lunes, 16 de marzo de 2009

Un texto de José Manuel Pintado sobre Hollywood: la genealogía secreta

DGD: Redes 24, 2008
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El mito de la libertad suicida
José Manuel Pintado
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Antes que otra cosa una aclaración y una sospecha: tengo claro que la invitación que me hizo Daniel González Dueñas para presentar este libro partió de un equívoco. En su amable dedicatoria manuscrita se refiere a mí como cineasta, y esta equivocación me hizo sospechar que Daniel andaba urgido de algún incauto presentador que quisiera cambiar su verdadera identidad de cosmonauta reiteradamente cinéfilo con la de un profesional del séptimo arte, y que tal vez su libro podría ser un anzuelo mercadotécnico para pescar la ingenuidad de este aficionado al cine y del público aquí presente.
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Nada más lejos de la verdad. Como verán, la invitación de Daniel a leer su libro, aunque haya sido con la mala intención de que lo presentara ante ustedes, ha tenido para mí una valiosa recompensa que ahora comparto.
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En cuanto abrí las primeras páginas de Hollywood: la genealogía secreta, me atraparon la aguda exploración que hace Daniel del mito cinematográfico, su penetrante observancia del star system y el desvelo crítico al que somete la propuesta ideológica del aparato fílmico hollywoodense, inventado para la dominación del público globalizado a partir de la fascinación de sus rituales que se difunden inicialmente en la pantalla grande, se replican en la pantalla chica y se reproducen como la peste en los medios masivos de incomunicación.
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Obviamente nos topamos en este libro con un autor de un vasto conocimiento cinematográfico, que tiene además la extraña habilidad de escribir como un director de cine que filma con elocuencia una película destinada a descubrir y desarmar sus propios engranajes.
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¿Y qué película cuenta Daniel González Dueñas en su libro? La película que quisiera ser la madre de todas las películas: Hollywood, que se identifica con un nombre que magnetiza la industria fílmica mundial y que se autodenomina pomposamente la Meca del cine.
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En su libro, Daniel nos cuenta la película de un ritual que pretende ser inolvidable al garantizar su permanencia y renovación en una ceremonia interminable que se repite año tras año con su parafernalia espectacular sostenida por la pasarela de la fama momentánea en una alfombra roja; en las entrevistas insulsas, los desfiles de vestidos, joyas, smokings, cortes de pelo, limusinas y una cauda de símbolos que retratan un sistema de vida al que toda sociedad que se respeta debe aspirar.
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Este es Hollywood, señores y señoras: la realidad vuelta espectáculo, que rige las vidas y destinos de la mayoría de los mortales desde la fugacidad trágica, cómica, absurda pero siempre ejemplar de los personajes encarnados por las estrellas actorales de moda, que brillan intensamente durante un chispazo para acabar perdiéndose en su propia órbita, consumiéndose en su propio fuego o estallando por la propia voracidad del universo inverosímil que los crea.
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En su análisis inicial, Daniel aborda una película que representa para él la impunidad sagrada, la fatalidad insumisa de Hollywood. En la historia de dos personajes legendarios, Butch Cassidy & the Sundance Kid, actuada por dos iconos hollywoodenses que aparentan rebelarse contra el sistema para acabar mitificándolo, Paul Newman y Robert Redford encarnan el mito de la libertad suicida —burlándose de paso de los dirty mexicans— y consolidando la ilusión ideológica que subyace en el american way of life, en el que te puedes salir con la tuya impunemente si aplicas la justicia por tu propia mano, y si además eres güero, de ojos azules, guapo, simpático y te atreves a abrirte paso a balazos contra el que se te oponga. No en balde en EU la constitución de ese país protege a sus ciudadanos contra su propio gobierno, y les permite defenderse de su propio gobierno con armas de fuego. No en balde ese gobierno se adjudica el derecho de imponerse a balazos al mundo, y de llenar de armas de fuego el planeta, como parte del negocio que se anuncia con implacable eficacia a través de sus películas.
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Con la metodología precisa de un espía profesional, Daniel González Dueñas va desnudando en su libro a la madre de todas las películas para dejar al descubierto la estrategia hollywoodense y estadounidense para dominar al mundo; nos deja ver ese sofisticado aparato de renovación continua que genera en el público mundial la ilusión de que la realidad se inventa en las historias de Hollywood, y de que vive en las pantallas de salas de cine cada día más lujosas, construidas para discriminar toda producción fílmica que no provenga de sus estudios o que no obedezca sus cánones y su permanente propaganda disfrazada de una expresión artística que se autodefine como la más importante de todos los tiempos. No importa que la gran mayoría de las historias hollywoodenses sean de un contenido tan raquítico como deleznable; lo que importa es que estén contadas con un altísimo grado de violencia, efectos especiales, héroes y heroínas indestructibles y metrosexuales (que es lo de hoy, señoras y señores), de vertiginosas persecuciones por cielo, mar y tierra; por la destrucción interminable de vehículos y artefactos amigos y enemigos incluyendo los artefactos humanos antagónicos a nuestros héroes cada vez más metrosexuales.
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Podría seguir enunciando sin parar las cuestionables virtudes que seguramente todos conocemos del cine hollywoodense, que Daniel va balconeando con una mirada que va afilando su inteligencia en las páginas de su libro hacia la valoración ética de este cine, y que tiene uno de sus mejores ejemplos en el análisis que hace de las películas que mejor ejemplifican el Hollywood de nuestro tiempo y, con él, el fenómeno cinematográfico mundial que en gran medida es una copia en calca de sus cánones.
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Como un producto natural de la realidad económica, social y cultural de los Estados Unidos, Hollywood desprecia al mundo y lo sustituye por lo mundano. Con este enunciado, Daniel describe con acierto la egolatría gringa y hollywoodense, en cuya imagen no puede existir otra realidad que la suya. Cuando aparece el “otro”, cumple fatalmente el papel de antagonista enemigo que hay que destruir o, en el mejor de los casos, reducirlo a un papel subhumano. Esta ridiculización, que sirvió de tema a un brillante documental de Gloria Ribé titulado De acá de este lado, la podemos identificar claramente en la presencia de México y los mexicanos en el cine hollywoodense, en el que los mexicanos aparecen como personajes de pacotilla, y México constituye una especie de paraíso de escapismo y corrupción —lo que sabemos que es una mentira absoluta, sobre todo en estos últimos sexenios.
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Otro valioso descubrimiento del libro de Daniel es el de la acción corrosiva que Hollywood aplica a la realidad, y que en mi opinión ha sido a la larga más devastadora que las bombas nucleares arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki, con que los Estados Unidos deciden concluir la Segunda Guerra Mundial y dejar al mundo aperplejado con este bombardeo nunca antes visto sobre la población civil. Los hongos mortíferos de las explosiones nucleares constituyeron en su momento las imágenes alucinantes de la capacidad humana hacia la destrucción, y confirman un principio llevado al límite, que parece tener en el mundo del espectáculo una posible traducción: el cine de Hollywood no busca una realidad convulsa sino que convulsiona la realidad.
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Esta conclusión, dirigida a atrapar los sentidos del espectador desde la pantalla, ha sido la firma de las películas de Hollywood de los últimos años. Si en un principio las propuestas argumentales se centraban en historias de piratas enamorados o de nobles vaqueros exterminando a los últimos indios de la pradera, poco a poco las películas han ido derivando su contenido hacia el terror solapado o evidente.
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Después de haber transitado por multitud de géneros para ir afinando su estrategia de reafirmación continua, Hollywood parece haber llegado al género con el que mejor se identifica: el del thriller terrorífico, en donde la regla es la exaltación del psicópata frente a una sociedad que se desmorona.
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Trataré de sumergirme por un momento en el sostén de la ética hollywoodense que Daniel González Dueñas describe puntualmente al traer a escena al personaje más importante del cine de Hollywood de los últimos tiempos: el mal encarnado en la venganza, el mal vengativo, el mal reivindicativo, que surge en las pantallas desde el despiadado cinismo de Hannibal Lecter en El silencio de los inocentes o de la indestructible fortaleza de Maximilian Cady en Cabo de Miedo.
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Para llegar a este momento de maldad surgida de las entrañas mismas de una sociedad psicópata, como el elemento destructivo de la propia sociedad norteamericana y de su hipócrita way of life, Hollywood tuvo que experimentar una serie de arquetipos en la que han desfilado héroes y villanos de una ingenuidad pasada de moda, mujeres fatales y galanes relamidos que invadieron en su momento el espacio público para imponer un modo y una moda de vestirse, de ser románticos, de besar, de fumar, de beber, de vivir y de morir. Ahora se han sofisticado hasta los límites de la imaginación los modos de destruir a los demás, y de paso destruir los fundamentos mismos de la sociedad que sigue estimulando el mito de la libertad suicida, y con él el de la impunidad infalible.
