jueves, 5 de agosto de 2021

Los dioses (Una tipología) (VIII)

DGD: Postales, 2021.

 

Una hoja que cae / se traba en una rama intermedia / y adquiere allí la forma / de un pequeño nido. // Sólo una caída interrumpida / puede curvarse como morada o refugio / para demorar otra caída. // Si los dioses existieran / sólo un dios que hubiese caído / podría sostener al hombre. // Como sólo un hombre que cae / podría sostener a un dios.

Roberto Juarroz: Decimotercera poesía vertical

 

Leyes universales: la imposibilidad lógica

 

—Los dioses nacen. Marco Aurelio (Meditaciones 8.19): “Cada cosa ha nacido para algo, el caballo, la viña. ¿De qué te sorprendes? También el sol podrá decir: ‘he nacido para algo’, como los demás dioses”. El acento cae menos en “para algo” que en “he nacido”.

          —En general, los dioses nacen del modo humano. Apolodoro (Biblioteca 11, 6): “Rea, irritada, se dirige a Creta, estando encinta de Zeus, lo da a luz en una cueva de Dicte y lo entrega a los Curetes y a las ninfas Adrastea e Ida, hijas de Meliseo, para que lo críen”.

          —Las leyes de la física/biología también sujetan a los dioses. Semele queda encinta y resulta carbonizada por un engaño de Juno; Júpiter se cose en un muslo el feto “hasta que se cumplieran los nueve meses” (Ovidio, Metamorfosis, III 260-315).[1]

          —Los dioses no pueden tener un poder absoluto porque entonces desbordarían todos los límites posibles de la imaginación. Si fueran omnipotentes podrían hacer cualquier cosa de cualquier modo, y decretar, por ejemplo, que el tiempo retornara, abrir mil líneas temporales simultáneas, hacer cosas distintas en cada una, eliminar a los otros dioses, crear a nuevas deidades, destruir y recomponer universos... Esa narrativa sería totalmente incomprensible para los seres humanos (por ilógica).

          Si Minerva construye una nave con dos proas para que Dánao huya de Egipto (Higino: Fábulas, CLXVIII), ello es un prodigio que contrasta de inmediato con lo normal: las naves usuales con proa y popa. Pero si de pronto Minerva creara proas sin popas u océanos sin frontera con aire o tierra, o si creara un universo que cambiara absolutamente de instante en instante como un caleidoscopio, rompería la lógica de maneras extremas, y dejaría de haber posibilidad de representación mental en el escucha o lector. La extrañeza pura ya no reflejaría a lo humano, lo cual significa una de dos cosas: o dejaría de ser humana, o bien liberaría a lo humano de la construcción continua a la que lo someten la lógica y la razón.

 

 

La realidad erizada

 

Los mitógrafos, escoliastas, editores y comentaristas de mitos, en la medida de su erudición y entrega a la disciplina, llegan a vivir en una realidad erizada. Por ejemplo, Higino cuenta que Latona, para dar a luz a Diana y Apolo en la isla de Ortigia (luego Delos), se agarró de un olivo (Fábula LIII). El anotador de esta edición de Higino, Javier del Hoyo, escribe en nota al pie: “En realidad, se trataba de una palmera”. Se basa, desde luego, en fuentes aún más antiguas a las que estudia cuidadosamente, y sin duda opta por el método de la reiteración (la versión más creíble es aquella en la que coinciden autores diversos que en diferentes zonas y épocas dicen lo mismo). Sin embargo, la clave está en ese “en realidad”. La realidad en la que Latona se agarra de un olivo o de una palmera no es la de la cotidianidad del mitógrafo, pero tampoco es una radicalmente distinta: es lo cotidiano erizado, alerta ante la posibilidad de una apertura, ahí en donde Latona y Sor Juana no son polos opuestos de la escala “real-irreal” (o “verdadero-ilusorio”) sino dos colores en una sola gama cromática.

 

 

Imposibilidades de los dioses

 

—Si los dioses no comprenden del todo a los seres humanos, de ello se desprende que los dioses tienen límites, cuestión que se representa en la frase “ni siquiera los dioses”.

