jueves, 25 de marzo de 2021

El misterio de los cien monos (LXXII)

DGD: Postales, 2021.

 

 

 

Conspirología de la New Age

 

Según David Icke y su respectivo mito de la New Age, la Tierra está regida por unas cuantas familias humanas que largo tiempo atrás se mezclaron genéticamente con seres reptiloides-vampíricos de otra dimensión. Los integrantes de la élite del poder global en la actualidad serían descendientes de estas “líneas de sangre” alienígena. A través de pirámides de poder, estos controladores, llamados por Icke los Illuminati, colocan estratégicamente a sus servidores en las más altas esferas políticas, militares, económicas y mediáticas. La finalidad es llevar al mundo a un Estado fascista global (el Nuevo Orden Mundial) a partir de simulacros e ilusiones que mantienen a la humanidad esclavizada en una cárcel multi-dimensional, en una prisión virtual de la mente.

          El nombre Illuminati se ha vuelto otro gran mito de la New Age, cuya conspirología lo toma, o bien de una antigua rama alemana de los Rosacruces y disidente de éstos, o de una orden seudomasónica originalmente llamada de los Perfeccionistas y fundada en 1776 en Bavaria (y de la que Goethe habría sido miembro), o de una secta de asesinos del siglo XI, en todo caso definiéndolos como los secretos gobernantes del mundo. El no poco sensacionalista trabajo de Icke no hace sino reciclar todo tipo de conspiracionismos, y una de sus principales fuentes es una trilogía de irónicas novelas a las que Icke toma religiosamente en serio: The Illuminatus Trilogy (1975) de Robert Shea y Robert Anton Wilson; en ellas, los Illuminati son definidos como representantes de la burocracia, la represión y el orden, y son opuestos por los Erisianos (seguidores de Eris, la diosa griega de la discordia).

          Con base en esa premisa, Wilson (bajo seudónimo y en coautoría) emprende un manifiesto posmoderno, Principia Discordia (1980), en el que expone la postura llamada “discordianismo”:

 

Vemos el mundo a través de ventanas en las que son dibujadas cuadrículas o rejas (conceptos). Distintas filosofías usan diferentes enrejados. Una cultura es un grupo de personas con rejas más o menos similares. A través de una ventana vemos el caos, lo relacionamos con los puntos en nuestros enrejados, y por eso lo entendemos. El orden está en la reja. Ese es el Principio Anerístico.[1] Algunas rejas pueden ser más útiles que otras, o más bellas, o más cómodas, etcétera, pero ninguna puede ser más verdadera que cualquiera otra.

 

Una abundante literatura seudoesotérica se centra en los Illuminati, ya como tiranos o como benefactores; bajo esta última visión, el vehículo más sospechoso y truculento es sin duda The Illuminati Manifesto (2001) de Solomon Tulbure, que tiene fuentes tan diversas como The Sirian Experiments de Doris Lessing (que postula a la humanidad como el resultado de las pugnas entre tres razas intergalácticas), la novela Time Out of Joint de Philip K. Dick (en la que evidentemente se basa, aunque sin crédito, la película The Truman Show), e incluso The Wizard of Oz de L. Frank Baum.

 

 

La naturaleza de la realidad

estriba en disfrazar su verdadera naturaleza

 

Philip K. Dick, escritor de ciencia-ficción con una profunda y tormentosa vida interior, dio una lúcida respuesta cuando en 1972 una estudiante le pidió una definición de realidad en una sola frase: “La realidad es aquello que, cuando dejas de creer en ello, no desaparece”. En una conferencia dictada en 1978, desglosa esa frase de esta manera:

 

Vivimos en una sociedad en la que realidades espurias son manufacturadas por los media, gobiernos, grandes corporaciones, grupos religiosos o políticos, y en la que existe el hardware electrónico por medio del cual imponer estos seudo-mundos directamente en las cabezas del lector, el espectador, el escucha. [...] Somos bombardeados sin cesar con seudo-realidades hechas por gente muy sofisticada que usa mecanismos electrónicos muy sofisticados. No desconfío de sus motivos: desconfío de su poder. [...]

  Ese bombardeo ha comenzado muy pronto a producir seres humanos inauténticos, espurios, tan falsos como los datos que los presionan por todas partes. [...] Realidades falsas crean individuos falsos. O bien, falsos individuos generan realidades falsas y las venden a otros individuos, convirtiéndolos tarde o temprano en falsificaciones de sí mismos.

 

Dick reconoce que eso es precisamente lo que hace un escritor o cualquier artista: crear universos falsos que se sostengan como reales. Mas entonces define su credo literario: “Me gusta construir universos que se caigan en pedazos. Me gusta ver que sus piezas se despeguen una de otra pese al pegamento utilizado, y me gusta ver cómo los personajes en las novelas enfrentan este problema. Tengo un amor secreto por el caos. Debería haber más de él. No presupongan (y lo digo muy en serio) que el orden y la estabilidad son siempre buenas, en una sociedad o en el universo. Lo viejo, lo osificado, debe siempre dejar sitio a nueva vida y al nacimiento de cosas nuevas. [...] A menos que psicológicamente podamos incorporar el cambio, nosotros mismos comenzamos a morir por dentro. [...] Lo que realmente importa es el ser humano auténtico, el organismo viable y elástico capaz de absorber y enfrentar lo nuevo”. Este ser humano auténtico es sencillamente aquel que, “en esencia, no puede ser obligado a ser lo que no es”.[2]

          La trilogía Valis (1981-1982) del propio Dick está compuesta por extrañas novelas autobiográficas en las que se define al universo como información, en el mismo sentido en que el DNA contiene los datos codificados por medio de los cuales los cuerpos se crean y mantienen. Y como toda información, la que compone al universo puede ser manipulada. Supremo cuestionador de las apariencias, Dick solía citar una sentencia que para él era la summa de toda la filosofía y que atribuía a Heráclito: “La naturaleza de la realidad estriba en disfrazar su verdadera naturaleza”. Esto se refleja en toda la obra de Dick, desde The Simulacra (1964) hasta su más famosa novela, Do Androids Dream of Electric Sheep? (1968), en que se inspiró la influyente y poderosa película Blade Runner (1982); en novela y filme, ciertos androides experimentales creen ser humanos puesto que se les han insertado falsos recuerdos con objeto de volverlos más estables y serviles.

 

*

 

 

Notas

[1] El Principio Erístico (nombre proveniente de la diosa Eris) es el del desorden aparente, y queda opuesto al Principio Anerístico (o no-Erístico), el del orden aparente. “Tanto el orden como el desorden”, se afirma en Principia Discordia, “son conceptos de hechura humana y corresponden a divisiones artificiales del caos puro, que está en un nivel más profundo que aquel en que se hacen las decisiones. Con el aparato hacedor de conceptos llamado ‘mente’, miramos la realidad a través de las ideas-acerca-de-la-realidad que nos dan nuestras culturas. Estas ideas son equivocadamente etiquetadas como ‘realidad’; la gente no iluminada se muestra siempre perpleja por el hecho de que otras personas, y especialmente otras culturas, ven la ‘realidad’ de modo diferente. Son sólo las ideas-acerca-de-la-realidad las que difieren. La realidad real está en un nivel más profundo que el de los conceptos.”

[2] Conferencia incluida en Lawrence Sutin: Divine Invasions: A Life of Philip K. Dick (Carol Publishing Group, Nueva York, 1991).

 

 

Libros citados

Baum, L. Frank: The Wonderful Wizard of Oz: 100th Anniversary Edition (facsimilar), HarperCollins Juvenile Books, Nueva York, 2000.

Dick, Philip K.: Time Out of Joint (1959), Gregg Press, Boston, 1979.

——: The Simulacra (1964), Vintage Books, Vancouver (Washington), 2002.

——: Do Androids Dream of Electric Sheep? (1968), Del Rey, Nueva York, 1996.

——: Valis, Bantam, Nueva York, 1981; Vintage Books, Vancouver (Washington), 1991.

Icke, David: Children of the Matrix, Bridge of Love Publications, Ryde (Isle of Wight, Gran Bretaña), 2001.

Lessing, Doris: The Sirian Experiment, J. Cape, London, 1981.