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Como bien nos cuenta Daniel González Dueñas, en Cabo de Miedo el mal, encarnado en Maximilian Cady, destruye a una familia arquetípica y exitosa, y aunque al final la tríada familiar, padre, madre e hija, sobreviven a la persecución endemoniada de Cady, quedan tocados por su propia imagen de corrupción y de deseos inconfesados que el espejo de este personaje les ha reflejado.
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En El silencio de los inocentes, Hannibal Lecter se escapa de una celda de máxima seguridad para seguir su carrera de refinado gastrónomo caníbal, y en su escapatoria deja clara la lección de que no hay manera de detener al Maligno, que tan bien conoce las recetas enfermas de la sociedad. No en balde el psiquiatra Hannibal Lecter aplica brillantemente las más retorcidas oscuridades de la psiquiatría para burlarse de sus perseguidores y seguir su carrera culinaria a expensas de sus víctimas convertidas en platillos gourmet. No en balde Maximilian Cady fundamenta su venganza en el conocimiento de la Biblia y del sistema jurídico que trató de convertirlo en víctima para acabar transformándolo en verdugo de sus victimarios.
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En estos ejemplos, tomados de los muchos que menciona Daniel en su libro, yace en mi opinión el verdadero mensaje de Hollywood y el secreto de una genealogía que al fin ha venido a revelar sus verdaderas intenciones, disfrazadas durante generaciones con el cuento del entretenimiento y del espectáculo. Al final, lo que vemos y compramos en las películas de Hollywood es la trayectoria de una psicopatía sin remedio, que reproduce en el mundo del show business el proceso de degradación del mundo contemporáneo. Creo que aquí radica el secreto de la genealogía que Daniel menciona en el título de su libro, y en el que el héroe de la película se ha convertido en el mensajero de la convulsión y en un villano sin remedio, que reproduce en gran medida una caída brutal en la bolsa de valores de la humanidad.
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El colapso económico que vive actualmente el mundo, originado fundamentalmente por la voracidad de los mercados financieros de Wall Street, sin duda está logrando convulsionar una realidad que desde hace un buen rato se ha vuelto una realidad virtual; ella había venido funcionando milagrosamente hasta hace poco tiempo desde una economía hueca, que oculta en la realidad el ocio irredento de financieros manipuladores y gobernantes acomodaticios, tan aferrados al valor de la bolsa.
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Con esta vocación por la convulsión, Hollywood extiende su influencia fuera de las pantallas y nos propone cada vez más un mundo dislocado, con un grado de paranoia y autodestrucción que no parece que ha tocado fondo todavía y que en el colmo de su egocentrismo pretende arrasar con el mundo y exterminar los valores esenciales que todavía perviven en la mayoría de los seres humanos, a pesar de Hollywood y sus estereotipos que, a través de la pantalla chica de la televisión, se intensifica y magnifica.
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Afortunadamente, todavía vivimos en una sociedad en la que, a pesar de las convulsiones cotidianas que pretenden aplicarnos, queda una buena base de valores fundamentales. Uno de estos valores que subsiste a pesar de todo es el de la creatividad. Hay todavía en este país los suficientes recursos creativos que permiten ver las posibilidades de un cine distinto al hollywoodense.
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Por supuesto que hay muchas más vetas que explorar en Hollywood: la genealogía secreta, de Daniel González Dueñas. Para los aficionados al cine este libro es una herramienta fundamental para entender la sofisticada estrategia de uno de los mayores poderes mediáticos que sigue pretendiendo imponer una forma de vida. Para cineastas y creadores, este libro ofrece un análisis muy valioso, que seguramente ayudará a enfocar las nuevas producciones hacia mejores territorios. A mí, entre muchas cosas, me ha ayudado a recordar nuevamente un célebre poemínimo de Efraín Huerta, que seguramente estaría pensando en Hollywood cuando escribió: “como era psicópata, lo saqué a psicopatadas”.
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[Texto leído por el autor en la presentación de Hollywood: la genealogía secreta (Universidad Autónoma de Nuevo León, col. Tiempo Guardado, Monterrey, 2008), Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, febrero 28 de 2009.]
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