martes, 15 de febrero de 2011

Metáfora: contextos y esquemas

DGD: Paisajes-Serie azul 8 (clonografía), 2001
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Tarde o temprano a todo poeta le es planteada la más difícil de las preguntas de cajón: “¿Qué es la poesía?”. La inmensa variedad de respuestas equivale ya una biblioteca que visita todos los registros: desde la solemnidad académica hasta la autoburla sangrienta, desde el ingenio ingenuo hasta la más o menos hábil remisión que el entrevistado hace a las mejores respuestas que ha leído en esa biblioteca.
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Una vez escuché de cierto poeta norteamericano una de las respuestas más breves: What you got? (literalmente: “¿Qué tienes?”). En principio me pareció un recurso brillante —pero chapucero— para salirse por la tangente; por lo demás, la sonrisa del poeta pareció desarmar al entrevistador y éste pasó a otro tema. Fue hasta algún tiempo después que, en una de esas jugarretas de la memoria, que suele traer a cuento lo menos relacionado con la circunstancia, recordé de pronto esa frase y a la vez vi su propio carácter metafórico. Y es que acaso la pregunta “¿Qué es la poesía?” sólo puede responderse en determinados contextos —fuera de los cuales no es más que retórica hueca— y siempre en relación con determinadas circunstancias.
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Sucedió en el “contexto” de una curiosa experiencia hecha en una escuela de pintura. Como culminación de una intensa experiencia consistente en examinar la gráfica naïf durante todo un año, la coordinadora del taller, Natalia, había pedido a sus alumnos que dibujaran un paisaje de la forma lo más “inocente” posible, lo más despojada de fórmulas mentales pre-existentes, de lugares comunes, de automatismos de la percepción. Más tarde examinó los resultados y me los mostró uno a uno: eran paisajes, la mayoría con ciudades o poblados a la orilla del mar o de ríos. Era obvio que en la mayoría de los casos los dibujantes de habían esforzado por “imitar” a los pintores naïf que habían examinado durante ese año, por medio de romper convencionalmente las leyes de la perspectiva; otros habían optado por “parecerse lo más posible” a la gráfica infantil. Si estas piezas se examinaban con cuidado, casi era posible notar el intelecto que estaba detrás de la “imitación”. La búsqueda de la inocencia podía considerarse triunfante sólo en ciertos fragmentos, en ciertas resoluciones.
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“Este es el único que se acerca”, dijo Natalia, y me mostró un dibujo que a primera vista yo no podía diferenciar demasiado de los otros. Le pregunté qué lo hacía seleccionarlo, y me dijo: “Es simple: es el único que dibujó el horizonte no recto, sino curvo”.
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Era verdad: en todos los demás casos la línea que separaba el cielo del mar era recta, mientras que el autor o autora de este paisaje en particular no sólo había hecho curvo el horizonte, sino cóncavo, es decir que la línea tenía la forma de una “u”. Cuando propuso el ejercicio, Natalia no tenía ideas preconcebidas; no se dijo, por ejemplo “vamos a ver cómo dibujan el horizonte”; no pensó de antemano que esa era la “clave” para saber quién había salido avante en el ejercicio: sólo se la dio la comparación entre los distintos dibujos y, desde luego, un ojo atento, abierto. El contexto daba la clave por sí mismo.
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Era acaso lo que aquel poeta había querido decir con What you got?, algo así como “Dame tu contexto y te daré una respuesta no ajustada a ese contexto en particular sino a su relación con los demás contextos”. Todos los dibujantes, por más que se habían “esforzado” en olvidar prejuicios visuales, esquemas automáticos, leyes de perspectiva, realismo visual, etcétera, habían sucumbido pese a todo a la línea recta como “intrínseca” del horizonte. Sólo uno de los artistas había logrado —acaso sin proponérselo implícitamente— romper ese automatismo, esa idea hecha. Tal vez el poeta norteamericano al que me refiero habría dicho que sólo en ese dibujo era posible reconocer la presencia de la poesía.
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What you got? es también la pregunta “¿Cuáles son tus lugares comunes, los esquemas fijos que manipulan tu percepción del mundo y la dominan, aquellos de los que no puedes escapar aun cuando te propones deshacerte de todos los esquemas?”.
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Es posible imaginar que el resultado de esa experiencia podría ser más enriquecedor para los que dibujaron recto el horizonte, puesto que los haría conscientes de un esquema que no habían sido capaces de identificar y vencer. Por su parte, el autor o autora del dibujo señalado había sido capaz de romper un esquema que sólo se revelaba como tal a la hora de comparar su horizonte con los de los demás dibujos, pero a la vez había cedido a otros esquemas. Por ejemplo, había dibujado las casas cuadradas y dentro de ellas ventanas cuadradas. “¿Alguien ha logrado alguna vez”, pregunté a Natalia, “pintar una ventana con casas en su interior, cuadradas o no?”.
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Quizás cuando pregunté eso, lo que estaba haciendo era prolongar el What you got? Porque una vez asimilado por la percepción, el hallazgo visual de un horizonte curvo —y el enorme sacudimiento perceptual que provocaba— se volvía a su vez lugar común, esquema, susceptible de ser utilizado por alguien que quisiera “imitar” a la gráfica naïf. Tal vez por eso la respuesta a “¿Qué es la poesía?” sólo puede ser otra pregunta operativa del tipo What you got?, porque en cuanto surge una respuesta suficientemente iluminadora, el aparato perceptual —que es parte del aparato racional— la asimila, se adapta a ella y la incorpora como nuevo esquematismo. Muy probablemente a esto también se referían los dadaístas cuando afirmaban que el tiempo de vigencia de una obra vanguardista no debía pasar de cinco minutos.
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Con su lúcida contra-pregunta, aquel poeta estaba acaso aseverando que sólo puede brotar una respuesta por contexto, y que de inmediato hay que desecharla y pasar a otra: usarla dos veces es caer de nuevo en el esquema, es decir en el árbol que oculta al bosque o, en otras palabras, a la respuesta retórica que oculta al verdadero milagro. What you got? es “Dame tu contexto para buscar la excepción, pero una vez encontrada esa excepción, tu racionalidad la volverá confirmación de la regla y será menester encontrar una nueva”.
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Contextos móviles, huida constante del esquema mental preestablecido: acaso la única respuesta posible, siempre móvil, a lo que puede ser la poesía.
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1 comentario:

Unknown dijo...

No sé por qué, cuándo acaban los conceptos empieza a nacer la poesía.
¿Acaso no alcanzan los contenidos a externar lo preciso, lo pertinaz, lo elocuente?
Así creo que nace.

Un abrazo, mi estimado Daniel.