jueves, 18 de marzo de 2010

Un texto de Dolores Castro sobre La invención de sí mismo de Marco Antonio Millán

DGD: Textil 20, 2001
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Daniel González Dueñas y Alejandro Toledo hicieron una serie de entrevistas al poeta Marco Antonio Millán y a partir de ellas armaron un libro, La invención de sí mismo, presentado en primera persona y en el que las preguntas fueron eliminadas para dar mayor fluidez a la voz narradora. Luego de las adiciones y correcciones que hizo el mismo Marco Antonio, este libro obtuvo el Premio Nacional de Biografía convocado por el Instituto Nacional de Bellas Artes y la Universidad Autónoma del Estado de Colima en el año de 1987.
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Ante las interesantes páginas de La invención de sí mismo, fruto de una rica experiencia vital, está no sólo la historia personal del poeta, sino las raíces del movimiento social inmediato a la revolución cultural de la época vasconcelista, en el que desde muy joven se incorporó activamente Marco Antonio, acompañado por grandes artistas y luchadores sociales.
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También despierta nuestra admiración no sólo en su primera juventud, sino como el niño mexicano sobreviviente de la orfandad, la pobreza y el desamparo, para destacarse después como luchador social, como muy buen poeta e iniciador de proyectos culturales, entre otros la creación de América, revista antológica de la Secretaría de Educación Pública.
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Yo tuve la fortuna de conocer a Marco Antonio hacia el final de los años cuarenta. Me enorgullezco de haber sido colaboradora de su revista, pero sobre todo de la amistad que me brindó. Lo revivo poderosamente al encontrarme con su biografía, La invención de sí mismo, tan fiel a mi recuerdo que en su lectura me parece encontrarlo resucitado y presente, ante mí hoy.
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Lo recuerdo alto, y como todas las personas de esa estatura, un poco encorvado, pero en él esta actitud era como de acercamiento y amabilidad: la cabeza inclinada hacia la derecha, próxima al hombro, grandes brazos, abiertos, manos muy expresivas, conversación siempre apasionante.
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Rosario Castellanos y yo conocimos a Marco Antonio y a su inseparable Efrén Hernández, ya subdirector de América en esa época, cuando ambos fueron especialmente a visitarnos una tarde de 1948 a la Facultad de Filosofía y Letras, en su edificio de Mascarones, en la calle de San Cosme.
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Quedamos sorprendidas de que nos conocieran y más al saber que solicitaban nuestra colaboración para la revista. ¡Una revista antológica, que publicaba textos inéditos y con gran apertura de selección, sólo con la exigencia de calidad! Precisamente por esta apertura en la selección, y no en el rechazo de los colaboradores, pronto la revista adquirió peso y consistencia.
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Sus críticos llegaron a compararla con un ladrillo por su volumen: ¡un ladrillo con textos de Gorostiza, Pellicer, Torres Bodet, Rubén Salazar Mallén, Salomón de la Selva, y que también por otra parte dio oportunidad a los jóvenes poetas, narradores o dramaturgos como Jaime Sabines, Sergio Galindo, Emilio Carballido, Sergio Magaña y otros, y a mujeres como Margarita Michelena, Margarita Paz Paredes, Emma Godoy, Guadalupe Dueñas, Guadalupe Amor, Rosario Castellanos, en aquella época en que esto no era frecuente!
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Esta biografía ha completado para mí lo que ignoraba aún sobre el origen y la niñez que sufrió Marco Antonio, los trabajos que pasó, siempre cerca de su madre, y luego, muy joven aún, su traslado a la ciudad de México. Ahí, con habitantes de la misma vecindad en donde se alojaron, se inicia su estudio del marxismo, y también sus intervenciones ya como alumno marxista convencido, que lo condujeron a conocer violentas luchas, cárceles, humillaciones y toda suerte de experiencias dolorosas, pero también a convivir con grandes personajes de la política, del arte, tanto en la ciudad de México como en Morelia, a donde se trasladó después.
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De Morelia a la ciudad de México, y de nuevo a la capital de Michoacán es el constante peregrinaje de Marco, y luego el navegar en las agitadas aguas del callismo al cardenismo, en el que sufre cambios, problemas económicos y graves peligros al defender su integridad física o su vida.
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Finalmente Roberto Guzmán Araujo le envía un telegrama invitándolo a reintegrarse desde Michoacán a la ciudad de México, y es en esta parte del libro en donde se puede encontrar el origen de la revista América; al principio con el aporte de los españoles refugiados en nuestro país, más los intelectuales de izquierda, y de contenido político. Posteriormente América se convierte en revista antológica de la SEP bajo el cuidado y la dirección del poeta Marco Antonio, desde el número 13 hasta el número 80.
