miércoles, 8 de julio de 2009

Abismos

DGD: Textiles-Serie blanca 5, 2008
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a Santiago Bao, poeta onírico*
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Cada noche de mi vida caigo en el gran engaño, el mismo, una y otra vez: lo que estoy viviendo es real, irrefutablemente real..., hasta el instante en que aquello que he vivido se revela como un sueño.
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De nada sirve que lo haya experimentado cientos, miles de veces: cada ocasión es la primera porque esa realidad onírica —tan intensa, tan real— borra, así sea provisionalmente, la memoria de toda otra realidad.
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La clave radica en que entonces yo ignoro que se trata de algo “provisional” y no sé que pueda existir “otra” realidad. (Pero existe, y no una sino innumerables: esa es la primera enseñanza.)
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Si conservara la memoria, me diría “esto es un sueño” y no lo tomaría en serio; sin amnesia lo viviría como un simulacro, una farsa, un mero juego de la mente. Pero si soy engañado con tal eficacia, si cada noche el sueño me prueba su altísima realidad, ¿es acaso para que, durante el día, la vigilia me pruebe su abismal irrealidad?
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Tengo memoria diurna: cuanto estoy despierto, recuerdo el día de ayer. Tengo amnesia nocturna: cuanto estoy dormido, no recuerdo ningún otro sueño y ni siquiera haber soñado (sí, a veces en sueños reconozco rostros, sitios y paisajes, me digo ya he estado aquí; a veces incluso me quedo dormido y hasta sueño, pero todo eso no hace sino intensificar y reunificar la realidad de lo que vivo). ¿En qué forma dependen, una de la otra, esa memoria que aparenta continuidad y esa amnesia discontinua?
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¿Cuántas cosas olvido provisionalmente en la vigilia y a dónde van esos olvidos? (Pienso en el parpadeo, esa noche instantánea e inadvertida que refresca los ojos y la mente, y que rompe desde dentro lo que yo me obstino en creer que es una percepción continua sobre el mundo.)
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¿Cuántas cosas recuerdo en el sueño y dónde se acumulan tales recuerdos? (Pienso en esas certezas inauditas que de modo abrumador y fragmentario brotan en los sueños y que parecen testimonios de otra continuidad, y acaso de un mundo en donde todo es simultáneo.)
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No importa cuántas veces he sido engañado por el sueño: de nueva cuenta despierto entre alaridos y manotazos. Pero despierto, por unos instantes, lúcido.
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Mientras tanto, las pruebas diurnas de la realidad del mundo se suceden insidiosas aunque una sola habría sido suficiente. Esa monotonía termina por arrullarme.
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De noche se me engaña para despojarme de toda posibilidad de comparación: la realidad que vivo en los sueños es absoluta y única. De día soy capaz de recordar que he soñado y de comparar esa realidad nocturna con la diurna. Es sólo por esta comparación que la realidad soñada se vuelve relativa y abstracta, mientras que la realidad diurna (por si hicieran falta más “pruebas”) se torna a su vez absoluta y única.
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La solidez del día depende de volver insustancial la solidez de la noche.
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¿Quién engaña con tan recurrente perfección, puesto que cada sueño elimina el recuerdo de los engaños anteriores?
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¿Y quién acumula “pruebas” de la concreción de la vigilia? Yo no pido esas evidencias, y de hecho me aletargan, puesto que cada una es la repetición al infinito de la misma evidencia.
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Con qué facilidad el sueño elimina a la vigilia y también a los sueños anteriores: no podría ser engañado si supiera que estoy dormido.
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Con qué dificultad la vigilia intenta parecer continua, cuando es rota de tanto en tanto por esos fragmentos nocturnos de realidad irrefutable.
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Sin embargo, no sabría qué tan real es el sueño (o el engaño) si no despertara a continuación.
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Y no sabría qué tan irreal es la vigilia (y qué tan engañosas son sus pruebas de realidad) si no me deslizara irremediablemente al sueño a cada tanto.
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El engaño me sacude. La prueba me adormece.
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El sueño no prueba nada. La vigilia engaña.
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La noche muestra y demuestra. El día acumula simulacros. Y lo único irrefutable es el abismo.
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¿Cuál es el verdadero engaño? ¿Por qué una supuesta memoria de lo “real” depende de una rotunda amnesia de lo “irreal”?
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¿Es que de noche debo olvidar que estoy dormido para ser capaz de recordar, durante el día, que no estoy despierto?
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3 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Que será, que todo es?

Pero hace un instante todo también fue.

¿Que será, que nada es?

Y pareciera que todo fuera una tración, todo termina para empezar una vez más, todo signo se invierte, el sueño termina y da lugar a la vigilia, la palabra se acalla y da lugar al silencio, el agua al fuego, la noche al día, la vida a la muerte, y aquí se rompe la secuencia, nadie sabe si la vida empieza una vez, ¿o será la muerte la única palabra que nos traiciona?

Un abrazo querido amigo

Ángel

Anónimo dijo...

¿Que será, que todo es?

Pero hace un instante todo también fue.

¿Que será, que nada es?

Y pareciera que todo fuera una tración, todo termina para empezar una vez más, todo signo se invierte, el sueño termina y da lugar a la vigilia, la palabra se acalla y da lugar al silencio, el agua al fuego, la noche al día, la vida a la muerte, y aquí se rompe la secuencia, nadie sabe si la vida empieza una vez, ¿o será la muerte la única palabra que nos traiciona?

Un abrazo querido amigo

Ángel

Anónimo dijo...

Pareciera que la vida se repite una y otra vez, como en una película o que se refleja en un espejo redondo. ¡Qué terrible redondez!Y, en un instante de lucidez, se abre una rendija que ilumina todo el escenario y toda la escena y, entonces, sí soy parte de la misma.

Saludos
Martha