceptuamos alguna experiencia previa que decidí olvidar) y le tengo un enorme cariño por eso. Apareció en 1985 en Atanor, un volumen colectivo de la serie Punto de Partida de la UNAM, serie que entonces dirigía Marco Antonio Campos. Ahora que acaba de aparecer en libro individual por Ediciones Sin Nombre, de algún modo engloba 24 años de carrera y 16 libros individuales. En esta última cifra, Rosa Blanda ocupa a la vez el 0 y el 16, lo cual marca una especie de ciclo interno.
*
¿Cómo fue el proceso inicial de escritura?
*
—Cuando Campos me ofreció publicar ahí, revisé en mis cuadernos y encontré algo que había escrito unos años atrás; era un esbozo para un cuento llamado “Hoy, las brujas”. Comencé a desarrollarlo y en un periodo bastante corto lo entregué a Punto de Partida. Me sorprendió la rapidez y relativa facilidad con que aquella semilla de un par de cuartillas creció hasta la longitud de una novela corta. Quizá se debió al entusiasmo de la posibilidad concreta de una publicación; quizás fue que de pronto tuve la estructura propicia para hablar de una serie de cosas que había vivido, pero sólo ha vuelto a suceder en contadas ocasiones. Por lo general la lucha con los textos implica para mí largas temporadas.
*
¿Cuál es la búsqueda esencial de Rosa Blanda?
*
—Me interesaba ante todo la enorme metáfora de la blandura, opuesta a la dureza. El paradigma científico imperante se basa en definir a la realidad como sinónimo de la materia: lo que no es material resulta “irreal”. Lo explica bien Tomás Segovia: “Para nosotros el rasgo más inmediato de lo real es su resistencia. Por eso lo que la palabra ‘real’ evoca en primer término en casi todos los espíritus es la realidad de los objetos. Real y material llegan a ser sinónimos en el habla vulgar. La materia de la física tradicional es resistencia pura, opacidad impenetrable”. El poder, en cualquiera de sus formas, está siempre defendido: nos parece fatal e inexorable sencillamente porque no nos permite entrar en él. Lo mismo sucede con los individuos: el que es impenetrable y opaco nos parece real como un objeto y le atribuimos “autoridad”, mientras que el que se transparenta y expone nos parece débil, sospechoso, traicionero, y lo “desautorizamos”.
*
El mundo del archivista (el personaje narrador de Rosa Blanda) es así precisamente: monolítico, compacto, seco, ya “resuelto” por la ciencia y la razón, sin misterio alguno, hasta que es roto desde sus raíces por la llegada de la bruja. Ella no le enseña la “irrealidad” sino sencillamente otra forma más legítima, más primigenia de lo real: la blandura, que puede incluir, si así lo quiere, a la dureza, pero sólo como una de las infinitas densidades posibles de la materia (en el concepto “materia” la bruja de mi texto incluye todo, desde el sueño hasta el pensamiento).
*
Mucho se ha especulado sobre si es una novela, un ensayo o un libro de prosa poética. ¿Con cuál género te quedarías y por qué?
*
—Me gusta pensarlo como un prosemario con estructura de novela, pero siempre teniendo claro que esta categorización es funcional: sirve para “situar” genéricamente, pero no es sino eso: algo operativo. En realidad no pertenece a ningún género específico, lo que se nota en la divergencia de opiniones entre los críticos y lectores que ha tenido. El experimento consistió en usar la prosa, que es esencialmente sucesivista, para abordar el territorio de la poesía, que es simultaneidad.
*
Christopher Domínguez ha calificado a Rosa Blanda como una paráfrasis borgesiana y también ha dicho que es la crítica de un cuento de hadas. ¿Compartes su opinión? ¿Qué tanto de crítica a un cuento de hadas puede haber en Rosa Blanda?
*
—Esa frase se debe a una asociación elemental: brujas-cuento de hadas. Según esta lectura, como se habla de brujas, y como eso se hace con una cierta malicia, es decir con una necesidad de tocar ese tema de un modo desacostumbrado, resulta una “crítica”. Si definimos a la crítica como un esfuerzo consciente de analizar, re-categorizar y hasta deconstruir un género o una vertiente literaria, hay crítica en Rosa Blanda, pero no se refiere al cuento de hadas. O, en todo caso, no únicamente a este territorio genérico.
