domingo, 5 de septiembre de 2021

Los dioses (Una tipología) (XI)

DGD: Postales, 2021.

 

Desigualdad de Zeus

 

Zeus es la divinidad clave del panteón griego. Todos los dioses que integran el grupo de los doce están relacionados con él por ser hermanos o hijos suyos en al menos algunas versiones: Hera es su hermana y esposa; Démeter también es hermana suya y madre de una de sus hijas (Perséfone); Poseidón es su hermano; Atenea es hija de Zeus (nacida sin intervención de diosa); Apolo y Artemisa son hijos de Zeus y Leto; Afrodita es hija suya y de Dione; Hermes es fruto de su unión con la ninfa Maya; Dioniso es hijo de Zeus y la mortal Semele; Ares y Hefesto son hijos del matrimonio que une a Zeus y Hera. En este caso es fácil, por una vez, etimologizar el nombre del dios, porque el nombre de Zeus procede de la raíz indoeuropea *diew-, que ha dado como resultado, por ejemplo, el nombre latino del día, dies; en latín, el primer término de Iuppiter (Júpiter), equivalente romano de Zeus, contiene también la misma raíz, complementada con pater, “padre”. Zeus es, por tanto, dios del cielo despejado y de la luz del día. Debe tratarse de una figura heredada de la mitología indoeuropea, que había de considerarlo como dios supremo y como padre, en un papel que nos resulta familiar por aquello que vemos en los textos literarios del primer milenio a.C., en donde a Zeus, el dios que ejerce la primacía, se le llama (con expresión formular) “padre de hombres y de dioses”.

José B. Torres: nota a Himnos homéricos[1]

 

—Poseidón teme que el foso que cavan los aqueos supere en fama al que él mismo y Apolo hicieron en torno a Ilión cuando la construyeron; Zeus le dice: “A un dios muy inferior en fuerza y ánimo podría asustar tal pensamiento, pero no a ti, cuya fama se extenderá tanto como la luz de la aurora” (Ilíada VII): la fuerza y el ánimo varían entre los dioses: no en todos fuerza y ánimo son iguales.

          —“[N]o es posible combatir con Zeus Cronión. A éste no lo igualan ni el fuerte [río] Aqueloo, ni el grande y poderoso Océano de profunda corriente del que nacen todos los ríos, todo el mar y todas las fuentes y grandes pozos; porque también el Océano teme al rayo del gran Zeus y al espantoso trueno, cuando retumba desde el cielo” (Aquiles, Ilíada XX),

 

Bien es verdad que Zeus, según cuentan los mitos de los griegos en época histórica, no siempre ha ocupado esta posición de mando supremo. Es el mito de Sucesión con el que los griegos (cfr. ante todo Hesíodo, Teogonía 154 ss.) explican la institución del orden divino. Después de que Urano fue depuesto por su hijo Crono, éste intentó conjurar el vaticinio de que un hijo suyo lo depondría también a él, y procede a tragarse a toda su progenie, según Rea la iba dando a luz. Sólo Zeus logra escapar de Crono. Al crecer, ayudado por sus hermanos (a los que entre tanto había recuperado), consiguió derrotar a Crono y a los hermanos de éste, los Titanes, e instaurar el orden divino al que conocemos como olímpico. Parte del acuerdo adoptado con Hades y Poseidón fue el reparto del mundo entre los tres: a Zeus le correspondería el cielo, a Hades el subsuelo y a Poseidón el mar, mientras que la tierra sería dominio común de los tres.

José B. Torres: nota a Himnos homéricos

 

          —“Suspendan del cielo una áurea cadena”, exclama Zeus al final de su arenga de Ilíada VIII, “aférrense todos, dioses y diosas, de ella, y no les será posible arrastrar del cielo a la tierra a Zeus, árbitro supremo, por mucho que se fatiguen, pero si yo me resolviera a jalar esa cadena, los levantaría con la tierra y el mar, ataría un cabo de la cadena en la cumbre del Olimpo, y todo quedaría en el aire. Tan superior soy a los dioses y a los hombres”. Príamo es físicamente igual a sus súbditos; Zeus se jacta de ser tan superior a los demás dioses como éstos lo son de los seres humanos. Casi como si perteneciera a una tercera raza. Acaso por ello se le llama “padre de los hombres y de los dioses”, separándolo de ambas denominaciones. Aunque tiene progenitura entre los dioses, a su esposa Hera y a su hija Atenea (que “destruye filas enteras de héroes cuando contra ellos monta en cólera”), en un momento en que se vuelven en su contra, las amenaza de un modo que subraya la diferencia de poder que guarda incluso con ellas: “ni en diez años cumplidos sanarán de las heridas que les produzca el rayo”.

          —Poseidón recuerda: “Tres somos los hermanos hijos de Crono, a quienes Rea dio a luz: Zeus, yo y el tercero Hades, que reina en los infiernos” (Ilíada XV). Con frecuencia, Zeus menciona su primogenitura como signo de supremacía sobre los demás dioses, pero lo que subraya es su mayor edad. También entre los dioses hay un elemento sagrado en los que han vivido más; Iris, la diosa mensajera, dice al rebelde Poseidón: “las Erinias se declaran siempre por los de más edad” (Ilíada XV).

