miércoles, 5 de abril de 2023

Olga Orozco: la sabiduría de la sangre

DGD: Postales, 2023.


r e t r a t o s   (e n)   (c o n)   p o s t a l e s

Olga Orozco: la sabiduría de la sangre

 

Nota

No hay poeta que no divague, que entre sus versos no consienta ciertas pausas —a veces distracciones, desvíos o tentaleos para retomar el rumbo; a veces detenciones requeridas para hacer recuentos o recargar fuerzas; a veces regodeos de ritmo o verbalidad—; estos remansos son una parte del canto, y el lector los espera incluso para también él recobrar aliento. Apenas sucede esto en la obra de Olga Orozco (Toay, La Pampa, 1920-Buenos Aires, 1999): aun sus retrocesos son avances y puede decirse que sigue exponiéndose cuando se resguarda y que su escritura, del verso inicial (que viene de muy atrás) al verso que cierra la obra (que más bien abre puertas a cada paso), no consiente rodeos, autogratificaciones ni descargos. No se trata de decir que en Orozco todo sean notas altas (una obra así, sin contrastes, se convertiría en promedio y se opacaría a sí misma), sino que incluso en sus momentos de low key mantiene una voz y un silencio que muy pocas veces han sido escuchados en el universo del lenguaje. De ahí esa excepcionalidad de la que es muy arduo hablar desde fuera (si existe realmente la posibilidad de hablar desde el “exterior” de esta obra). || Se ha hecho aquí una selección de fragmentos de la entrevista realizada por Claudia Posadas (“Apremiar a Dios para que hable”, Periódico de Poesía, n. 74, UNAM, México, noviembre de 2014), fragmentos entre los que se entrelazan versos de cada uno de los poemarios de Olga Orozco. [DGD]

 

 

Todo es una unidad perdida, y eso viene de una tradición anterior que dice que éramos uno con la divinidad. El mío es un Dios perfecto pero que en algún momento no estuvo conforme consigo mismo y se repartió en los humanos.

 

Sí. Ese siempre tan lejos como nunca,
esa memoria apenas alcanzada, en un último esfuerzo,
por la costumbre de la piel o por la enorme sabiduría de la sangre.

[Desde lejos, 1946]

 

Creo que nosotros estamos haciendo una especie de respiración artificial como para que Dios vuelva a ser como él quería ser. Dios está uniendo a nosotros sus rasgos. Ahora, no ha dejado de ser Dios, a pesar de eso. A mí me cuesta hablar de este tipo de cosas, [...] son cuestiones muy profundas que están presentes en mi poesía. [...]

 

Mi historia está en mis manos y en las manos con que otros las tatuaron.
De mi estadía quedan las magias y los ritos,
unas fechas gastadas por el soplo de un despiadado amor,
la humareda distante de la casa donde nunca estuvimos,
y unos gestos dispersos entre los gestos de otros que no me conocieron.

[Las muertes, 1952]

 

Al mismo tiempo sufro la condición de lo humano y mi anhelo de lo divino. Esa escisión es mi raíz, mi herida en el costado y creo es la razón por la que escribo: me siento insuficiente, incompleta, negada para resolverlo desde este lado. [...]

 

¿Dónde están las palabras?
¿Dónde está la señal que la locura borda en sus tapices a la luz del relámpago?
Escarba, escarba donde más duela en tu corazón.
Es necesario estar como si no estuvieras.

[Los juegos peligrosos, 1962]


Hay una gran fe y exaltación de valores como la justicia, la libertad y el amor, que son propios del surrealismo, pero mis imágenes no se parecen en absoluto a éste, ya que se trata de imágenes muy estrictas; mi poesía es muy coherente y exigente en cuanto a la regularidad, y estos aspectos no son propios de los surrealistas. Tengo alguna relación con los antecesores del surrealismo, pero, por ejemplo, lo que tengo en común es mi creencia en otros planos de la realidad, mi inclinación por lo onírico, por lo subconsciente. Sin embargo, lo subconsciente se va a un plano de claridad, de razón, de modo que no he hecho poesía automática.

 

¿En qué alfabeto mítico aprendiste a interpretar los símbolos?
¿Qué fábulas heroicas te enseñaron
a sitiar los aviesos anuncios con el foso de la monotonía
y a clavarles después el puñal del relámpago?

[Cantos a Berenice, 1977]

 

El subconsciente es un depósito inagotable que hay que llevar a plena luz. Es una conciencia superior iluminadora a la que hay que encontrar un sentido, y eso es lo que hago con mi poesía. Empiezo por captar elementos a través del subconsciente y luego trato de llevarlos a esa altura. La primera intención es una búsqueda parecida al surrealismo. En cuanto a los demás elementos, creo que, como mencioné, hay una creencia en otros planos de la realidad que no es éste que nos rodea. Creo que hay otro tiempo y otros planos que son inabordables desde este costado del mundo. Tengo una cierta intuición, un cierto relámpago por el que a veces entrevemos, pero que incluso es difícil trasladar a la palabra o darlo a entender a alguien porque no existe el lenguaje adecuado para eso. [...]

 

La realidad, sí, la realidad,
ese relámpago de lo invisible
que revela en nosotros la soledad de Dios.

[Mutaciones de la realidad, 1979]

 

Busco descifrar el universo por el lado de la poesía. Claro, cuando uno cree que está en la página 30 del libro del Universo, tiene que volver hacia atrás, como si no hubiera escrito nada. [...]