*
Por otro lado, llamar a ese texto una “paráfrasis borgesiana” no es decir demasiado: todos los textos, si somos honestos, son paráfrasis borgesianas. Borges nos inventó a todos en cuanto lectores: lectores, ante todo, de lo real. Su influencia es definitiva en Hispanoamérica (por reducir el territorio al de su idioma originario), incluso en los autores que niegan esa influencia, y sobre todo en los que nunca han leído a Borges. (Es incluso una influencia retroactiva: Borges creó a sus precursores, como él mismo lo atribuyó a Kafka: modificó el pasado.) En ese sentido, por supuesto que Rosa Blanda puede verse como una paráfrasis borgesiana; sin embargo, Christopher lo señala a manera de defecto, como si se tratara de una “influencia mal digerida” (“digerir” significaría saber ocultar las deudas que todos tenemos con Borges). Es otra asociación demasiado categórica: si se habla de conjuntos universales (como la búsqueda de las brujas, que van de elemento en elemento de lo real en busca de un cierto conjuro) y de libros y catálogos (como el Gran Registro), se estaría abordando el terreno de Borges sin disimular ese abordaje.
*
En su texto de presentación del libro, la investigadora académica Ana Alonzo afirma que Rosa Blanda es un homenaje a la ambigüedad. ¿Estás de acuerdo con esto?
*
—Generalmente se define a la ambigüedad en el sentido de que cada elemento de una obra puede significar cualquier cosa de manera arbitraria. Creo que Ana Alonzo se refería más bien a que el enigma es siempre más fructífero que la certeza. La frase “homenaje a la ambigüedad” funciona siempre y cuando no sea “ambigua” en sí misma; en los mejores casos en que esto se ha presentado en la historia del arte, la arbitrariedad es aparente: existe una estructura, sólo que no coincide con los duros andamiajes de la razón y la lógica. Es eso lo que hace tan fascinantes a obras como la de Luis Buñuel: su insobornable respeto al misterio.
*
Durante el proceso de la escritura de Rosa Blanda (en el más o menos breve periodo en que “germinó” aquella semilla inicial), era para mí un texto perfectamente unívoco, sin ambivalencias. Desde luego que esto debe ser explicado, y es bastante difícil hacerlo, porque a la vez sabía que cada elemento y cada acción que se mencionan eran, como en todo discurso literario, susceptibles de una pluralidad de lecturas. Digamos que para ser fiel a aquella intuición originaria, debía desentenderme de toda ambigüedad: sólo así ésta permanecería en el texto y sería fecunda.
*
En todo mi trabajo hay una absoluta desconfianza hacia las definiciones unívocas y excluyentes, que son las seguridades en las que se basa todo el edificio de la civilización. En una novela fundamental, La mano izquierda de la oscuridad de Ursula K. Le Guin, un personaje dice: “Lo desconocido, lo imprevisto, lo indemostrable, eso es el fundamento de la vida. La ignorancia es la base del pensamiento. Lo indemostrable es la base de la acción. Si se demostrara que no hay Dios, desaparecerían las religiones. Pero si se demostrara que hay Dios, también desaparecerían”. A su manera, Rosa Blanda podría verse como un homenaje, sí, pero menos a la ambigüedad que al misterio.
*
Al adentrarse en las páginas de Rosa Blanda, el lector podrá entender que el nombre surge de un epígrafe que incluyes, y que proviene de un poema de Alberto Blanco. Sin embargo, comentabas que lo que Blanco hace es tomar el término de Altazor, de Vicente Huidobro. ¿Podrías ampliar esta observación? ¿Por qué no citaste directamente a Huidobro?
*
—El nombre, si somos rigurosos, precede al propio Huidobro: rosa blanda es un término botánico para referirse a un tipo de rosa sin espinas (en inglés se le llama smooth-rose o early wild rose), lo cual, por cierto, me entusiasma a la hora de relacionarlo a posteriori con la última frase del texto: “a mi bruja blanca el lado oscuro la tenía perfectamente sin cuidado”.
*
Ya era, pues, un término establecido cuando Huidobro lo usó en el prefacio a Altazor: “Las llamas de mi poesía secaron los cabellos de la Virgen, / que me dijo gracias y se alejó, sentada sobre su rosa blanda”. El tono festivo de Huidobro en este prefacio incluye por ejemplo el hecho de que la rosa blanda se transforma en un paracaídas. (De hecho, en el canto IV Huidobro sugiere el origen del propio nombre de su poemario inmortal, alt-azor: “Rosa al revés rosa otra vez y rosa y rosa”. Altazor es la alta rosa.)
