domingo, 22 de marzo de 2009

Metáfora y paisaje

DGD: Paisajes-Serie azul 4, 2003
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“Paisaje” es el nombre de este poema del español Rafael Morales (1919-2005):
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Qué silencio tan grande el de este campo,
qué vastas y dormidas soledades,
qué inmensidad vacía,
qué tremenda tristeza derramada por los aires,
la sierra se derrumba lentamente
sobre la mansa angustia de los valles
que elevan puros, asombrados, ciegos,
el encendido grito de los árboles,
el cielo es plomo gris que se derrumba
sobre el pavor silente del paisaje,
es un inmenso buitre hambriento y sordo,
un infinito dios amenazante.

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Ante un poema como este, el afán de la crítica, al que debemos algunos buenos tips pero también un cúmulo de deplorables vicios, nos hace afilar la palabra “antropomorfismo”. Así, con una cierta condescendencia nos decimos que el poeta “proyecta” su subjetividad en el mundo que contempla, y que llena de adjetivos a una naturaleza que en sí carece de ellos. No hay en los valles mansa angustia, ni un pavor silente en el paisaje, ni tristeza en los aires, y mucho menos gritos de los árboles. Los valles son sencillamente los valles, el paisaje no es sino el paisaje en la imperturbable objetividad del mundo natural, y el poeta los ha usado como espejo de su propia interioridad, atribuyéndoles su propia angustia y su pavor. Se trata “sólo” de metáforas y ellas consisten en “comparar” el cielo con plomo gris, con un buitre, con un infinito dios amenazante.
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Pero ¿qué tal si por un momento se invierten los términos de nuestra tranquilizadora explicación? ¿Qué tal si es el mundo el que ha hecho naturomorfismo en el poeta y ha proyectado en él su verdad? ¿Qué tal si los adjetivos que usa el poeta no son coloraciones de dentro hacia fuera sino del exterior al interior? ¿Qué tal si la subjetividad del mundo se ha objetivado en el espejo que le ofrecía la conciencia del poeta? ¿Qué tal si durante unos instantes ese poeta ha sido el poeta y ha encarnado la imperturbable objetividad del espejo más puro, ahí donde de golpe se reflejan la mansa angustia de los valles, el pavor silente del paisaje y en suma, de modo casi intolerable, ese infinito dios amenazante? ¿Qué tal si no hay aquí impresiones sino revelaciones? ¿Qué tal si puede decirse que existe tristeza en los aires de la misma exacta manera en que se dice que en ellos hay oxígeno? ¿Qué tal si la metáfora deja de ser una mera figura de retórica (los árboles “son como” gritos) y se vuelve epifanía (los árboles son gritos)?
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Con una sonrisa condescendiente, el lógico y el materialista dirán que sólo un ser humano puede sentir tristeza, angustia y pavor. Y sin quererlo habrán dado con la clave. Es un hombre, en efecto, el que se ha vuelto espejo objetivo, y el lenguaje registra, de modo no menos objetivo, lo que se refleja en ese espejo. Un solo hombre ha recibido el mensaje; es el poema el que permite que otros hombres lo vean y lo transmitan sin que lo altere la subjetividad de ninguno de ellos a lo largo de esta transmisión. ¿No se refería exactamente a esto quien exclamó que la poesía es la única ciencia exacta, la única transmisora de la verdadera objetividad?
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4 comentarios:

Anónimo dijo...

Querido Daniel: te felicito por tu excelente blog en donde pueden comprobarse los diversos matices de tu elaborado pensamiento y tu poesía y prosa de gran concepción.

He ido leyendo de a poco el material extenso que tiene el sitio y fue grato el comprobar lo que ya venía presintiendo acerca de tu talento.

Viajo poco a Buenos Aires, pero en cada ocasión soy huésped de nuestro querido y común amigo Julián Polito.

A mí me publicaron un libro que había sido premiado varios años atrás, "Despliegues" (poesía), y en estos días aparece mi último libro de poemas, "Cantos del río del Este", largamente demorado por mi propia determinación. Tal vez, por un inexplicable pudor, ya que se trata de poemas de amor, emparentados con la poesía china.

Desde aquí te envío un fuerte abrazo y el testimonio legítimo de mi mejor recuerdo.

Santiago Bao
Villa Gesell, Provincia de Buenos Aires

Daniel González Dueñas dijo...

Querido Santiago:

Qué placer saberte tan activo y creativo como siempre. Qué placer también contarte como amigo y visitante de este blog. Te deseo el mayor éxito con "Despliegues" y "Cantos del río del Este".

Un fuerte abrazo para ti y otro que te encargo de transmitir al siempre querido y admirado Julián Polito cuando lo veas.

Anónimo dijo...

no sabía nada de Morales, pero cuando empecé a leer lo que de él citas aquí, pensé que era un fragmento de la Primavera en Eaton Hastings, de Pedro Garfias.

en cualquier caso, interesante la "posibilidad" que planteas en el texto.

saludos

-Rodrigo.

Daniel González Dueñas dijo...

Es cierto, hay una resonancia en el gran Garfias, sobre todo en esta cuarteta: "Porque te siento lejos y tu ausencia / habita mis desiertas soledades, / qué profunda esta tarde derramada / sobre los verdes campos inmortales". La diferencia, al menos aquí, es que Garfias adelanta la "causa" (la ausencia), es decir el porqué le parece profunda esa tarde que se derrama. Morales no establece un origen de la tristeza derramada por los aires, del cielo que se derrumba. Pero sin duda ambos se encuentran en estos dos versos de Primavera en Eaton Hastings: "¡Y alza mi corazón su pesadumbre / como un nido de sombras un gigante!".

Saludos, Rodrigo, y gracias por tu comentario.