 

Ahora me has marcado con tu alfabeto negro.
Pertenezco a la tribu de los que se hospedan en radiantes tinieblas,
de los que ven mejor con los ojos cerrados y se acuestan del lado del abismo y alzan vuelo y no vuelven

[La noche a la deriva, 1983]

 

Nada está dado de una manera simple, sino de una forma metafórica. El Universo vendría a ser una metáfora de Dios. Entonces hay que hacer una especie de conversión del Universo, pero claro, éste nos resulta demasiado infinito y con elementos inabordables como para hacer una conversión casi matemática. [...]

 

Mis refugios más bellos,
los lugares que se adaptan mejor a los colores últimos de mi alma,
están hechos de todo lo que los otros olvidaron.
Son sitios solitarios excavados en la caricia de la hierba,
en una sombra de alas, en una canción que pasa;
regiones cuyos límites giran con los carruajes fantasmales
que transportan la niebla en el amanecer
y en cuyos cielos se dibujan nombres, viejas frases de amor,
juramentos ardientes como constelaciones de luciérnagas ebrias.

[La noche a la deriva, 1983]

 

No vamos a tener la respuesta sino hasta que pasemos al otro lado. Los vislumbres tienen la característica de lo inefable pero no pueden describirse porque justamente son los que no puede trasladar la palabra. Son momentos de elevación absoluta en los que uno cree en un juego de luces, en el brillo de un árbol a determinada hora. Pero es muy rápido, es un relámpago. [...]

 

¿Y servirá este cuerpo más allá para sobrevivir,
el inepto monarca, el destronado, el frágil desertor obligatorio,
rescatado otra vez desde su nadie, desde las entrañas de un escorial de brumas?
¿O será simplemente como escombro que se arroja y se olvida?
No, este cuerpo no puede ser tan sólo para entrar y salir.

[En el revés del cielo, 1987]

 

Creo que si tuviera la revelación plena, plena, tal vez dejaría de escribir. Si tuviéramos la revelación, nos parecería inútil seguir hablando; llegaríamos a un silencio absoluto porque, además, nos estaría prohibido dar la respuesta o no encontraríamos la palabra para dar esa respuesta. Creo, además, que puede ser algo tan poderoso, que tal vez [...] uno se quedaría mudo, balbuceando o perdería la razón, como sucedió a Artaud. La poesía es un interrogatorio permanente al mundo pero que responde casi siempre con otra pregunta. La última interrogación que puedes llegar a decir tropieza con un silencio, con la respuesta que está vedada para este lado del mundo. [...]

 

Sólo quiero decir que eres testigo desde todas partes,
huésped del tiempo frente al repertorio de la memoria y del oráculo,
y que cada lugar es un lugar de encuentro como el final de una alameda.

[En el revés del cielo, 1987]

 

Vivimos en una mezcla de oscuridades y de luces que tenemos que hacer que coincidan, que se complementen. La oscuridad debe revelar elementos que puedan verse a plena luz y que a plena luz, en primera instancia, no se verían, porque la luz en plenitud puede enceguecer y no mostrar nada. Finalmente, creo que la oscuridad es válida, como lo decía San Juan de la Cruz. [...]

 

Sé que la luz delata los territorios de la sombra y vigila en suspenso,
y que la oscuridad exalta el fuego y se arrodilla en los rincones.
Pero ¿cuál de las dos labra el legítimo derecho de la trama?

[Con esta boca, en este mundo, 1994]

 

Creo, como Bachelard, que la poesía es vertical, que tiende a las búsquedas hacia lo alto y en las grandes profundidades. Y la prosa es horizontal, va paso a paso, puede relatar lo cotidiano, un tiempo lineal o también, tergiversarlo, que por cierto a mí me encanta tergiversar el tiempo, hacerle esa jugarreta. La poesía no puede contar; cuando cuenta, a menos que sea una poesía épica, se rompe. Y he tenido necesidad, a veces, a través de mi memoria, de hacer referencia a la infancia, ya que ésta ha influido mucho en mí y ha seguido un camino paralelo. Es como si hubiera crecido conmigo, retocada por aconteceres. [...]

 

Pero cuando dos cuerpos elegidos para el amor se buscan y se encuentran,
cada cuerpo es entonces una respuesta exacta para cada pregunta del deseo
y la carne vertiginosa asciende por el revés de la caída
y es delirio de fuego y alabanza, un aluvión de soles,
hasta precipitarse en el suspenso donde se vuelan juntas las dos almas
y hay un solo aleteo enamorado contra las puertas de la eternidad.

[Últimos poemas, 2009]

 

La luz de la razón plena puede hacerlo a uno perder muchos caminos. En la oscuridad, entendida como la subconsciencia, uno puede encontrar elementos que lo iluminen realmente. Con el gran salto que da para explicar el mundo, la razón es pretenciosa; la razón quiere explicarlo todo; el salto que da es mucho más amplio todavía que el salto de la fe.

 

Te invoco para entonces, para cuando recorra la real eternidad
en busca de un espacio de luz a la medida de un sueño perdurable.
Déjame entrar entonces en tus atardeceres fulgurantes junto al fuego sagrado.
Podrás reconocerme por mi color de invierno neblinoso;
tengo las mismas manos ahuecadas para guardar el vaho de los mejores años
y los húmedos ojos siempre nuevos para cada milagro.

[Últimos poemas, 2009]

 

*

 [Leer Wislawa Szymborska: “Todos veremos”]

*

 

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1 comentario:

Anónimo dijo...

Este artículo en particular me dió una sensación de esperanza y al mismo tiempo me entró una envidia terrible de no ser yo poeta