jueves, 26 de octubre de 2023

Tomás Segovia: el cuerpo pensante (2)

DGD: Postales, 2023.

 

 

r e t r a t o s   (e n)   (c o n)   p o s t a l e s

Sobre poesía y poema (1)

Tomás Segovia

 

[Fragmentos extraídos de los cuadernos de notas de Tomás Segovia: El tiempo en los brazos, Ediciones Sin Nombre/Fundación para las Letras Mexicanas, México, 2012-2015; tres tomos. (DGD)]

 

En mi adolescencia aspiraba al Poema con mayúscula, al poema único, es decir al momento único, a ese momento que fuera el más elevado y, por comparación, el único válido de toda una vida. Ahora pienso que no hay que buscar un Uno, sino una unidad; no el momento único, sino la unidad de los momentos. Es la diferencia que hay entre la regla y la armonía, o, trasladado a otro plano, entre un Estado y un país.

            El poema lírico que sepa aceptar esta humildad, que sepa renunciar a la superioridad absoluta del momento que expresa, de la visión que expresa, del aspecto (necesariamente limitado) que expresa, estará en camino, paradójicamente, de alcanzar ese Todo al que aspira. Llevará, aunque esté aislado, aunque sea la única producción de su autor, la huella de su humildad —de su grandeza. Porque no se puede decir todo, pero sí la unidad de todo. Y para ello, previamente, hay que consentir en la existencia de todo. Y el poema que estará más cerca de alcanzar la unidad será aquel que consienta en la existencia de los otros poemas, en la existencia de la realidad (en la existencia de lo que no sea él y aun en la existencia de lo que no sea poesía). Este consentimiento tiene que dejar una huella en el poema.

            En otro plano más profundo, encontramos nuevamente aquí un ascetismo, una renuncia, un franciscanismo. Todo en el arte es grandeza, y la grandeza no es soberbia, sino por el contrario humildad.

            Por lo demás, todo esto son problemas de después de la obra, y nada de ello me interesa en la obra misma, sino los problemas vivos que ella trata. [Noviembre 10 de 1953]

 

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Lo que tiene de religioso la actitud poética es esto: la idea de lo sagrado. De esta actitud hay cientos de pruebas psicológicas. El poema consagra. Lo sagrado es algo que está justificado en última instancia (o tal vez mejor: que no necesita justificación) y con lo cual hay que estar en relación espiritual, re-ligado (re-ligión). Esta distinción es importante: con una cosa sagrada sólo puede entrarse en relación espiritual, nunca en relación mecánica. Este carácter espiritual de lo sagrado lo vincula con el problema de la libertad: de ahí la posibilidad del sacrilegio. Una cosa que no tiene relación con la libertad no puede ser objeto de sacrilegio. [Agosto 11 de 1954]

 

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Si yo escribo un poema sobre el atardecer o sobre mi mujer desnuda, lo que me interesa no es hacer un hermoso poema, sino el atardecer o mi mujer desnuda. Si por un solo instante me interesara más mi poema que lo que en él, por pura ansia de realidad, intento expresar, me parecería haber cometido una especie de suicidio. Este suicidio es el que cometen hoy tantos artistas.

            Higiene espiritual: repetirse todos los días, varias veces, antes de dormirse, que la literatura no es nada, que el arte no es nada, que la poesía no es nada. [Septiembre 5 de 1954]

 

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Cada día siento con más fuerza que la poesía es toda una manera de vivir; pero lo que se trata de vivir es la vida, y hay que cuidarse mucho de no descarriarse, ni en un sentido ni en otro. Creo que cuando sea viejo y mi obra esté cerrada, me gustaría poder decir de mí: he vivido; y de ella: así he vivido. [Septiembre 28 de 1954]

 

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La poesía es la Verdad vivida. [Octubre 18 de 1954]

 

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Lo que la Historia sabe de nosotros será siempre mentira, y precisamente si la poesía es casi la única verdad humana que perdura, es porque perdura al margen de la Historia, porque hace hablar en la Historia a una voz que no es de su reino. La poesía es la rebeldía ante la Historia. [Agosto 13 de 1955]

 

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No hay que buscar la poesía en la vida, sino la vida en la vida, y la poesía vendrá después. Lo otro es un artificio —y se nota mucho.

