sábado, 5 de septiembre de 2020

El misterio de los cien monos (LII)

DGD: Morfograma 103, 2020.

 

 

El filo de la navaja de la inestabilidad

 

El poder dominante sabe que las vanguardias se contradicen entre sí, que el sustento de éstas es justamente el vacío, que mueren por su propia “naturaleza”. Sabe también que el “público lego” prefiere asimismo olvidarlas, y que sólo las tomará en cuenta cuando se hayan vuelto parte de la ortodoxia (aquella que no se contradice, que tiene por sustento a lo sólido, que cuenta con las “evidencias”: aquella que casi es sinónimo de realidad). El paradigma responsable de toda esta “mecánica” —es eso justamente, una mecánica—, ¿aceptará en verdad equiparar por completo y sin restricciones a la materia y a la mente, e incluso buscar con pasión el territorio en que ambas se unifican?

          La pérdida es considerable, puesto que incluso las mayores intuiciones son reducidas a sus partes menos incómodas. Por ejemplo, la noción de ubicuidad es sólo aceptada para aseverar que vivimos en “el filo de la navaja de la inestabilidad” y estudiar los modos a través de los cuales el caos puede ordenarse. Así, en Ubiquity (2002) Mark Buchanan se basa en las “leyes de poder” (power laws) para demostrar que la naturaleza favorece los promedios (una muestra entre muchas: la mayoría de las personas se agrupan en torno a promedios de altura, peso e IQ) y que las “regularidades” rigen la vida hasta el grado de que las rupturas de sistemas ocurren también con regularidad (embotellamientos de tráfico, caídas de mercados bursátiles, de naciones e imperios, guerras). Aunque ello suceda de un modo difícil de prever, Buchanan intuye que “debe existir” una macro-regularidad (ubiquity) que incluye a lo irregular.

          En el fondo, encontrar la “base científica” equivale a regularizar lo irregular. Lo mismo sucede, a escala, en la memoria colectiva: las intuiciones más irreductibles no son atendidas si no se vuelven regulares, y por tanto no son escuchadas las voces individuales que han denunciado esa pérdida y han intentado ser fieles a sus más profundas intuiciones. Esas voces potentes se extienden a lo largo de la historia humana y acaso la sostienen, a despecho de todo el escepticismo con que han sido recibidas. Es aquí que la fábula de los cien monos recibe una luz distinta para entenderse: se trata acaso de la metáfora de un estado de la conciencia colectiva que no depende de paradigmas preestablecidos y en el que se unifican todas las disciplinas y modos de pensamiento (arte, ciencia, magia y religión, por mencionar las principales) para construir una base humana. La fábula de los cien monos se inserta en esta red de voces que está en la base del discurso humano, y en ella resuenan todos los niveles de esa red. Por eso resulta tan fascinante.

          Sin embargo, cada vez resulta más difícil escuchar esas voces, sumergidas en el barullo de la modernidad. Nunca como a principios del siglo XXI el escepticismo de la ciencia se ha vuelto tan rabioso, y la New Age no ha sido, a fin de cuentas, sino el pretexto perfecto para reforzar a la ortodoxia científica. Es por ello que en la Unión Americana se ha vuelto una verdadera institución inquisitorial el “Committee for the Scientific Investigation of Claims of the Paranormal” (CSICOP), en cuyo boletín oficial, el Skeptical Inquirer, colaboran científicos del mundo entero.

          El nombre de esta asociación puede traducirse como “Comité para la Investigación Científica de Declaraciones de lo Paranormal”, pero aquí la palabra clave es claim, cuyo sentido, si bien corresponde también a “demanda”, “reclamo”, “reivindicación” y hasta “derecho”, es posible asimismo entender como “pretensión”. Resulta evidente que es esta última la acepción requerida para sobreentenderse en el nombre de ese grupo. Qué saludable resulta, entonces, cuando Robert Anton Wilson propone en su Cosmic Trigger III (1995) la fundación de un CSICON: “Committee for the Surrealist Investigation of Claims of the Normal” (“Comité para la Investigación Surrealista de Declaraciones de lo Normal”), bajo la consideración de lo intrínsecamente sospechoso que resulta cualquier “pretensión de normalidad”. De modo sarcástico, Wilson ofrece un premio a quien demuestre la verdadera existencia de un solo acto normal, del mismo modo en que el Skeptical Inquirer ofrece recompensas a quien demuestre la veracidad de un hecho paranormal.

 

*

 

Libros citados

Buchanan, Mark: Ubiquity: Why Catastrophes Happen, Three Rivers Press, Nueva York, 2002.

Wilson, Robert Anton: Cosmic Trigger III: My Life After Death, New Falcon Publications, Tempe (Arizona), 1995.

 

 

[Leer El misterio de los cien monos (LIII).]

 

 

 

No hay comentarios: