miércoles, 5 de mayo de 2021

El misterio de los cien monos (LXXVI y final)

DGD: Postales, 2021.

 

 

Epílogo

 

Si algo caracteriza a la fábula de los cien monos es la persistencia: su núcleo central sigue presentándose incluso cuando no se cita la anécdota de la “masa crítica” lograda por un cierto número de monos en una supuesta isla caribeña durante la segunda mitad del siglo XX. Una y otra vez se descalifica a esta historia (usualmente llamándola “mito”, un término profundamente despectivo en la comunidad científica), y una y otra vez regresa con nuevos vestuarios para transmitir el mismo “mensaje”. Las palabras persistencia y perseverancia se relacionan con recurrencia y tenacidad, pero también con necesidad y, en última instancia, con necedad. Acaso esta última, una vez despojada de sus connotaciones negativas, arroja alguna luz sobre este fenómeno.

          Resulta innegable que circula sin cesar entre nosotros un cierto número de ideas nefastas que parecen invencibles y reaparecen vestidas de constructividad y “evolución” para justificar el gregarismo y la conductibilidad de masas; sin embargo, la idea que está en el fondo de la fábula de los cien monos atenta de una forma muy peculiar contra los límites de la individualidad: no postula a individuos que se diluyen en la masa sino a una colectividad que, por una vez, actúa como un individuo en busca de su libertad integral.

 

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Se llama sinergia a un fenómeno por medio del cual varios factores (o sistemas, o influencias) actúan en conjunto de tal manera que la “concausalidad” crea un efecto superior al que habría podido esperarse si cada factor operara de modo independiente. Algo así se ha buscado a lo largo de la historia humana bajo la forma de conciertos de individuos que buscan soluciones o alternativas difíciles de alcanzar por separado: una sinergia caleidoscópica de múltiples pensadores inmersos en un diálogo intelectual.

          Desde el banquete platónico hasta las tertulias renacentistas en Italia, los círculos intelectuales del romanticismo alemán, los grandes salones de Europa del siglo XIX o las experiencias de los surrealistas, a cada tanto se busca un encuentro de experiencias y propuestas en un espacio libre y propicio. Son individuos los que hacen las propuestas, y la libertad de cada uno se revierte en el espacio y en sus escuchas; es el grupo el que trabaja lo propuesto, ampliando a la vez el campo de resonancia.

          En este linaje se ubica el Círculo Eranos, fundado en 1933 por Rudolf Otto, Olga Fröbe-Kapteyn y Carl Gustav Jung: el nombre en griego equivale a banquete y se traduce en grupos de discusión dedicados a los estudios humanísticos y espirituales, así como a las ciencias naturales, fuera de cualquier agenda académica o dogmática; esta fiesta de conocimiento consiste en un programa anual de conferencias celebradas en la Casa Gabriella en Ascona, a orillas del lago Mayor en Suiza. En su largo recorrido, Eranos ha contado con ilustres conferencistas, entre ellos Mircea Eliade, Joseph Campbell, Károly Kerényi, Gershom Scholem, Paul Tillich, Herbert Read o Daisetsu Teitaro Suzuki.

          Olga Fröbe-Kapteyn describía las jornadas Eranos como una forma de mediar entre Oriente y Occidente, una respuesta a “la necesidad de crear un lugar para promover un entendimiento en los dominios espirituales. No se trata de una imitación de los métodos y doctrinas orientales, ni de menospreciar o excluir a la sabiduría occidental referente a todo ello, sino de que la sabiduría, el simbolismo y los métodos orientales pueden ayudarnos a redescubrir nuestros propios valores espirituales”. En donde Fröbe-Kapteyn dice Oriente y Occidente también podría decirse espiritualidad y ciencia; es así que en este banquete etnólogos, arqueólogos, filósofos, historiadores de la religión o musicólogos dialogan con físicos, ingenieros electrónicos, antropólogos o matemáticos. (Así lo indica el tema de una de las jornadas más recientes: “El futuro incierto. Entre el conocimiento tradicional y el pensamiento científico”.)