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El interés de esta biografía se multiplica en su segunda parte, cuando Marco Antonio se refiere a sus amigos: Pablo Neruda, Porfirio Barba-Jacob, Efrén Hernández, Salomón de la Selva, presentes siempre en sus recuerdos; destaca en ellos su inicial encuentro con Efrén Hernández, a quien él conocía como poeta y por tanto apreciaba de antemano.
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Volviendo al ingreso de Rosario y mío, así como el de nuestros compañeros de la época, quiero citar directamente a Marco Antonio:
Por ese tiempo se nos acercaron dos huarachuditas; las llamo así porque ambas llevaban zapatos muy bajos que contrastaban con su ropa de elegante sobriedad. Eran Rosario Castellanos y Dolores Castro, que daban clases en una escuela religiosa. Nos enseñaron sus poemas, y los publicamos. A la vez se refirieron a ciertos amigos suyos que comenzaban a escribir y cuyos textos quizá nos interesaran para América: Sergio Magaña, Emilio Carballido, Jaime Sabines... Comenzamos a hacer reuniones semanales en un café de chinos que convertimos en nuestra sala de redacción. Fue una época muy agradable.
Cuando muy pronto Rosario y yo empezamos a tener confianza en los directores de la revista, asistíamos puntualmente a las reuniones semanales en un café de chinos de la calle de Dolores, al que concurrían también escritores de provincia con sus textos publicables. Ahí se discutía a veces acaloradamente, y hasta había la posibilidad de confundir una taza de café con un pozuelo de salsa de soya, y beberla en medio de exclamaciones; o escuchar cómo Pita Amor discutía, peleaba, amenazaba a una persona muy sorprendida ante lo absurdo del comportamiento aquel. O bien Salazar Mallén escandalizaba con alguno de sus comentarios. En fin, todos esperábamos con entusiasmo estas reuniones con discusiones, opiniones interesantes.
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Además creo que fue ahí en donde aprendimos, con la publicación de nuestros textos, pero sobre todo con la amistad de Marco Antonio y Efrén, en las reuniones semanales, o en la oficina en el edificio de la SEP, o en las celebraciones del Parque Lira, en el Tampico Club, o en restaurantes, a los que concurrieron más tarde José Gorostiza, Salomón de la Selva y otros grandes artistas, continuadores de una tradición auténtica y de calidad, y con extraordinaria experiencia.
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Especialmente para nosotras las mujeres, fue además el reconocimiento de una vocación que no se ahogaría en medio del rechazo sin más razón que la de pertenecer al género femenino.
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En la segunda parte de La invención de sí mismo, el poeta recuerda a cada uno de los grandes escritores a quienes trató y también se refiere a sus obras: Porfirio Barba-Jacob, Efrén Hernández, José Revueltas y Salomón de la Selva, poeta nicaragüense que se incorporó al grupo de escritores en la Secretaria de Educación Pública, en la época de José Vasconcelos, y que también colaboraría con la revista más tarde, a su regreso a México en la época del presidente Miguel Alemán.
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Época inolvidable aquella en que, a veces sólo con escuchar a los grandes personajes, poetas, narradores, políticos a veces, podíamos, desde nuestra estatura de apenas un dedal, crecer sólo por escuchar conversaciones de los grandes, y sobre todo en la lectura de sus libros. Escuchar anécdotas divertidísimas, y proyectos, proyectos...
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Marco Antonio Millán, tal como aparece en el testimonio de esta biografía, conoció a grandes hombres, como al inolvidable escritor José Revueltas. Con Pablo Neruda compartió el pan, la sal y el vino. Discutió con él y con muchos, pero supo conquistar amistades, y nunca olvidó a sus amigos. Su autobiografía da fe de ello.
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La amistad con Marco Antonio Millán, revitalizada ahora con este libro, me remite a una importante etapa de formación, tan importante no sólo para que Rosario Castellanos y yo empezáramos a publicar, sino para recibir, mediante su amistad, un caudal de experiencias artísticas y humanas, tanto de su propia obra como de la de quienes lo antecedieron: poetas, narradores, pintores, luchadores sociales, y particularmente de su propia experiencia.
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Doy gracias por ello a Marco Antonio desde aquí y en donde él se encuentre, además de vivir en este hermoso libro, La invención de sí mismo.
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Doy también públicamente las gracias a Daniel González Dueñas y Alejandro Toledo por la oportunidad que me dieron de encontrar aquí, en su biografía, vivo y actuante, a mi amigo inolvidable.
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[Texto leído por la autora en la presentación del libro La invención de sí mismo. Memorias del editor de la Revista América, de Marco Antonio Millán, XXXI Feria Internacional del Libro, Palacio de Minería, febrero 26 de 2010.]
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[Una semblanza de la maestra Dolores Castro puede leerse aquí.]
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[Un fragmento del libro comentado puede leerse aquí.]
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Marco Antonio Millán: La invención de sí mismo.
Memorias del editor de la revista América,
Conaculta, col. Memorias Mexicanas, México, 2009.
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