domingo, 15 de abril de 2012

Fragmentario (VII)


DGD: Redes 168 (clonografía), 2012


Todo es interior

Yourcenar habla en alguna parte de “los árboles del bosque, que vistos desde lejos parecen meterse unos dentro de otros”. Hermosa imagen del pasado: a medida que se aleja, los hechos e imágenes que lo componen se van metiendo unos en otros hasta que no queda sino la gran masa que nos aplasta en el presente. Pero hay más en esa metáfora: “El recuerdo no era más que una mirada posada de cuando en cuando sobre unos seres que se habían interiorizado, pero que no dependían de la memoria para continuar existiendo”. Meterse unos en otros es interiorizarse. En la cercanía del yo las cosas y sucesos se separan y parecen independientes unos de otros. A medida que se alejan del poder radiante del ego, se van metiendo unos en otros, se interiorizan. Nueva prueba (si alguien necesita pruebas) de que todo es interior.

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Amor anónimo

El amor, por ejemplo. Era Alfred Douglas el que no se atrevía a decir un nombre que por otro lado no era un nombre sino una etiqueta. En realidad ningún amor puede decir cómo se llama porque todo amor es la búsqueda de un nombre.

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Intervalos

Hacia el final de El mundo como voluntad y representación, Schopenhauer, el más fragmentario de los pensadores, advierte: “hay que considerar que mis escritos, por pocos que sean, no se han redactado todos a la vez sino sucesivamente, en el curso de una larga vida y con amplios intervalos; por eso no se puede esperar que todo lo que he dicho sobre un objeto se encuentre también junto en un solo lugar”. No se puede esperar pero se espera, e incluso es considerado un error o una falencia el que un escritor toque el mismo tema en diversos libros, y que no disponga de una sola vez todo lo que piensa al respecto, para comodidad del lector. Se olvida que los intervalos son parte esencial de la reflexión, puentes de silencio, inhalaciones anteriores y necesarias a la exhalación. Por lo demás, en rigor no puede decirse que se tengan “pensamientos”, en plural, sino uno, en singular, que lo abarca todo y es sinónimo del pensador. Bien lo sabía Antonio Porchia: “Todos mis pensamientos son uno solo. Porque no he dejado nunca de pensar”.

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