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r e t r a t o s (e n) (c o n) p o s t a l e s
Lao-Tsé: la paradoja flexible
[Andrei Tarkovski apreciaba profundamente unas líneas del Tao Te King (o Daodejing, Libro de la Vía y de la Virtud): “Porque la dureza y la fuerza son compañeras de la muerte. La flexibilidad y la suavidad son la encarnación de la vida”. Flexible es acaso el adjetivo preciso para hablar de ese libro sagrado y a la vez legendario —características no siempre simultáneas—, redactado hacia el año 300 a.C. y que tuvo una considerable influencia en el pensamiento y la cultura orientales. No es menor, sin embargo, la influencia que ejerció en Occidente. Acaso no se equivoca quien sugiere que el Tao Te King introdujo en Occidente el verdadero uso profundo de la paradoja. Pese a las señeras aportaciones de los presocráticos, de Zenón de Elea, de los estoicos, de Hesíodo, el pensamiento occidental asume mayoritariamente a la paradoja como la confrontación de opuestos, la guerra de polos diametralmente separados que combaten eternamente por destruirse uno al otro: Occidente sólo puede reconocer a lo alto si lo compara con lo bajo; al fuego con el agua; a lo negro con lo blanco. Ese inmenso personaje del que se sabe tan poco, Lao-Tsé, dice en cambio en su Tao Te King: lo alto se remonta aún más en lo bajo; el fuego quema porque es agua; el negro aprende lo oscuro en el blanco. (El paradigma no es la guerra sino la revelación: la paradoja flexible.)
Así el wu wei de Lao-Tsé, traducido como “no hacer nada”, o “hacer en el no-hacer”, o “hacer no haciendo”, y que se contiene de modo transparente en el modo en que define sin definir al Tao (Dao), el Camino, la Vía (en una de las sentencias más profundas y admirables que ha emitido la sabiduría humana de todos los tiempos): “El Tao, sin hacer nada, no deja nada sin hacer”. Aquí la paradoja se contiene en sí misma como una serie de muñecas rusas: la nada hace, el sabio hace la nada, el camino anda más rápidamente que el caminante porque no se mueve y al no moverse no deja nada sin mover.
Las leyendas y mitos posteriores integraron a Lao-Tsé en la religión china, convertido en una deidad principal del taoísmo que revelaba los textos sagrados a la humanidad; algunas versiones sostienen incluso que tras salir de China, Lao-Tsé se convirtió en Buda. Negarlo —o incluso dudarlo— sería faltar a la flexibilidad de este insigne maestro de la paradoja. (DGD)]
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P O S T A L E S / D G D / E N L A C E S
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