            La finalidad de la vida no es la poesía, es ella misma —o su sustentación superior pero viva también. Creo que todos los grandes poetas se han entregado enteramente a su obra, pero sabiendo siempre que no vivían para hacer esa obra, sino que la hacían —al mismo tiempo— para vivir y porque vivían. [Julio 13 de 1956]

 

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La traición en la poesía y el arte modernos es cuando en lugar de restituirnos a la naturaleza —y a nuestra naturaleza—, como es su misión, se deja engañar a menudo y acaba por hacerse sierva de la Historia, por conducirnos nuevamente al mundo puramente histórico. El mundo histórico es el desierto. La poesía es el agua viva, natural, que fertiliza este desierto, y sólo ella puede fertilizarlo. [Julio 16 de 1956]

 

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Releído algunos poemas antiguos. Qué maravilla aquella época entre los 16 y los 20 años, cuando sólo importaba lo visto, o sentido, sin preocupaciones históricas, estéticas, morales. ¿Cómo he podido dejarme distraer de eso? Es lo que en ascética se llama “el mundo” (“lo mundanal”). Nos obliga a mirarnos desde fuera, como cosa exterior, a olvidarnos de dónde partimos. Lo cual no estaría mal si no fuera porque en estado virginal no se está encerrado en uno mismo, sino que casi no se siente uno a sí mismo, de tanto que nos maravilla la hermosura del mundo. Vivir “en el mundo”, mundanalmente, nos revierte constantemente a nosotros mismos. Nos hace cosa.

            La poesía es convertirse en mirada. [Agosto 1 de 1956]

 

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Cuántas veces he pensado perderlo todo. Y siempre queda, cambiada pero una, la poesía. Desde mi punto de vista la poesía debería definirse así: lo que permanece.

            Sin ella, ¿cómo sabría que he vivido? [...]

 

Está ahora de moda una encuesta en que preguntan a los escritores: ¿Para qué escribe usted? ¿Para quién? Por supuesto, a mí no me lo han preguntado. Pero me lo pregunto yo.

            Para saber que estoy vivo. Para todos aquellos que quieran darse cuenta de que están vivos y cómo. En esta comunicación me hago real; porque vivir no es necesariamente ser comprendido, pero sí poder ser comprendido. [Noviembre 22 de 1956]

 

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En el fondo no hay tal vez más que dos formas de arte: cantar y contar. La música, la poesía, la danza cantan. La novela, el teatro, la pintura cuentan. Claro que en general: hay poemas que cuentan, cuadros que cantan. Por eso precisamente esta división me parece más verdadera que la clasificación en géneros. [Enero 11 de 1957]

 

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Qué es lo que convierte un espacio en casa sólo la poesía lo sabe. [Noviembre 17 de 1957]

 

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No hay artistas insinceros, sólo hay artistas víctimas de sí mismos. Su mundo también contribuye a este engaño: les hace fácil la imitación que ellos, tomándola por realidad, intentan expresar.

            La poesía es el único aprendizaje para distinguir lo que nos pasa de lo que creemos que nos pasa (porque, a pesar de Sartre, no es lo mismo). E incluso, en última instancia, es el único medio de hacer que nos pase de veras lo que creíamos que nos pasaba.

            El arte, cuando cuaja, es siempre verdad: o lo era de antemano, o hace verdad lo que toca.

            La poesía es creer activamente en la dignidad de lo vivo y la importancia de lo real en un mundo decisivo. [Diciembre 22 de 1957]

 

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El alma dispersa tiene que expresarse con medios dispersos. [...]

            [E]xpresarse por relámpagos, y no ser relámpago, exige una unidad más profunda y sostenida.

            El poeta vive en vilo; no tiene a qué agarrarse, ni siquiera a la inteligencia, cultura, etc. Si se desvirtúa todo se desvirtúa. Su hacer no tiene materia. El novelista, como el escultor, puede empezar por manipular su materia hasta sacarle algo, subirse a su materia. En cambio el poeta cuando empieza a manipular es precisamente cuando está perdido. No puede subirse a nada; sólo puede volar —o caer.

            Desarrollar todas las posibilidades de plenitud armónica que nos sean dadas es un deber, incluso para con los demás. [Julio 21 de 1958]

 

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[N]o sé de qué manera misteriosa yo entendía, en medio de mi ignorancia ilimitada, cómo una cosa que uno se propone y logra con esfuerzo es sin embargo un don. [...]

            [S]i uno estuviera seguro de que en un poema no hay nada más que lo que uno puede poner y quitar, sin duda no lo escribiría. [Noviembre 12 de 1958]

 

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El pintor no puede salir del color; el poeta sí puede salir de la palabra. Incluso sale siempre: está dentro y fuera al mismo tiempo. [...]

            [E]n poesía no se pueden inventar sentimientos, calcados literalmente sobre sentimientos reales (aquí sí es cuestión de “contagios”). [Enero 5 de 1959]

 

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[E]l lector cree que la poesía es igual que la novela, busca en el libro de poemas lo mismo que en el libro de cuentos o de novela, y como no lo encuentra, dice que no lo entiende (pero nadie dice que no “entiende” la música).

            Así, no hay aficionados a la poesía, mientras que sí los hay a la música. Pero la existencia de estos últimos demuestra que puede haber aficionados a un arte que exige gran atención, educación y esfuerzo, e incluso cierto laborioso aprendizaje técnico.