          —“[N]i el mismo Zeus altitonante puede modificar lo que ya ha sucedido” (Néstor, Ilíada XIV).

          —Al contar la historia del jabalí de Calidón (Metamorfosis, VIII), Ovidio registra un ruego que Jasón hace a Febo, y a continuación hace un curioso apunte: “En lo que pudo, el dios asintió a sus peticiones”. Quizás se refiere a un conflicto de intereses entre los dioses que impide al dios acceder del todo, pero también sutilmente sugiere un límite en los poderes de Febo.

          —B.C. Dietrich llega a afirmar: “[Los dioses] No lo pueden todo, puesto que están sujetos al hilado de Aisa y las Hilanderas”.[2] A esto se asocia un buen número de imposibilidades; por ejemplo: “ni siquiera los dioses pueden apartar la muerte, común a todos, de un hombre, por muy querido que les sea, cuando ya lo ha alcanzado el funesto Destino de la muerte de largos lamentos” (Atenea, Odisea III).

          —Tampoco pueden conceder eterna juventud o rejuvenecimiento a los seres humanos. En el Libro IX de Metamorfosis, Hércules consigue rejuvenecer al anciano Yolao y los dioses celosos atosigan a Júpiter para que devuelva la juventud a sus respectivos favoritos (porque “Todos los dioses tienen alguien por quien tomar partido”), hasta que el dios mayor dice a sus subalternos: “¿Alguno imagina que tiene tanto poder como para vencer también al hado?”, y agrega: “Para que incluso ustedes lleven esto con mejor ánimo, también a mí me dominan los hados; si tuviera poder para cambiarlos, no encorvarían a mi querido Éaco los años del ocaso, y Radamanto conservaría la perpetua flor de la edad, junto con mi querido Minos, que, debido al peso de la amarga vejez, es objeto de desprecio y ya no reina con el orden de antaño”. Ovidio respeta el Fatum de Virgilio, aquella magnitud ante la que el propio Júpiter se inclina. En la Eneida (X 467-472), Hércules pide a Júpiter que salve a Palante, y el “padre de los dioses” responde que él mismo no pudo hacer nada contra el dictado de Fatum y tuvo que soportar la muerte de su hijo Sarpedón.

          (La omnipotencia de Júpiter queda contradicha por su subordinación a un poder superior, el Hado. De esta condición se aprovecha el anónimo autor de Contra los paganos, un poema cristiano incluido en la Antología Latina: “En fin, si el propio Júpiter está sometido al Hado, / ¿qué aprovecha a los desgraciados proferir inútiles rezos?”)[3]

          —“A los dioses nunca les está permitido deshacer lo que otro dios ha hecho” (Ovidio, Metamorfosis XIV).

          —Los dioses no pueden suicidarse ni morir. Higino, en la fábula CCXLIII, que es en realidad una lista (“Aquellas que se suicidaron”), escribe: “Calipso, hija de Atlante, se suicidó por amor a Ulises”. El comentarista anota: “Higino olvida aquí que Calipso era una diosa y que, por lo tanto, no podía suicidarse ni morir”. ¿Es realmente un olvido, o una entrevisión de la más secreta de las leyes de lo divino?

 

*

 

Notas

[1] Algunos mitógrafos hacen un apunte aún más fisiológico y comentan que Semele tenía un embarazo de seis meses, y por tanto Zeus se introdujo el feto en un muslo hasta que terminara su gestación; tres meses después nacería quien iba a ser conocido como Líber o Dioniso/Baco (Apolodoro: Biblioteca, III 4, 3; escolio a Ilíada XIV 325); por ello fue denominado bimater (cf. Higino; Fábulas, CLXII y CLXXIX).

[2] Cf. B.C. [Bernard Clive] Dietrich: Death, Fate and the Gods: Development of a Religious Idea in Greek Popular Belief and in Homer, Athlone Press, Londres, 1965.

[3] Antología Latina, Gredos, Biblioteca Clásica Gredos 394, Madrid, 2011; int., trad. y notas: Francisco Socas.

 

 

[Leer Los dioses (Una tipología) (IX).]

 

 

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