Shea, Robert, y Robert Anton Wilson: The Illuminatus Trilogy: The Eye in the Pyramid, the Golden Apple & Leviathan (1975), DTP, Nueva York, 1984.

Tulbure, Solomon: The Illuminati Manifesto, Writers Club Press, Lincoln (Nebraska), 2001.

Wilson, Robert Anton: y Kerry W. Thornley: Principia Discordia, Or, How I Found Goddess and What I Did to Her When I Found Her: The Magnum Opiate of Malacypse the Younger, Loompanics Unlimited, Port Townsend (Washington), 1980.

 

 

[Leer El misterio de los cien monos (LXXIII).]

 

 

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lunes, 15 de marzo de 2021

El misterio de los cien monos (LXXI)

DGD: Postales, 2021.

 

 

 

Transición de fases

 

No obstante, si se observan como síntomas los innumerables métodos de “autosuperación” de que está llena la New Age, resulta claro que apuntan en una misma dirección, sobre todo en sus casos mejor intencionados. Cada uno de estos métodos echa mano de todo lo que está a su alcance, y es así que uno de los autores representativos de esta corriente, Wayne W. Dyer, basado en la física y haciendo una indirecta alusión a la fábula de los cien monos, escribe:

 

[Una serie de] cambios está teniendo lugar en las mentes de los individuos y se está extendiendo a otros hasta formar una conciencia colectiva. Una vez que las ideas se han hecho presentes en el número suficiente de individuos, pasan a ser nuestra realidad. A esta cifra se le llama masa crítica.

  Según las leyes de la física, cuando los suficientes electrones se alinean dentro de un átomo formando una posición, todo el resto se alinea automáticamente de manera similar. Se llama a esto transición de fases, y puede ser observado fácilmente en un entorno de laboratorio adecuado. ¿Cuál es la fuerza invisible presente en ese átomo que permite al resto de los electrones entrar en una nueva fase? No tiene nombre en el nivel subatómico ni tampoco en nuestro nivel de conciencia. Es invisible y, puesto que yo estoy formado por esas partículas subatómicas, no sería demasiado aventurado decir que poseo algunas de las mismas propiedades.

  Nuestro mundo está experimentando una transición de fases. La fuerza invisible que alinea a los electrones dentro de un átomo, esa inteligencia espiritual que fluye a través de toda forma, está llegando a la masa crítica con un número de seres humanos lo suficientemente grande y los resultados se están manifestando en nuestro mundo. No hay modo de poner freno a esa fuerza. Algunos lo intentarán, pero serán barridos por el poder de una idea cuyo momento ha llegado. Así funciona en nuestras vidas personales y también en nuestro mundo colectivo. [...] Es una idea que arraigará en el mundo físico si somos los suficientes los que nos alineamos así espiritualmente. No puede fracasar. Está en nuestros átomos y en nuestras moléculas, por así decirlo. [Real Magic, 1992.]

 

Dyer concluye: “Para que esta revolución, este nuevo modo de ser, se afiance y supere toda la falta de espiritualidad que por lo demás infecta al mundo, deberá llegar a la masa crítica en todas las áreas de nuestra existencia. Cuando seamos los suficientes los que nos alineemos en todas y cada una de las nuevas áreas de la actividad humana, la transición de fases se afianzará también.” Todos esos nombres parecen haberse desprendido de la fábula de los cien monos: “transición de fases”, “masa crítica”, “inteligencia espiritual”, “fuerza invisible”... Esa fábula parece ajustarse de manera igualmente eficaz en cualquier territorio en donde cae (más o menos científico, más o menos místico), como si todas estas áreas la hubieran estado esperando.

 

 

El principio del centésimo humano

 

Dyer habla de “masa crítica”, un concepto que parece esencial a la fábula de los cien monos para transmitir su metáfora ulterior, pero no menciona a esta fábula. Un teórico anónimo que publica sus textos en Internet fue menos reticente: no sólo la menciona sino que llega a postular “El principio del centésimo humano” (The Hundredth Human Principle), e incluso da una fecha: el 11 de septiembre del 2001 (día del atentado en Nueva York a las torres gemelas del World Trade Center), como el día en que la “masa crítica” se dio: “Una confluencia cósmica, una coincidencia de conciencia espiritual ha llegado a la masa crítica dentro de los humanos alrededor del mundo. No hay retroceso ahora que hemos alcanzado el Centésimo Humano”.

