jueves, 15 de septiembre de 2022

Creer (XX)

DGD: Postales, 2022.
  

Sé mucho para ser un escéptico y poco para ser un dogmático.

Pierre Bayle

El corazón del hombre necesita creer algo, y cree mentiras cuando no encuentra verdades que creer.

Mariano José de Larra

 

Fatalismo del amor

 

Hablando del amor, Lugones exclama: “¡Oh, fiero menester el del amante, / Ya que sólo mordiéndose a sí mismo / Se desbasta el amor como el diamante! // Y luego aquel extraño fatalismo / Compuesto al par de duda y de esperanza, / Cual la noche es estrella y es abismo”.

          ¿Qué tanto el acto de creer está, en efecto, “compuesto al par de duda y de esperanza”? Al enamorado la duda lo inmoviliza (no sabe qué creer), mientras que la esperanza lo hace precipitarse (actúa como si lo que espera y sueña fuera real). Cree (espera) y no cree (duda) alternativamente, torturado por un extraño fatalismo. Si el creer fuera modelar la realidad, todo amor se realizaría en la medida de su intensidad; si la creencia fuera sólo una ilusión del libre albedrío, ningún amor pasaría al territorio de lo físico.

          Pero si creer es crear, resulta más que evidente que no creo lo que creo. Es incluso un lugar común que los deseos sólo son realizables en muy raras ocasiones. El mundo no es como me gustaría, pero creo en él, creo en su realidad, contra la que no puedo luchar. No creo que pueda transformarlo, y creo en mis límites. No creo ni transformo al mundo, pero creo mis límites. Creer no parece más que un trámite para poner una pizca de libre albedrío en una realidad inevitable.

 

 

El efecto nocebo

 

En muchos casos se dice que la única condición necesaria para que la brujería funcione, es creer en ella. En este contexto, el escepticismo se considera la mejor protección contra la magia perniciosa. Ésta sólo afecta a quienes creen en ella; los incrédulos están “protegidos” por su misma incredulidad. (Se ha llegado incluso a postular —con menor ironía de lo que podría parecer— que la ciencia, caracterizada ante todo por su escepticismo, fue creada por ciertos magos como una protección colectiva en una época en que la magia negra se había extendido de modo incontrolable.)

          En el mismo nivel se encuentra la hipocondría: hay una tan aguzada necesidad de creer que basta que una persona escuche hablar de algún padecimiento para que crea sufrirlo y desarrolle síntomas concretos. “Psicosomático” es el término para esta forma de la confianza (se llama “efecto nocebo” a la aparición de un síntoma somático causado por un proceso psíquico). ¿Por qué en estos casos la fe sí tiene secuelas tangibles en lo cotidiano, es decir, por qué sólo aquí es responsable de una cierta modificación de la realidad, y no en otros casos en los que quizás podría hablarse de creación no de enfermedad sino de salud? ¿La fe puede considerarse únicamente como susceptibilidad, como contagio?

 

 

Invención y descubrimiento

 

Los oficios y especialidades son cristales distintivos a través de los cuales se ve el mundo: para un músico el universo es música; para un arquitecto, arquitectura; para un poeta, lenguaje, etcétera. Y acaso todos ellos están en lo correcto a su manera, es decir, a su respectiva manera de creer. Y se vuelve a la gran dicotomía: azar o necesidad; subjetividad u objetividad; virtualidad o realidad superior; estocástica u orden inteligente. O dicho de otra manera y cerrando el bucle: invención o descubrimiento.

          María Chudnovsky, una matemática de la Universidad de Columbia, opta por el descubrimiento: “Cuando trabajo, las matemáticas se revelan ante mí. Tengo la sensación de que hay ahí algo afuera que trato de encontrar, comprender y alcanzar”.[1] O Jim Gates, de la Universidad de Maryland: “Con la matemática moderna es como si siempre existiera algo antes de que tú llegaras ahí”. Otra especialista de la Universidad de Columbia, Dusa McDuff, intenta una cierta conciliación: “En mi opinión, lo que los matemáticos estudiamos es más un descubrimiento que una invención, porque estamos descubriendo algo sobre la forma en la que funciona nuestra mente cuando interactúa con el mundo”.

          En esta última opinión (que es sinónimo de creencia, ya no se diga de doxa) se notan las contradicciones: McDuff no habla de descubrir cómo funciona el universo (realidad superior, necesidad) sino de descubrir cómo la mente humana interactúa con el universo (virtualidad, subjetividad). Dicho de otro modo: habla de azar para descubrir la necesidad; de subjetividad para alcanzar la objetividad; de una virtualidad que tiene como meta a la realidad superior; de una estocástica consagrada a encontrar a la divinidad. Casi diríase que, contradictoria y paradójicamente, se trata de un no creer en el creer y un no-creer cuya función es creer.

          Incertidumbre, ambigüedad, paradoja y contradicción. Mario Livio, autor de ¿Es Dios un matemático?,[2] afirma que los números fueron invenciones pero que luego estas invenciones coincidieron con las propiedades preexistentes del universo, lo cual desemboca en descubrimientos. “Inventamos el concepto y después descubrimos las relaciones entre los diferentes conceptos”, dice Livio. Jim Gates intenta la imposible conciliación final de los opuestos: “Es una pregunta con dos respuestas. Sí, parece que ya estaba ahí, y sí, es algo que surge de la naturaleza creativa más profunda en el ser humano”. Pese a ese esfuerzo de superar la contradicción, es claro que, según estos términos, la invención se limita a encontrar los medios novedosos para el (re)descubrimiento de algo que ya estaba ahí. (Como en la ley de la termodinámica, la materia no se crea: sólo se recombina.)

          Este argumento es muy similar a aquel otro que intenta conciliar a determinismo y libre albedrío diciendo que este último existe en lo pequeño, mientras que lo grande está predeterminado. De todos modos el azar queda como parte de la necesidad; la subjetividad sigue siendo subsidiaria de la objetividad; la virtualidad sirve a la realidad superior; la estocástica a Dios. La frontera entre uno y otro territorio no es otra que la del creer: la irrepetible creencia de cada individuo enfrentado a este problema secular.

 

*

 

Notas

[1] Esta y las siguientes citas proceden de un documental de la serie Nova llamado The Great Math Mistery (El gran misterio de las matemáticas), dirigido por Daniel McCabe y Richard Reisz en 2015, con guión del primero.

[2] Mario Livio: Is God A Mathematician?, Simon & Schuster, Nueva York, 2009. [¿Es Dios un matemático?, Ariel, Barcelona, 2009.]

 

 

[Leer Creer (XXI).]

 

 

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