domingo, 15 de agosto de 2021

Los dioses (Una tipología) (IX)

DGD: Postales, 2021.

 

El arte y la literatura se construyeron sobre el entramado tradicional de los mitos, esos relatos de antiquísimas raíces, esas historias en donde conviven dioses y héroes, tremendamente humanos, mundanos y realistas unos y otros. Si, al acercarnos a los griegos, intentamos prescindir de esas presencias divinas, olvidar que esas sombras y voces animan su trasfondo poético, nos arriesgamos a mutilar el sentido de los textos de una manera lamentable. Si los dioses se ausentan, la visión del mundo y de la existencia humana se empobrece, entristecida y mutilada.

Carlos García Gual: Encuentros heroicos

 

Los no-lugares

 

—“En el mundo mítico”, comenta Ángel Urbán, “hay espacios no reconocidos como tales, en donde no es capaz de penetrar ni siquiera la mirada de Zeus.”[1] El mito primigenio es el del nacimiento de Júpiter. Saturno, temeroso del oráculo según el cual si tiene un hijo éste ha de matarlo, busca por el mundo entero al recién nacido Júpiter. En la isla de Creta, Amaltea, la nodriza del niño, lo coloca en una cuna suspendida de un árbol, para que no sea encontrado ni en el cielo, ni en la tierra, ni en el mar. Amaltea ha buscado, pues, un espacio fuera de toda convencionalidad, un no-lugar.[2] A estos no-lugares no llegan siquiera los sentidos abiertos y omnipotentes de Saturno, padre del padre de los dioses. Y no se trata de ocultísimos recovecos en sitios inexpugnables: la sabia nodriza Amaltea encuentra uno en el punto más común: el área “vacía” entre un ramaje y la tierra.

 

 

Necesidades de los dioses

 

—“[P]ues todos los hombres necesitan a los dioses”, dice Pisístrato, hijo de Néstor, en Ilíada III. Ahora bien, ¿por qué los necesitan? Algunas razones se dibujan por sí mismas: “no se doblega rápidamente la voluntad de los dioses que viven siempre” (Néstor, Ilíada III): ergo, los hombres son necesarios para doblegar la voluntad de los dioses. “[L]legados a Ténedos realizamos sacrificios a los dioses con el deseo de volver a casa” (Néstor, Ilíada III): los hombres son necesarios para realizar sacrificios a los dioses a partir de un deseo.

          —“[S]iempre quieren los dioses que nos acordemos de sus órdenes” (Menelao, Odisea IV): los actos de los dioses son recordatorios para los hombres y acaso para sí mismos.

          —Los llamados agüeros son señales del asentimiento o rechazo de los dioses ante las acciones humanas, símbolos de los estados de ánimo divinos: “un águila de alto vuelo pasó por encima de ellos hacia la derecha, y los aqueos gritaron, animados por el agüero” (narrador, Ilíada XIII); “semejantes al iris que el Cronión fija en las nubes como señal para los hombres dotados de palabra” (Ilíada XI); “Zeus tiende en el cielo el purpúreo arco iris, como señal de una guerra o de un invierno tan frío que obliga a suspender las labores del campo y entristece a los rebaños” (Ilíada XVII).

 

 

Sed de obediencia, peticiones y sacrificios

 

—“Quien a los dioses obedece es por ellos muy atendido” (Ilíada I: lugar común en la literatura griega).

          —“[J]amás las deidades lo dieron todo y a un mismo tiempo a los hombres” (Ilíada IV): los dioses saben dosificar sus dones, sin duda para que no se interrumpan las peticiones y sacrificios.

          —Y sin embargo Hermes afirma: “sería indecoroso que un dios inmortal se tomara públicamente tanto interés por los mortales” (Ilíada XXIV).

          —“No por el sacrificio del buey se alegran los dioses celestiales, sino por el cumplimiento de la palabra dada, incluso si no hay testigos” (Ovidio, Herodias 20). El sacrificio es un pretexto para que se cumpla la palabra.

 

 

Libre albedrío

 

La Esperanza es la única diosa que habita entre humanos; las demás diosas, dejándola atrás, se marcharon al Olimpo. Se fue la Confianza, gran diosa, se fue de los hombres la Cordura, y las Gracias, amigo, dejaron la Tierra. Ya no hay juramentos de fiar entre humanos ni justos, ni nadie demuestra respeto a los dioses eternos; se ha extinguido el linaje de hombres piadosos; ahora ni las normas legales conocen siquiera la Piedad.

Teognis de Megara

 

—Los dioses ordenan casi siempre, atemorizan para ser obedecidos, castigan al rebelde y premian al sumiso, pero su relación con el libre albedrío humano es muy misterioso, porque cuando no se imponen, influencian. “El influjo de Zeus lo reconocen fácilmente tanto los que del dios reciben excelsa gloria, como aquellos a quienes abate y no quiere socorrer” (Héctor, Ilíada XV).

          —Retórica y oratoria. En Ilíada VII, Antenor, un guerrero entre guerreros, y Príamo, el rey de los troyanos, encabezan sus arengas con la misma fórmula con la que en Ilíada VIII Zeus, el padre de los dioses, inicia un discurso dirigido a sus súbditos olímpicos: “¡Óiganme, troyanos, dárdanos y aliados, y les manifestaré lo que en el pecho mi corazón me dicta!” (Antenor); “¡Óiganme, troyanos, dárdanos y aliados, y les manifestaré lo que en el pecho mi corazón me dicta!” (Príamo); “¡Óiganme todos, dioses y diosas, para que les manifieste lo que en el pecho mi corazón me dicta!” (Zeus). El corazón dicta lo mismo a hombres que a dioses. Unos y otros requieren reclamar la atención de sus escuchas para manifestarse.

          Los dioses tienen el poder para imponer sus deseos o para actuar sin explicarse, pero no lo usan: necesitan el consentimiento o el apoyo o la confianza ganada “por las buenas”. Esto alude al libre albedrío: imponer los deseos de uno sobre una mayoría temerosa no parece resultar tan satisfactorio o eficaz si ese uno no cuenta con la elección de tal mayoría, es decir si no es aceptado por medio de uso del libre albedrío (convencimiento, razonamiento, persuasión coherente).

          Aunque Zeus no está pidiendo permiso de nada sino advirtiendo y amenazando a los que contravinieran su designio (“Ninguno de ustedes, sea varón o hembra, se atreva a transgredir mi mandato; antes bien, asientan todos, a fin de que cuanto antes lleve a cabo lo que pretendo”), de todas maneras lo avisa, es decir lo pone en palabras: requiere la obediencia por temor al castigo, lo cual significa otro uso del libre albedrío: sus escuchas de todas maneras optan por obedecer. (Hay aquí una escala que depende de la medida del poder de cada uno de estos tres personajes; Zeus amenaza con una vehemencia inusitada; Príamo da una orden; Antenor se limita a exponer una propuesta. Pero los tres usan el libre albedrío y dependen de la voluntad de quienes los escuchan.)

 

*

 

Notas

[1] Ángel Urbán: “Higino: balance crítico sobre un mitógrafo traducido, desaparecido y reencontrado”, en Alfinge. Revista de filología 15, Córdoba, 2003.

[2] Cf. Giulio Guidorizzi (ed.): Igino. Miti, Adelphi Edizioni, Biblioteca Adelphi 398, Milán, 4a ed., 2000.

 

 

[Leer Los dioses (Una tipología) (X).]

 

 

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