          Por qué esa fecha y esa tragedia en particular se explica en la obra de quien sin duda ha influido a tal anónimo redactor: se trata del ambiguo “macroconspirólogo” inglés David Icke, cuya tesis afirma que el poder que controla a la Tierra actúa según el principio esencial de la publicidad: “problema, reacción, solución”. Según Icke, la táctica que usa la élite dominante para actuar con el acuerdo de los dominados, estriba en primero crear un problema; luego, esperar una reacción que demande soluciones, y por último ofrecer su propia solución (que era su idea desde un principio y que ahora cuenta con el apoyo de la sociedad afectada por el “problema”). De ese modo, el gobierno norteamericano habría orquestado la tragedia de las Torres Gemelas —lo mismo habría hecho en Pearl Harbor— con objeto de usarla como pretexto para desatar una guerra contra Irak y establecer un control sobre el petróleo del Medio Este.[1] Aquel anónimo redactor se refiere acaso al hecho de que el 11 de septiembre de 2001 tal forma de mascarada ha dejado de funcionar en cuanto el “centésimo humano” (acaso él mismo) se ha percatado del engaño y ha comenzado a transmitir a la humanidad esa revelación.

          Ahora bien, ¿cómo define David Icke el poder que según él domina al mundo? Su tesis afirma que éste prospera de un modo íntimamente relacionado con el argumento de la extraña y sintomática película The Matrix (así como con películas de análoga paranoia como They Live! y Dark City). Icke cree seriamente —o al menos así lo afirma en sus numerosos y abultados libros— que el mundo llamado real es una ilusión holográfica impuesta en nuestras mentes por las megacorporaciones, un poder que esclaviza a la humanidad a través de mil estrategias: aditivos en la comida, vacunas, manipulación de los medios, subliminales, control mental, miedo, el culto del materialismo, las obsesiones/adicciones de la vida moderna, etcétera.

          De este modo, Icke se propone lo mismo que el personaje de The Matrix, esto es, denunciar “el mundo que ha sido puesto sobre sus ojos para cegarlos a la verdad”. El articulista Uri Dowbenko coloca todo esto en forma de pregunta y utiliza una terminología aún más acorde con la era de la informática: “¿Qué pasaría si el consenso de realidad como un mundo material de tres dimensiones fuera una construcción artificial, una realidad biomórfico-cibernética, un gráfico de ultra alta resolución generado por computadora, como CGI [Computer Generated Images] con una interfaz en línea, y nadie lo supiera?”[2]

 

*

 

Notas

[1] Icke se basa en el fenómeno del “reacomodo”, que consiste en buscar analogías con la historia para “probar” su versión; así, en este punto, Icke se basa en (y manipula a) la crítica y muy seria visión de Gore Vidal en Perpetual War for Perpetual Peace (Thunder’s Mouth Press-Nation Books, Nueva York, 2002) y Dreaming War: Blood for Oil and the Cheney-Bush Junta (Thunder’s Mouth Press, Nueva York, 2002).

[2] Uri Dowbenko: “The Matrix: Sci-Fi, Metaphysics and Self-Transcendence” (en New Dawn, n. 55, Sydney, julio-agosto de 1999). La tan exitosa conspirología es un mecanismo espurio de ventilación de la angustia colectiva generada por la radical ausencia de sentido; esta forma de manipulación explota los miedos cotidianos y amarra ciertas coincidencias para dar un nuevo sentido a fenómenos comunes; buen ejemplo radica en el modo en que la película The Matrix “explica” el fenómeno del déjà-vu como un defecto en el programa cibernético de realidad virtual que todos consideran real.

 

 

Libros citados

Dywer, Wayne W.: Real Magic, Harper & Collins, Nueva York, 1992.

Icke, David: Children of the Matrix, Bridge of Love Publications, Ryde (Isle of Wight, Gran Bretaña), 2001.

 

 

[Leer El misterio de los cien monos (LXXII).]

 

 

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