jueves, 16 de enero de 2025

Reunión (15). La mirada, 2

 

DGD: Postales, 2021-2024.

 

r e t r a t o s   (e n)   (c o n)   p o s t a l e s

Reunión (15). La mirada, 2

D.G.D.

 

En los versos de José Manuel Briceño Guerrero se refleja el amante arquetípico que conoce a la perfección el arma más peligrosa: los ojos del ser amado, y que encuentra la única estrategia posible: ocultarse en esos ojos, pero no para protegerse de ser devastado (¿qué le importa la seguridad personal si en el amor no hay ya persona sino campo de resonancia, y si, además, como se dice a veces, la única seguridad es lo inseguro?). Poder mirar al otro sin peligro, sí, pero no se trata de un riesgo para el amante sino para el ser amado. El peligro de que Medusa se mire al espejo.

 

 


                Otra ladera de la mirada explora Lichtenberg: la del hombre que cree no ser mirado si él no mira. Este hombre está, sin embargo, lejos de caer en la mera ingenuidad, y es que recuerda una verdad que en la infancia conocía a profundidad —como tantas otras—: los niños se cubren los ojos para no ser vistos porque saben que todas las miradas son vasos comunicantes y que lo que uno ve sólo adquiere dimensión si lo ven todos (y que si uno deja de mirar, lo mismo ocurrirá a los demás). Todos: es decir, todo ser consciente y sintiente. O dicho de otro modo, con la matemática exactitud de Antonio Porchia: “Si no creyera que el sol me mira un poco, no lo miraría”. 

 

 


 


                Luc Dietrich, en las páginas de Le bonheur des tristes, ofrece otro matiz: el niño se cubre los ojos para seguir viendo a quien se ha alejado. O bien, como dice Felisberto Hernández en un sentido aún más físico, sencillamente para ver lejos. Esta última palabra no significa aquí una distancia insalvable sino profundidad.

               El poeta, el artista, el hombre consciente —como tan bien lo dice Jaime Sabines—, no quiere hacer sino mirar.

 

 


                La pregunta de por qué el poeta, capaz de hacerlo todo, lo único que quiere es mirar, movido por una insoportable nostalgia, es respondida por Antonio Porchia: el hacer no hace nada, pero modifica el mundo.

 

 


                Porque lo que uno mira es lo que uno es. Pessoa sabe a la perfección que uno deja algo de sí en lo que mira. Ahí queda en un sentido muy claro. En eso quedamos. Por eso el poeta quiere mirarlo todo. Para quedar en todo. Para ser mirado por el todo. Para ser todo. Para cantarlo todo.

 

 

 

*

 

P O S T A L E S  /  D G D  /  E N L A C E S

Voces de Antonio Porchia

Postales

Postales de poesía

 

 

No hay comentarios: