domingo, 6 de marzo de 2022

Creer (I)

DGD: Postales, 2021.

 

 

Sería conveniente —habla Juan de Mairena a sus alumnos— que el hombre más o menos occidental de nuestros días, ese hombre al margen de todas las iglesias —o incluido sin fe en alguna de ellas— que ha vuelto la espalda a determinados dogmas, intentara una profunda investigación de sus creencias últimas. Porque todos —sin excluir a los herejes, coleccionistas de excomuniones, etcétera—, creemos en algo y es este algo, a fin de cuentas, lo que podría explicar el sentido total de nuestra conducta. Sin una pura investigación de las creencias, que sólo puede encomendarse a los escépticos propiamente dichos, carecemos de una norma medianamente segura para juzgar los hechos más esenciales de la historia.

Antonio Machado

 

En uno de sus cuadernos de notas, Tomás Segovia escribe:

 

Lo que es difícil de imaginar concretamente es el inicio de una fe. ¿Cómo da sus primeros pasos un profeta? Si la fe es creer porque los demás creen, ¿cómo empiezan a creer los primeros que creen cuando están todavía solos? Ese enigma es el que intenta resolver la noción de revelación. Pero la creencia del profeta en su propia revelación (suponiendo que la haya) no es propiamente fe. La fe empieza con la creencia de los apóstoles en la revelación del profeta. (Todos los profetas tienen evidentemente apóstoles: los tuvieron Mahoma y Buda tanto como Abraham o Jesús.)

  Un bonito relato sería el de un grupo de personas que empiezan a creer que ha tenido una revelación alguien que por su lado no cree haber tenido ninguna revelación. Pero que se convierte inevitablemente en profeta.

 

La pregunta sería entonces: ¿cuándo ese grupo empieza a creer? Y sobre todo: ¿por qué?

 

*

 

Toda la cuestión (en realidad todas las cuestiones) gira en torno al acto fundamental de creer.

          Se dice, por ejemplo, en el sentido de que las palabras no alcanzan a reflejar las cosas a las que describen. Creer es un acto de fe porque la palabra día no alcanza a describir la luz. He ahí dos sentencias inconexas: 1) creer es un acto de fe; 2) la palabra día no alcanza a describir la luz. Creer es una fe dentro de otra dentro de otra y así hasta el infinito. Un lingüista dirá que la palabra “día” no tiene que describir a la luz, porque para eso está la palabra luz. Todo es creencia-confianza-fe en distintas combinatorias y aplicaciones: tanto la ciencia como la metafísica; tanto el erotismo como la teología; tanto la economía como la vida cotidiana. La educación: los niños creen (al menos en principio) en lo que les dicen los adultos. La política: los pueblos creen (o hacen que creen) en lo que les prometen los dirigentes. La religión, la sociología, la medicina: graduaciones de creencias y las creencias respecto a esas creencias...

 

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En la saga de Dune, Frank Herbert escribe: “Todas las pruebas conducen inevitablemente a proposiciones que carecen de pruebas. Todas las cosas se conocen porque queremos creer en ellas”. Por su parte, Philip K. Dick definió una vez a la realidad como “eso que, aún cuando dejes de creer en ello, no se va”.

          Hay aquí dos definiciones contrarias de lo real. Para Herbert, la realidad es lo que creemos que es, lo que queremos creer que es. Para Dick, es algo superior o independiente del creer: hay cosas que están ahí y nunca se van aunque uno les retire credibilidad o de plano las niegue. No es gratuita esta aseveración en Dick, porque no hay nadie más consciente de la virtualidad de lo “real”: cree en una realidad superior, más allá de todos los simulacros. Dick era un místico no confeso. La diferencia filosófica estriba en que Herbert no cree en una realidad superior: es un agnóstico confeso.

 

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Lo que hay de bueno o malo en cualquier creencia, cualquiera, es el modo en que se cree. El bien o el mal están en la psique del creyente, no en la creencia.

Fernando Pessoa

 

En A Educação do Estóico (Lisboa, 1999, firmado por “Barão de Teive”), Pessoa habló del conflicto “que nos quema el alma” (el “nos” se refiere a quienes tienen la misma altura del sentimiento y de la inteligencia): “el conflicto entre la necesidad emotiva de la creencia y la imposibilidad intelectual de creer”.

 

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Creer. Creer que eso es la realidad. Creer en la sensación de haber estado ahí, o por el contrario creer en la otra sensación, igualmente poderosa, de no haber estado ahí. Qué difícil ir más allá del creer, o creer, como Dick, que detrás de todas las seudo-realidades (los simulacros) hay una Realidad absoluta, que no depende de que uno o unos pocos o todos creamos en ella.

 

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[Leer Creer (II).]

 

 

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