lunes, 15 de marzo de 2021

El misterio de los cien monos (LXXI)

DGD: Postales, 2021.

 

 

 

Transición de fases

 

No obstante, si se observan como síntomas los innumerables métodos de “autosuperación” de que está llena la New Age, resulta claro que apuntan en una misma dirección, sobre todo en sus casos mejor intencionados. Cada uno de estos métodos echa mano de todo lo que está a su alcance, y es así que uno de los autores representativos de esta corriente, Wayne W. Dyer, basado en la física y haciendo una indirecta alusión a la fábula de los cien monos, escribe:

 

[Una serie de] cambios está teniendo lugar en las mentes de los individuos y se está extendiendo a otros hasta formar una conciencia colectiva. Una vez que las ideas se han hecho presentes en el número suficiente de individuos, pasan a ser nuestra realidad. A esta cifra se le llama masa crítica.

  Según las leyes de la física, cuando los suficientes electrones se alinean dentro de un átomo formando una posición, todo el resto se alinea automáticamente de manera similar. Se llama a esto transición de fases, y puede ser observado fácilmente en un entorno de laboratorio adecuado. ¿Cuál es la fuerza invisible presente en ese átomo que permite al resto de los electrones entrar en una nueva fase? No tiene nombre en el nivel subatómico ni tampoco en nuestro nivel de conciencia. Es invisible y, puesto que yo estoy formado por esas partículas subatómicas, no sería demasiado aventurado decir que poseo algunas de las mismas propiedades.

  Nuestro mundo está experimentando una transición de fases. La fuerza invisible que alinea a los electrones dentro de un átomo, esa inteligencia espiritual que fluye a través de toda forma, está llegando a la masa crítica con un número de seres humanos lo suficientemente grande y los resultados se están manifestando en nuestro mundo. No hay modo de poner freno a esa fuerza. Algunos lo intentarán, pero serán barridos por el poder de una idea cuyo momento ha llegado. Así funciona en nuestras vidas personales y también en nuestro mundo colectivo. [...] Es una idea que arraigará en el mundo físico si somos los suficientes los que nos alineamos así espiritualmente. No puede fracasar. Está en nuestros átomos y en nuestras moléculas, por así decirlo. [Real Magic, 1992.]

 

Dyer concluye: “Para que esta revolución, este nuevo modo de ser, se afiance y supere toda la falta de espiritualidad que por lo demás infecta al mundo, deberá llegar a la masa crítica en todas las áreas de nuestra existencia. Cuando seamos los suficientes los que nos alineemos en todas y cada una de las nuevas áreas de la actividad humana, la transición de fases se afianzará también.” Todos esos nombres parecen haberse desprendido de la fábula de los cien monos: “transición de fases”, “masa crítica”, “inteligencia espiritual”, “fuerza invisible”... Esa fábula parece ajustarse de manera igualmente eficaz en cualquier territorio en donde cae (más o menos científico, más o menos místico), como si todas estas áreas la hubieran estado esperando.

 

 

El principio del centésimo humano

 

Dyer habla de “masa crítica”, un concepto que parece esencial a la fábula de los cien monos para transmitir su metáfora ulterior, pero no menciona a esta fábula. Un teórico anónimo que publica sus textos en Internet fue menos reticente: no sólo la menciona sino que llega a postular “El principio del centésimo humano” (The Hundredth Human Principle), e incluso da una fecha: el 11 de septiembre del 2001 (día del atentado en Nueva York a las torres gemelas del World Trade Center), como el día en que la “masa crítica” se dio: “Una confluencia cósmica, una coincidencia de conciencia espiritual ha llegado a la masa crítica dentro de los humanos alrededor del mundo. No hay retroceso ahora que hemos alcanzado el Centésimo Humano”.

          Por qué esa fecha y esa tragedia en particular se explica en la obra de quien sin duda ha influido a tal anónimo redactor: se trata del ambiguo “macroconspirólogo” inglés David Icke, cuya tesis afirma que el poder que controla a la Tierra actúa según el principio esencial de la publicidad: “problema, reacción, solución”. Según Icke, la táctica que usa la élite dominante para actuar con el acuerdo de los dominados, estriba en primero crear un problema; luego, esperar una reacción que demande soluciones, y por último ofrecer su propia solución (que era su idea desde un principio y que ahora cuenta con el apoyo de la sociedad afectada por el “problema”). De ese modo, el gobierno norteamericano habría orquestado la tragedia de las Torres Gemelas —lo mismo habría hecho en Pearl Harbor— con objeto de usarla como pretexto para desatar una guerra contra Irak y establecer un control sobre el petróleo del Medio Este.[1] Aquel anónimo redactor se refiere acaso al hecho de que el 11 de septiembre de 2001 tal forma de mascarada ha dejado de funcionar en cuanto el “centésimo humano” (acaso él mismo) se ha percatado del engaño y ha comenzado a transmitir a la humanidad esa revelación.

          Ahora bien, ¿cómo define David Icke el poder que según él domina al mundo? Su tesis afirma que éste prospera de un modo íntimamente relacionado con el argumento de la extraña y sintomática película The Matrix (así como con películas de análoga paranoia como They Live! y Dark City). Icke cree seriamente —o al menos así lo afirma en sus numerosos y abultados libros— que el mundo llamado real es una ilusión holográfica impuesta en nuestras mentes por las megacorporaciones, un poder que esclaviza a la humanidad a través de mil estrategias: aditivos en la comida, vacunas, manipulación de los medios, subliminales, control mental, miedo, el culto del materialismo, las obsesiones/adicciones de la vida moderna, etcétera.

          De este modo, Icke se propone lo mismo que el personaje de The Matrix, esto es, denunciar “el mundo que ha sido puesto sobre sus ojos para cegarlos a la verdad”. El articulista Uri Dowbenko coloca todo esto en forma de pregunta y utiliza una terminología aún más acorde con la era de la informática: “¿Qué pasaría si el consenso de realidad como un mundo material de tres dimensiones fuera una construcción artificial, una realidad biomórfico-cibernética, un gráfico de ultra alta resolución generado por computadora, como CGI [Computer Generated Images] con una interfaz en línea, y nadie lo supiera?”[2]

 

*

 

Notas

[1] Icke se basa en el fenómeno del “reacomodo”, que consiste en buscar analogías con la historia para “probar” su versión; así, en este punto, Icke se basa en (y manipula a) la crítica y muy seria visión de Gore Vidal en Perpetual War for Perpetual Peace (Thunder’s Mouth Press-Nation Books, Nueva York, 2002) y Dreaming War: Blood for Oil and the Cheney-Bush Junta (Thunder’s Mouth Press, Nueva York, 2002).

[2] Uri Dowbenko: “The Matrix: Sci-Fi, Metaphysics and Self-Transcendence” (en New Dawn, n. 55, Sydney, julio-agosto de 1999). La tan exitosa conspirología es un mecanismo espurio de ventilación de la angustia colectiva generada por la radical ausencia de sentido; esta forma de manipulación explota los miedos cotidianos y amarra ciertas coincidencias para dar un nuevo sentido a fenómenos comunes; buen ejemplo radica en el modo en que la película The Matrix “explica” el fenómeno del déjà-vu como un defecto en el programa cibernético de realidad virtual que todos consideran real.

 

 

Libros citados

Dywer, Wayne W.: Real Magic, Harper & Collins, Nueva York, 1992.

Icke, David: Children of the Matrix, Bridge of Love Publications, Ryde (Isle of Wight, Gran Bretaña), 2001.

 

 

[Leer El misterio de los cien monos (LXXII).]

 

 

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