sábado, 16 de julio de 2022

Creer (XIV)

DGD: Postales, 2022.

 

La actitud de Platón hacia los mitos es la que a veces conquistan los más lúcidos de los modernos. Los más toscos, sin embargo, siguen discutiendo acerca de la palabra creer, palabra fatal en relación con los mitos, como si para los antiguos se hubiera tratado de creer con la misma supersticiosa convicción con que los filólogos de la época de Wilamowitz creían en el encendido de una bombilla sobre la mesa de su estudio. No, ya Sócrates, poco antes de morir, lo había aclarado: se entra en el mito cuando se entra en el riesgo, y el mito es el encanto que en ese momento conseguimos hacer actuar en nosotros. Más que una creencia, lo que nos rodea es un vínculo mágico. Es un hechizo que el alma aplica a ella misma. “Hermoso es, en efecto, este riesgo, y con estas cosas en cierto modo tenemos que encantarnos [epádein] a nosotros mismos.” Epádein es el verbo que designa al “canto encantador”. “Estas cosas”, en la banalización de la forma pronominal, son las fábulas, los mitos.

Roberto Calasso: Las bodas de Cadmo y Harmonía

 

“Cuando el observador cree realmente la ilusión, ésta se convierte en algo real”, escribe Frank Herbert. Es la confirmación de todas las sospechas: por eso creer se parece tanto a crear. Hay una diferencia entre la ilusión vuelta realidad y la realidad misma, aquella que no parece haber sido algo convertido en realidad sino que fue realidad desde siempre. Es sólo por esa diferencia que la ilusión sigue siendo reconocible, por más bien que se la haya hecho pasar por lo real. Sin embargo, no se trata realmente de “hacerla pasar por”. Sé que es una ilusión, pero la fomento, la mantengo viva, creo en ella tanto como puede creerse en una ilusión. El porqué sólo puede entreverse por medio de una de dos posibilidades: 1) quiero escapar de lo real; 2) intuyo que la realidad es también ilusoria, y entonces le contrapongo otra ilusión que al menos me permita vivir.

          Acaso se trate de una combinación de ambas posibilidades, y entonces cobra sentido la afirmación de Calasso: el mito es el hechizo que hacemos actuar en nosotros en el momento del riesgo. La pregunta entonces cambia un poco de dirección: ¿cuál es ese riesgo?

          No parece que creer en la realidad y creer en el mito sean la misma forma de creencia. Y sin embargo tal vez lo sea; acaso no se trata en el fondo sino de una especie de duelo de hechizos: el que el alma se aplica a sí misma es tal vez un conjuro contra otro hechizo mayor y más poderoso que viene de fuera y que trata de conquistarla. El creer en la ilusión sería mantener activo ese hechizo de defensa.

 

*

 

Si hago existir a aquello en lo que creo, tengo un indudable poder. Pero no puedo usarlo a mi capricho; acaso es lo inverso lo que sucede. Si dejo de creer en la rotación de la Tierra, ¿el planeta se detiene para mí? Tal vez sí, en una cierta forma que es a la vez simbólica y ritual (un ritual sólo mío que no puedo transmitir porque ni siquiera soy capaz de describirlo para mí mismo).

          Creemos en lo que parece tener comprobación en la realidad. Y tal vez sea a la inversa: las comprobaciones se hacen sólo a posteriori, y por medio del acto de creer ya cuidadosamente regulado.

 

*

 

Pero en otro nivel sí puedo comunicar ese hechizo del que habla Calasso. Si en cierto modo cada quien vuelve reales a las ilusiones al creer en ellas, ¿por qué esa realidad subjetiva que sólo vale para él desborda a veces su “subjetividad” y se comunica a otros y entonces en cierto modo entre varios vuelven reales a ciertas ilusiones, a las que mantienen vivas por medio de seguir creyendo en que son reales, o sea una parte de la realidad?

          Esa determinada ilusión no la provoqué yo. No inventé algo para hacerlo real con mi creencia. Me vino de fuera, o del azar, o de una estrategia de conducción. Si provino del azar, tengo ahí un mapa de cómo se va construyendo la realidad y por qué no parece sino una masa de fragmentos mal pegados. Si proviene de una manipulación, entonces sí hay un “diseño inteligente”, es decir estratégico, porque esa estrategia sabe muy bien cómo usar mi poder sin que le sea contraproducente, sin que yo cobre conciencia de ese poder y de esa manipulación, y sobre todo sin que la suma de las ilusiones vueltas reales construya una realidad distinta y más libre o más justa o más bella.

 

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No es sólo creer. Hay millones de matices y todos se están combinando todo el tiempo. Hay el creer a medias, el titubear, el negar (que es un creer en la negación). Hay también el “hacer como”: hago como que creo firmemente en algo, aún cuando en realidad dudo, y entonces, por la fuerza de mi autoridad o de la credibilidad de los otros, se vuelve real, no para mí sino para ellos. Y como ellos terminan creyendo firmemente, yo puedo apoyarme en esa creencia y al final creer también.

 

*

 

¿Qué es una duda, sino algo de lo que se puede dudar? Si tengo dudas sobre las dudas de ustedes, ¿por qué quieren que crea en sus dudas? Son escépticos y quieren que, fanáticos de lo que confiesan no saber, me convierta en dogmático de su escepticismo.

Chateaubriand: Memorias de ultratumba

 

“El descreimiento, si es intensivo, también es fe y puede ser manantial de obras”, escribía un Borges muy joven; “Díganlo Luciano y Swift y Laurence Sterne y George Bernard Shaw. Una incredulidad grandiosa, vehemente, puede ser nuestra hazaña.”

          Aún el escepticismo es una creencia. Una creencia del escepticismo en sí. Creo que dudo. Creo que titubeo. Creo que podría elegir si quisiera entre uno u otro polo (a veces son más de dos polos). No importa si Sócrates sabe, o si sólo sabe que no sabe, o si ni siquiera puede estar seguro de que sabe que no sabe. Lo que siempre ha sido la esencia es que crea, en no importa cuál estadio de esa escala, o en la escala misma. La filosofía no se hace con base en la duda, sino en la creencia respecto a esa duda. El filósofo no sabe si sabe, pero cree. Y si no cree en que cree, entra en un bucle que no sirve sino para inmovilizarlo. Y sucede algo más: él puede haberse inmovilizado, pero su creencia no se ha detenido y sigue adelante.

 

*

 

[Leer Creer (XV).]

 

 

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