 

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En este contexto sinérgico resulta esencial la aportación de un miembro del Círculo Eranos: Wladimir Weidlé (1895-1979), crítico de arte nacido en San Petersburgo y en cuya universidad estudió historia y filología; más tarde emigró a París (en octubre de 1924) y fue ahí una figura importante de la intelectualidad rusa exiliada. En 1936 publicó Las abejas de Aristeo (Les abeilles d’Aristée), un brillante ensayo sobre la desintegración del arte occidental y el renacimiento de lo maravilloso (el libro, corregido y aumentado por el autor, apareció bajo el sello de Gallimard en 1954).

          La aportación de Weidlé al banquete fue un concepto esencial: lo que llamó capacidad negativa, descrita como “el don de permanecer fiel a una certeza intuitiva a la que el razonamiento desecha y el buen sentido no admite”. Difícil concepto en tiempos basados en los consensos: una forma de la obstinación guiada por la voz interior más allá de todas las restricciones y amenazas que suelen cernirse sobre el pensamiento libre.

          La capacidad negativa, dice Weidlé, es la necesidad “de conservar un modo de pensar que no puede sino parecer insensato e ilógico desde el punto de vista de la razón y de la lógica”. Y en efecto, las formas instituidas de la razón y de la lógica calificarán no sólo como insensato sino directamente como nefasto a ese modo de pensar que, contra todas las advertencias y conveniencias, no se detiene ni se reduce al silencio. Ya Lichtenberg había exclamado: “Una creencia aceptada se convierte en verdad. La ortodoxia de la razón atonta más que cualquier religión”.

 

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“A la verdad”, observaba Schopenhauer, “sólo se le concede una breve celebración triunfal entre dos grandes espacios: aquel en el que parecía paradójica y aquel en el que será considerada trivial.” El filósofo alemán sabía muy bien que, fuera de la breve y rutinaria celebración que no cambia nada, esa verdad sería inmovilizada: en un extremo de la escala por “paradójica” (inaceptable, contradictoria, absurda) y en el otro por “trivial” (una vez tolerada pasa al acervo de sobreentendidos en los que nadie repara precisamente porque son “obvios”). En ese contexto, los verdaderos asomos de lucidez tienen que ser a contracorriente, movidos por una necedad insensata que no es sino necesidad de sensatez.

          Una necedad que, “desde un punto de vista más profundo”, dice Weidlé, “podría revelarse como superior a la razón y trascender la lógica del pensamiento conceptual”. Los grandes necios actúan individualmente, solitarios, profundamente aislados, y pierden un largo tiempo en resguardarse y defenderse; pero ¿qué sucede —pregunta Wiedlé— si dos o más combinan esfuerzos y avanzan a la vez que se defienden (un poco a la manera de la sinergia, y asimismo de la fábula de los cien monos)? El primer paso es, claro está, el paradójico reconocimiento de la capacidad negativa como una condición positiva: la de la apuesta total a lo imposible. La fábula de los cien monos bien podría ser el callado portavoz de la antigua necesidad del Eranos, ese banquete en el que el todo es mayor que la suma de las partes (justamente porque las partes no se diluyen en el todo).

          Y es que a quien logra esa capacidad negativa (o es inapelablemente vencido por ella), es decir, a quien consigue esa forma absolutamente inverosímil de la fidelidad, no le queda sino comportarse como el poeta, que es el que nombra, pero “no para designar sino para salvar de olvido a una cierta realidad sin más eco ni memoria que la suya” (la descripción es de Cortázar). Es cierto que no tiene memoria de la que servirse en tanto experiencia acumulada; sin embargo, sí cuenta con ecos, puesto que, regados a lo largo de la historia, hay huellas de esos buscadores a quienes sin duda se debe que la humanidad aún no haya desaparecido.

          Resulta muy probable que de la fábula de los cien monos pertenezca a este linaje de necios insobornables, aquellos que pese a todo permanecen fieles a esa certeza intuitiva a la que el razonamiento desecha y el buen sentido no admite.

 

***

 

[Fin de El misterio de los cien monos.]

 

 

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