sábado, 25 de marzo de 2023

“Lince lleno de linces hasta el borde”: Eduardo Lizalde


DGD: Postales, 2023.

 

r e t r a t o s   (e n)   (c o n)   p o s t a l e s

“Lince lleno de linces hasta el borde”: Eduardo Lizalde

 

Nota

Eduardo Lizalde (1929-2022), poeta, narrador y ensayista, a fines de los años cuarenta fundó, en colaboración con Enrique González Rojo y Marco Antonio Montes de Oca, un movimiento que intentó reunir vanguardismo y política: el poeticismo. De ahí provino La mala hora (1956), un libro que el autor —en un caso similar al de los Salmos rojos borgesianos— retiró de su bibliografía. Con Cada cosa es Babel (1966) Lizalde entró de lleno en el territorio de la poesía mexicana en herencia de los poemas extensos y reflexivos a la manera de Sor Juana y Primero sueño, o de Gorostiza y Muerte sin fin. Luego vendrían El tigre en la casa (1970,), La zorra enferma (1974), Caza mayor (1979), Al margen de un tratado (1981-1983), Tabernarios y eróticos (1989), Rosas (1994) y Otros tigres (1995). Recibió los premios Xavier Villaurrutia, Nacional de Poesía Aguascalientes, Nacional de Lingüística y Literatura, Iberoamericano de Poesía Ramón López Velarde y el Internacional de Poesía Ciudad de Granada Federico García Lorca. En esta entrega se ha hecho una antología de entrevistas a Lizalde con un especial acento en Cada cosa es Babel. Si la poesía es transparencia, desnudez, y asimismo precisión matemática (o en otros términos, acupuntura del alma), el último poema de Cada cosa es Babel (IV.3: “Lince lleno de linces hasta el borde...”) contiene el pareado más admirable de toda la poesía en lengua española: “tan claro que a través de su cuerpo se contempla, / reflejado en sí mismo como en agua”. Si no existieran más que este alejandrino y este endecasílabo, bastarían para situar a Lizalde en el ámbito de la poesía esencial de todos los tiempos. [DGD]

 

Misteriosamente El tigre en la casa se leyó muchísimo y aún se sigue leyendo. Es un libro, como se dijo, de un escritor tardío, porque yo tenía cuarenta años de edad cuando se publicó. Ahora bien, eso no es del todo exacto, porque en realidad desde el final de los años cincuenta ya tenía bastante avanzado Cada cosa es Babel y escribí El tigre en la casa en la primera mitad de los sesenta, cinco años antes de ser publicado.

            Así pues, soy muy lento por eso, porque generalmente no se me ocurren poemas sueltos, sino conjuntos, y aunque hay en mi obra muchos poemas sueltos tienen que ver con las mismas obsesiones que se hallan en los demás textos.

            Mis primeros poemas se publicaron en 1949 en El Universal y algunos de ellos están incluidos en Autobiografìa de un fracaso. Son poemas de los 18 años de edad. Pero no tardé en descubrir, leyéndome a mí mismo, que estaba haciendo poemas librescos, que no encontraba un camino personal, una expresión personal, aunque supiera versificar y entendiera la métrica y todo eso. [...] Descubrí a los Contemporáneos y, casi al mismo tiempo, a dos poetas latinoamericanos muy importantes: Neruda y Vallejo. [...]

            Leí la obra de Antonio Machado entera, la de Darío, y empujado por López Velarde, la de Leopoldo Lugones, que por supuesto también me sorprendió muchísimo, porque era un poeta muy diferente. [...] Leí por supuesto el maravilloso Minutero de López Velarde, un libro pionero y profético, estéticamente hablando, que me marcó para siempre. [...]

            Lo realmente extraño es que el nombre exista antes de que uno nazca. Quién no ha reflexionado sobre eso. Y ése es el hilo conductor, la columna vertebral de Cada cosa es Babel, un libro que me llevó varios años. Lo rehíce varias veces. Cuando se publicó, en 1966, ya tenía cinco años de haber sido escrito. Estuvo durmiendo el sueño del justo en los cajones del Fondo de Cultura, que ya había aprobado su publicación en 1965.[1]

*

El poeta abreva en todo lo que puede, y cuando comienza a escribir bebe con abundancia de los demás poetas y escritores, que indefectiblemente glosa o saquea, antes de encontrar algo verdaderamente personal que decir por cuenta propia (si es que eso le ocurre alguna vez). Y las ideas sobre el mundo, tanto como las ideas sobre el quehacer artístico, son irrenunciables para los poetas, como irrenunciable fue para los primeros filósofos el instrumento poético antes de que se inventaran la filosofía sistemática y los sistemas científicos o seudocientíficos en general. Hice la carrera de filosofía (sin intentar jamás obtener un título), y sigo siendo lector asistemático de textos filosóficos, pero en realidad me nutro, como todos los escritores, de todo lo que cae en las manos, ya sea de los recetarios de cocina, de los manuales de ajedrez, de los libros históricos o filosóficos, de la crónica deportiva, de las guías turísticas, de la jerga urbana o de la página roja, lo mismo que de la literatura. Pertenezco a la especie de los poetas que practican con irregular continuidad la escritura como la redacción de un diario anímico, por supuesto nutrido de las experiencias y emociones personales, y algunas veces fielmente autobiográfico, pero por lo general, como el diario de una o varias personas imaginarias.

            Creo que la generación a la que uno pertenece es siempre más que la propia (si es que se logra pertenecer a una entidad como eso que se llama generación literaria), porque todos los escritores pertenecemos a varias generaciones colindantes del propio medio y de otros, del propio país y de otros. También pertenecemos a varios tiempos. [...] En esa atmósfera de intercambio inconsciente y consciente se desenvuelve siempre un escritor de cualquier rango, y es difícil por eso hacer siquiera la lista de los amigos de mayor edad o experiencia de los que hemos sido deudores en la juventud. Es más difícil aún hablar con detalle de la deuda que tengamos con autores vivos y muertos que hayamos leído o frecuentado.[2]

*

En toda literatura, las entrañas del poema suelen ser en apariencia simples de observar, poemas de facilidad expresiva, como la de [Antonio] Machado, por ejemplo. Machado parece un poeta llano, de expresión lineal, y no lo es, es un poeta de complejidades filosóficas y culturales muy grandes. A veces el poema de lectura fácil es el más difícil de desentrañar. [...]

            A mí me ha sucedido que de pronto me entusiasmo con la idea de un texto que pienso que va a ser muy interesante, y ya escrito me veo obligado a descartarlo porque no encuentro que haya logrado expresar lo que imaginé que podría expresar. En cambio, de pronto encuentro otros, que me han hecho descubrir los lectores, en los que yo no había reparado y en los que se producen hallazgos que son, naturalmente, fruto del azar. El poeta no tiene normas de trabajo.

            No creo que exista el poema sin el lector. Creo que el poeta es un detonador de la poesía, tiene que dar los instrumentos de detonación, pero la detonación requiere de una pólvora, que es el oyente.[3]

*

Hay textos muy revisados en los que se advierte la corrección y sobrecorrección del poema. La naturalidad de la expresión, por más complejo que sea el poema, es lo fundamental, y creo que es fundamental para todos los poetas. Los versos forzados, lo que se llamaba “verso ripioso” en el periodo romántico, son precisamente los que delatan el trabajo, el ladrillo forzado en la estructura. Se notan las costuras entre las imágenes y los conceptos. [...]

            La Vita nuova es un libro que marca no sólo el principio de la poesía de Dante, sino el principio de toda la poesía moderna. Dante es el padre de la concepción contemporánea de la poesía; era un genio verdaderamente descomunal. Ese modelo es la perfección; por eso llega tarde al endecasílabo la poesía española; por eso los poetas escriben “al itálico modo”: toman el modelo porque esa fue la lección magistral por muchos siglos. Es difícil entenderlo hasta que no se mete uno con el texto, con el poema, que debe tener ese aspecto de naturalidad y confrontar los modelos ejemplares. [...]

            La poesía no se hace personalmente, el arte no se hace personalmente: se trabaja generacionalmente, en una atmósfera de lecturas, de concepciones estéticas, de rompimientos, de referencias, de negaciones, y el poeta se encuentra generalmente siempre ante el vacío. La dificultad no consiste en escribir un texto decoroso y legible, sino en escribir un texto que tenga identidad propia a los ojos de todos. [...]

            El poeta escribe con su vida, con sus vísceras, con sus padecimientos, con el mundo que lo rodea; por eso no sólo es difícil, es imposible escribir de un mundo en el que no se haya vivido. [...] Nos alimentamos del lenguaje materno, el del país, el lenguaje familiar, la jerga. Los lenguajes son muy distintos y son los que marcan el tono, el sentido; son los que singularizan el flujo literario. El poeta vive de eso, de su mundo. Ahí reside la diferencia entre las creaciones librescas y las que no lo son; se reconocen como verdaderamente peculiares los textos. Eso me ocurrió, sí, con El tigre en la casa, no con Cada cosa es Babel. [...]

            El habla del poema no es el habla real; el habla del poema es una selección, un montaje (como el cinematográfico) de la realidad. Es una construcción, es algo que no se da en la realidad. [...] La realidad es un punto de referencia: no da sustento, en términos naturales, al poema. Y la dificultad de la creación es resistir a la copia libresca y a la reproducción exacta de la realidad.[4]

*

La poesía se escribe tarde y con lentitud. Intenté ser un poeta desde la infancia. Pero la poesía es un tipo de hechura que sólo ocurre en la madurez. [...] No se sabe cómo ocurre. Cuando se encuentra el camino no lo sabe ni el poeta. Depende de accidentes y posibilidades. Se tarda en descubrir. No sabe uno de qué manera se hace la poesía.[5]

*

El poeta es un disidente, un crítico del mundo que lo rodea. Mientras el político siempre dice sí a lo que le conviene, el poeta dice no. Yo siempre he dicho que la gran literatura es una bomba de tiempo: termina transformando la mentalidad, las ideas, las costumbres y aun la política.[6]