            (Hay que aclarar que entiendo por “aficionados” a los que forman un verdadero público, es decir un conjunto de no profesionales ni afines, que siguen con interés y asiduidad las manifestaciones del arte al que son aficionados, que se desarrollan en su conocimiento de este arte, y que son capaces de una comunión en este arte. En poesía no existe casi en absoluto nadie que reúna estas condiciones.)

            La situación de la poesía hoy puede compararse a la de la música hace unos cuantos años. Pero puesto que esta última cambió con la aparición del disco y la radio, la de la poesía puede cambiar también. Sería ya bastante que tuviera un público como el que tiene hoy la música. Como el del cine probablemente no lo tendrá nunca, pero eso no importa, lo que importa es que tenga uno, que hoy no lo tiene. [...]

            [N]o hay motivo para dejar de hacer poesía, y además todo lo buena que sea posible. El único cambio que estoy dispuesto a admitir como necesario es que los poetas dejen de perseguir una complicación que toman por originalidad y con la cual en realidad buscan dirigirse cada vez a menos gente, haciéndose abstrusos, antipáticos y nihilistas. No es que haya que buscar dirigirse necesariamente a muchos; pero buscar lo contrario es igualmente absurdo; y en igualdad de condiciones es preferible llegar a muchos. Lo que hace falta es una poesía que, siendo todo lo buena que sea posible, no rechace voluntariamente al lector (porque los que hoy la leen no son verdaderos lectores, son escritores). Basta con tomar la actitud correspondiente para que se note —en arte todo se nota, por eso es arte. [Enero 19 de 1959]

 

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Tal vez es cierto que todo está en la infancia. Los “personajes” por ejemplo nos serían totalmente incomprensibles si no tuviéramos unas especies de guías, formadas por nuestras reacciones infantiles, que nos sirven a modo de ejes o coordenadas para disponer los rasgos, etcétera.

            También la felicidad. Es un sabor cuyo paradigma está en la memoria infantil. Todos los sabores pertenecen a la infancia.

            La poesía es sabor (dice no sé qué libro hindú).

            La felicidad no es una cosa, sino un sabor de las cosas. Es importantísimo no confundir. [Marzo 23 de 1959]

 

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¿Será de verdad lo lírico una especie de debilidad? Algo hay de eso, pero qué importa. No hay que tener ninguna superstición, ni siquiera la de la salud y la vida. Si hubiera que debilitarse para alcanzar el poema, de todas formas el poema sigue siendo fuerza. [Abril 10 de 1959]

 

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Es generalmente admitido que el artista no está o no debe estar comprometido. ¿Hay un arte comprometido? Pero la poesía no es del todo arte —o no es sólo arte. [Agosto 27 de 1959]

 

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No es verdad que todo esté dicho. Al contrario. La poesía no empieza todavía. Nuestra poesía. Si ha habido otra y se ha terminado, terminada está. [...]

            Nuestros padres no han cantado. Con nosotros tiene que empezar el canto. Los que hoy estamos vivos probablemente no podremos todavía cantar sólo. Pero otros vendrán que cantarán sin sentir el trabajo del canto, sin ser propedéuticos de su propio canto. Ungaretti ya canta más que Rimbaud, aunque Rimbaud fuese más importante, o más grande, o más todo. J.R.J. [Juan Ramón Jiménez] también, etcétera.

            Lo sagrado está ante nosotros por fin desnudo y “nada de nada nos ilusiona”. Basta pues de ilusiones y cantemos. Orfeo espera en el horizonte. [Agosto 31 de 1959]

 

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Lo que hay que cambiar es esa “literatura”. Hasta que no importe estar clasificado en ella. Comprender que ser gran poeta no es nada. Habituar al lector a que no busque en nuestra obra a un gran poeta, ni siquiera a un revolucionario de la poesía (porque en 20 o 25 años vuelve a ser “un gran poeta”), sino el enunciado de unas verdades simples y asequibles, en principio, a todos. [Septiembre 2 de 1959]

 

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Todo lo que vale la pena decir, sólo puede decirse en poesía. Y los comentarios sobran, no porque destruyan el misterio, sino exactamente por lo contrario: porque son menos explícitos que la poesía.

            La prosa es balbuceo, no se “deja decir” lo que tiene que decir, no se atreve. La poesía no puede balbucir: haría inmediatamente del balbuceo un lenguaje de esplendor. En este sentido, a pesar de Sartre, la prosa es más silencio que la poesía —si llamamos silencio a lo contrario de nombrar, y no, como suele hacerse, a lo contrario de hablar.

            Words, words, words... [Septiembre 14 de 1959]

 

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Tomás Segovia: El tiempo en los brazos. Cuadernos de notas, Ediciones Sin Nombre/Fundación para las Letras Mexicanas, México, 2012-2015. Tomo I (1950-1983); prólogo de Christopher Domínguez Michael. Tomo II (1984-2005); prólogo de José María Espinasa. Tomo III (2005-2011); prólogo de Daniel González Dueñas.

 

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 [Leer Tomás Segovia: el cuerpo pensante (3)]

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