sábado, 15 de enero de 2022

Los dioses (Una tipología) (XXIV y final)

 

DGD: Postales, 2021.

 

Coda VI. Júpiter fue un hombre como cualquier otro

 

Los dioses son criaturas de la imaginación, pero de una imaginación encendida por la sensación del hombre acerca de su dependencia, de sus aflicciones y de su egoísmo; son criaturas no solamente de la imaginación sino también de la emoción, especialmente de las emociones de la esperanza y del miedo.

Ludwig Feuerbach: Conferencias en la esencia de la religión

Júpiter: Soy dios supremo en donde soy dios supremo, ni un palmo más allá. A mí me llaman el padre de los dioses porque soy padre de los que son mis hijos; no obstante, yo mismo soy hijo, y los que son mis padres tuvieron sus padres. Nadie sabe si la falta de final de todo se debe a que andamos siempre hacia adelante, hacia donde nunca se llega, o porque andamos siempre en círculo, hacia donde no hay a dónde llegar.

Fernando Pessoa: Sesión de los dioses

 

Para denunciar la falsedad de los dioses paganos, Tertuliano (Apologética, X) se vale de una curiosa mecánica: no afirma que Saturno era sencillamente un personaje inventado por la imaginación colectiva, sino que fue un hombre como cualquier otro:

 

Antes de Saturno no tienen ustedes a dios alguno más antiguo. De éste se originó la divinidad mayor y más notoria. Y así, lo que constare de esta divinidad originaria convendrá a la posteridad sucesora. A este Saturno, ni los anales de Diodoro, griego, ni los de Talo, ni los de Casio Severo, ni Cornelio Nepos, ni otro comentador de antigüedades lo llamaron más que hombre. [...] Este fue el que primero enseñó a imprimir y a sellar la moneda, y por esto ustedes lo hicieron presidente del Erario. Luego si Saturno fue un hombre que nació de otro hombre, procedió sin haber un título especial por el que se llame más hijo del cielo y de la tierra que los otros hombres nacidos.

 

          Tertuliano usa como imbatible demostración el hecho de que los padres de Saturno no eran conocidos: “A cualquier hombre no conocido o que repentinamente se aparece entre nosotros, siendo de grandes prendas y valor, solemos comúnmente llamarlo hombre bajado del cielo”. Alude a la mecánica teatral frecuente en las representaciones de tragedias, en donde repentinamente aparecían los dioses por tramoya (Deus ex machina). Y continúa: “Por esto a Saturno, que vino inopinadamente a Italia, lo llamaron celestial. También el vulgo, a aquel a quien no se le conocen padres, lo llama hijo de la tierra”.

          Aquí el teólogo utiliza ingeniosamente la costumbre popular de llamar “bajado del cielo” a cualquier individuo notable, e “hijo de la tierra” a alguien de padres desconocidos. Tertuliano concluye de manera genealógica para demostrar que Júpiter no era más que un hombre común: “Con esto con lo que brevemente probé la humanidad de Saturno, se prueba también la de su hijo Júpiter, que fue un hombre terreno, hijo de otro, y por la misma razón, todo el enjambre de sus hijos; que siendo mortal el padre, mortal será también la semilla”.

          Tertuliano procede entonces a suponer que hay un Dios supremo que hace a los dioses: “Porque si no hubiera uno que hiciera a los dioses, vanamente presumen ustedes que hay dioses hechos negando al hacedor”. Son, pues, hombres hechos dioses por una divinidad superior, porque “si ellos se pudieran hacer dioses, nunca habrían sido hombres, poseyendo una naturaleza más grande y una calidad más honrada”. Pero una vez formulada esa hipótesis, se pregunta por qué iba Dios a hacer dioses; una posible respuesta es que necesitara ayuda para los oficios del cielo, pero entonces no sería omnipotente, puesto que no lo es un dios que necesita auxilio externo:

 

La naturaleza no salió imperfecta de la mano divina, que a todas las cosas perfecciona. No esperó a Saturno ni a sus hijos para recibir virtud de su mano. Vanos serían los hombres si no creyeran que desde el principio del mundo llovieron las nubes, centellaron las estrellas, lucieron los astros, bramaron los truenos y que el mismo Júpiter temió los rayos que le ponen ahora en una mano.

 

          Otra posibilidad estriba en que Dios diera el oficio de ministro celeste a alguien cuyos méritos quisiera honrar; en tal caso este dios no tendría ni bondad ni justicia porque “ha dado tales oficios a los más viciosos”. Por lo demás —razona Tertuliano—, si hubo vino, pan y aceite antes de que nacieran Baco, Ceres y Minerva, entonces ni Baco creó el vino, ni Ceres el pan, ni Minerva las aceitunas. ¿Y por qué a estos sí y no a otros de iguales o mayores méritos? Pone el ejemplo de Lúculo, que llevó a Roma las cerezas del Ponto y a quien no se dio la misma divinidad que a Baco por haber otorgado el vino (aquí se podría agregar la larga lista de inventores ilustres que Plinio incluye en la Historia natural). Júpiter fue adúltero; Marte, asesino; Mercurio, ladrón, etcétera; de esta manera,

 

¿cómo Dios, que es la suprema bondad, pudo elegir para su compañía a hombres a los que ustedes evitan por sus costumbres? ¿O por qué condenan sus leyes a los malhechores si a la vez ustedes adoran a sus colegas? La justicia de ustedes es una afrenta a los cielos; porque si ella condena a los ladrones, ya debería juzgar que muchos dioses deberían ser ahorcados. Para agradar y obligar a estos dioses, mejor sería que hicieran dioses a los hombres más facinerosos, ya que sería agasajo y honra suya la consagración de los iguales.

 

          Y llega así al punto más polémico: “¿cuántos mejores muertos que éstos dejaron ustedes en el infierno?”. Procede a enumerar algunos ejemplos ilustres: “¿Entre sus dioses hay alguno más sabio que Sócrates, más justo que Arístides, más soldado que Temístocles, más sublime que Alejandro, más dichoso que Polícrates, más elocuente que Demóstenes? ¿Entre los que sacaron para dioses hay alguno más sabio y grave que Catón, más justo ni guerrero que Escipión, más sublime que Pompeyo, más feliz que Escila, más elocuente que Tulio?”.

          La ortodoxia religiosa no pudo retirar a Tertuliano el mote de “padre de la iglesia”, y su sanción fue rehusarle la canonización junto con Orígenes. Los motivos abundan en la prolífica obra de Tertuliano y acaso ante todo en esta conclusión suya: “Si deidades se dan por méritos, ¿cuán dignamente habría Dios guardado alguna para éstos sabiendo que habían de nacer para merecerla mejor que Júpiter o Saturno? Pero creo que se anticipó y cerró el cielo en la primera elección, y estará ahora vergonzosamente confuso viendo que en el infierno murmuran de la injusticia los mejores”.

 

*

 

[Fin de Los dioses (Una tipología)]

[Leer un texto paralelo: Creer.]

 

 

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