 

El carácter olímpico de Zeus alude a su aspecto de dios de los montes. (Recuérdese que el monte Olimpo por antonomasia se encuentra en el norte de Tesalia, pero junto a éste existieron en Grecia otros “Olimpos”, por ejemplo, en Ática, Laconia, Eubea, Lesbos o Chipre. El nombre Olimpo pasa por pre-griego.) Este rasgo, como los de dios del tiempo atmosférico y de la vegetación (a la que hace crecer con la lluvia o amenaza con el granizo; recuérdese que Zeus es “el que reúne las nubes”; en griego es además usual la expresión “Zeus llueve” o “Zeus hace llover”) parece haberlos heredado de una divinidad mediterránea y pre-griega a la que se asimiló en Creta, en donde, paradójicamente, se mostraba la tumba de Zeus.

José B. Torres: nota a Himnos homéricos

 

          —Robert Graves enumera las características de Zeus: “Sólo Zeus, el Padre del Cielo, podía manejar el rayo y con la amenaza de su fulguración fatal dominaba a su familia pendenciera y rebelde del monte Olimpo. También ordenaba los cuerpos celestes, dictaba leyes, hacía cumplir los juramentos y pronunciaba oráculos”.[2] Además de tener una larga serie de aventuras amorosas, su ira es proverbial. Sin embargo, es vulnerable (“los olímpicos, con excepción de Hestia, lo rodearon de pronto cuando dormía en su lecho y lo ataron con correas de cuero crudo, enlazadas en cien nudos, de modo que no pudiera moverse”) y tiene sentenciado el final de su poderío. “Zeus había decidido extirpar a toda la raza humana, y sólo la perdonó gracias a la súplica apremiante de Prometeo”, pero retira el fuego de los hombres; Prometeo se los devuelve y de ahí su célebre castigo.

          —Una punición similar se depara al vidente Fineo, rey de Tracia; según algunas versiones, Zeus lo cegó y envió a las Harpías a perseguirlo como castigo por revelar a los humanos los secretos de los dioses. Otras versiones matizan: Fineo tenía dotes de adivino y sacrificó su vista para obtener una larga vida. Helios (asociado con Apolo), indignado por este hecho, le envió a las Harpías para que lo atormentaran retirándole o ensuciándole la comida cada vez que trataba de consumirla. También se dice que su ceguera se debió a otra causa: abusaba de sus dones proféticos revelando a los hombres secretos de los dioses, o había mostrado a Frixo el camino de Colco (la Cólquide), lo cual causó la ira de los dioses.[3]

 

También vale la pena preguntarse si queda alguna huella de ese aspecto arcano de Zeus como dios que transmite la vida a la naturaleza en los relatos del primer milenio a.C. que nos refieren las numerosas aventuras amorosas del dios y su capacidad procreadora. De los doce olímpicos (dejando de lado ahora el caso de Atenea), sólo dos (Ares y Hefesto) son hijos de Zeus y Hera; la madre de Afrodita es, según algunos, Dione, otra esposa de Zeus; pero Apolo, Artemisa, Hermes y Dioniso nacen de relaciones extramatrimoniales. La primacía de Zeus era reconocida en toda Grecia; sin embargo, parece que ninguna ciudad lo monopolizó considerándolo como su dios protector. Los cultos de Zeus eran consecuentemente escasos, y en rigor parece que el único festival de relieve dedicado al dios era el que se celebraba en Olimpia, pero aun en este caso debe tenerse en cuenta que Olimpia no era una ciudad sino un lugar de culto en el que Zeus debió compartir protagonismo con otras divinidades.

José B. Torres: nota a Himnos homéricos

 

          —Aquiles puntualiza: “En los umbrales del palacio de Zeus hay dos toneles de dones que el dios reparte: en uno están los males y en el otro los bienes. Aquel a quien Zeus, que se complace en lanzar rayos, se los da mezclados, unas veces topa con la desdicha y otras con la buena ventura, pero el que sólo recibe penas vive con afrenta, una gran hambre lo persigue sobre la divina tierra y va de un lado para otro sin ser honrado ni por los dioses ni por los hombres” (Ilíada XXIV).

 

*

 

Notas

[1] Himnos homéricos, Cátedra, Letras Universales, Madrid, 2005.

[2] Robert Graves: Los mitos griegos (1955). Es una magnífica descripción de las funciones de los númenes —ordenar los cuerpos celestes, dictar leyes, hacer cumplir los juramentos y pronunciar oráculos—, tan desbordante que es a veces repartida entre varios de ellos. De esas funciones sólo la tercera tiene relación con el libre albedrío humano: el juramento puede o no cumplirse. En Herodias 21, un personaje de Ovidio enuncia la sacralidad de este acto: “Se jura con la mente, y yo con ella no juré nada; ella es la única que puede dar valor al juramento”.

[3] Pierre Grimal: Diccionario de mitología griega y romana (1951), 6ª ed., Paidós, Barcelona, 1979.

 

 

[Leer Los dioses (Una tipología) (XII).]

 

 

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