*
Cuando Blanco recoge esa referencia en el que para mí es el mejor de sus libros (y que además fue el primero), El largo camino hacia Ti, lo hace en un tono menos críptico y coloca a la rosa de Huidobro junto a otras igualmente significativas, y además en esas líneas que coloqué a posteriori como epígrafe hay varias asombrosas coincidencias con Rosa Blanda. Por ejemplo, menciona ciertos elementos que son esenciales en el texto, como los insectos (“Sentada en su rosa blanda, la abeja reina deleita nuestra mirada”) e incluso parecería referirse a las propias brujas (“Hijas del mar, claves de la distancia”) y al Registro mismo (“Un rumor de conversaciones sostiene a las islas al borde de la evaporación”).
*
Los hijos que tuvieron el archivista y la bruja quedan un poco olvidados al final de la historia. Por la forma en que aparecen mencionados se tiene la impresión de que al final el autor decidió restarles jerarquía, porque ya no hay ninguna referencia a ellos. ¿Qué opinas al respecto?
*
—Esto se debió en principio a la restricción de espacio: el texto ya era bastante más largo de lo que se esperaba para un libro colectivo de la serie Punto de Partida. Pero había también una necesidad de la propia estructura narrativa. Ya ante la posibilidad de una re-edición individual no había limitaciones de espacio; podría haber seguido la historia del primer hijo, su infancia y adolescencia, la llegada de sus hermanos, los caminos de cada uno... Sin embargo, todo esto, que podría haber sumado bastantes páginas, implicaba un doble peligro: primero, el de lo repetitivo; luego, el de la riesgosa asociación con las usuales sagas de “familias sui generis”; con eso se habría roto el difícil equilibrio y habría imperado el territorio de la narrativa. Es por esto que toda esa parte sigue resolviéndose como en la primera edición, con una frase escueta: “Así vinieron los hijos y los años”. Era imprescindible centrarse en la historia de los dos protagonistas, y como en ese punto la bruja está ya ausente, entonces colocar el acento en la experiencia personal del archivista a partir de la amnesia y del gradual recuerdo de lo sucedido.
*
¿Existe alguna relación entre Rosa Blanda y tu libro más reciente, Contra el amor, publicado por el Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León?
*
—La relación sería, en principio, sólo temática. Contra el amor es un “fragmentario” que mezcla el ensayo, la crónica, el relato, la prosa y hasta la entrevista en un intento de desarmar el paradigma erótico de Occidente, que está basado (quién puede negarlo) en la rapiña y la inter-devastación. Hay incluso una especie de antología de citas en un esfuerzo de hacer un tapiz de voces, de testimonios provenientes de todos los sexos, géneros y preferencias, cuyo objeto es recontar (así sea de modo muy sintético y meramente representativo) las pesadillas e infiernos amorosos en que todos estamos tan versados. Contra el amor es el primer título de una trilogía a la que he llamado “Historia secreta del deseo”, dedicada a la erótica, la sexología y la teoría de género.
*
¿No habla más bien ese libro, entonces, del desamor?
*
—Es muy oportuna esa pregunta. Solemos definir “desamor” como la ausencia de amor, o como la insatisfacción del deseo, o como el amor cuando se transforma en odio. Pero es en realidad a esto último a lo que la sociedad alude cuando dice “amor”. Esta palabra reaparece en los discursos políticos, narrativos y mediáticos con la misma frecuencia con que la usan los propios amantes, pero tal como se la emplea significa odio. La práctica erótica social, el fenómeno amoroso en conjunto, el paradigma sentimental promovido por todos los media y presente en los monólogos interiores de todos nosotros, es precisamente lo opuesto a lo que dicen las definiciones oficiales del “amor”. (No es una búsqueda del éxtasis sino la capacitación que se da a los miembros de la pareja para que cada uno elija al otro como el verdugo que ha de aniquilarlo.) Es en contra de ese “amor” entre comillas que va este libro, de una manera arriesgada y tentaleante pero no menos violenta que la propia manera en que ese “amor” ha establecido su imperio.
*
***
*
Rosa Blanda, Ediciones Sin Nombre, Col. Los Libros de la Oruga, México, 2009.
Distribuidor: Casa Juan Pablos. ventas@casajuanpablos.com. //
Ana María Jaramillo. anajarami@hotmail.com. Ventas en línea.
*
*

1 comentario:

Anónimo dijo...

Recién leí su obra Rosa Blanda, etoy fascinada con ella, el lenguaje es extraordinario, mágico. Estudié textos de alquimia durante varios años, pero éste supera la belleza incomprendida de`´aquellos. Le gradezco que haya escrito algo tan grandioso, y que su escrito llegue a las grandes masas de lectores. Mucho éxito.
Mariette Salazar