*

Para dibujar al tigre no busqué el remedo de los monstruos clásicos, sino los monstruos contemporáneos. Mis modelos se hallaban en las películas de terror: Frankenstein, Drácula, King Kong, en los cuentos de hadas... [...] Lo que rescaté en este poema y en todo el volumen son libros que me impresionaron en la infancia. Uno de ellos fue El libro de las tierras vírgenes, de Rudyard Kipling, que marcó también a Borges. Por eso hablo de Shere Khan, el monstruo terrible, el demonio mismo que aparece en estas páginas. Es el Moby Dick de la selva. [...] Es inasible e irrenunciable. Un terror flota en la atmósfera. ¿Cómo decirlo?: “Hay un tigre en la casa / que desgarra por dentro al que lo mira”. Lo miras pero el tigre no está allí. Por las noches crece, pierde la cabeza con facilidad, anda como un loco. Así es la relación amorosa y la relación con la poesía.[7]

*

¡Nadie sabe con exactitud qué es la poesía!, ni qué es el gran arte; se da en la práctica. Si usted trata de explicar con palabras en qué consiste el arte de Beethoven, Chopin o Bach, no logrará hacerlo, ¿cuál es la única manera de entender qué es eso? Escuchar la obra. Eso mismo pasa con la literatura. [...] Decir qué es la poesía es imposible, ¡nadie ha definido qué es la poesía! [...] El poeta, como dice Gorostiza, es hombre de dios, busca la belleza, la expresión de la belleza.[8]

*

Debo haberlo empezado a escribir hacia 1956, después de redactar La mala hora (que tardaría tres años en publicarse) y decidí llevarlo a la imprenta en 1962 porque ya no había otra manera de deshacerse de él. Y todavía tardó cuatro años en publicarse. [...] Con Cada cosa es Babel intenté un poema lírico y metafísico que trataba de exponer una poética personal y una poética de todos los tiempos, si fuera posible; con El tigre en la casa lo que primero intenté fue escribir otra poética de otra época de mi trabajo con los mismos instrumentos barrocos que consideraba rescatables del anterior libro, pero con un agregado: el tema amoroso, del que no me ocupaba desde los días de mi infancia.[...]

            Cuando apareció Cada cosa es Babel, alguien me reprochó “que hubiera caído en la tentación” del gran poema, sin conseguirlo, claro está. Es un poema influido por mis lecturas de Mallarmé, de Valéry, de Eliot mismo, de Perse, y por la que todos los poetas mexicanos de las últimas generaciones hemos hecho de Muerte sin fin, y en dirección contraria, por mis lecturas de Altazor y de Residencia en la Tierra, y al fondo de la noche, por la lectura de Góngora: Las soledades y el Polifemo.

            Intenté en Cada cosa es Babel [...] que hubiera todas las formas y todos los metros clásicos: liras, silvas, sonetos, décimas, eneasílabos, endecasílabos, alejandrinos, hexámetros, en fin. Ese rigor de planificación formal fue abolido por el propio impulso verbal al que se somete al poeta cuando redacta un poema largo y ambicioso. [...]

            Aquello de que el poeta da nombre a las cosas no es el tema principal, sino uno de los muchos que hay por ahí: el enfrentamiento del poeta con la realidad, el problema de qué hacer con la realidad y de cómo trabajar con el mundo y qué tipo de realidad puede haber en una obra artística.

            Se trataba de tocar también el problema del proceso histórico del lenguaje: cómo los lenguajes, y en especial el lenguaje poético, son entidades en desarrollo. En el fondo había la concepción dialéctica hegeliana y marxista. Pero como no existía para mí una estética marxista propiamente dicha, bien formulada, tuve la ambición —la presunción— de formular una poética personal, una poética de la ausencia, de la negociación de la poética, intento fallido, lo reconozco. También había el aspecto de la lucha entre realismo o naturalismo que existió en la poesía internacional, especialmente de la poesía de lengua española, y el supuesto barroquismo de la poesía “culta”. [...]

            Las cosas son como el agua: no tienen nombres definidos. Los nombres cambian, fluyen. El lenguaje primitivo, por ejemplo, es disperso y plurinominal, lo que impide la comunicación correcta. Los nombres de las cosas se mueven en y con la historia. El lenguaje ha evolucionado, si se observa bien, da pocos nombres a los objetos. Al desarrollarse, el lenguaje se simplifica y limita el número de sinónimos que denominan las cosas y en el libro yo intenté o propuse la tarea de dar nuevos nombres a las cosas y cosas nuevas a los nombres. Excavar en la cosa, esa es la tarea. [...]

            Al margen de un tratado, libro inconcluso, era un intento extremo, después de mi lectura de Wittgenstein y de otros filósofos de esa línea, de exponer todo un material filosófico que toca en especial temas de ética y de estética, lingüísticos y metafísicos, sin recurrir al manejo de la terminología técnica de los filósofos. Creo que en este sentido sería más afortunado que Cada cosa es Babel.[9]

*

Fuentes

[1] Rafael Vargas: Entrevista a Eduardo Lizalde.

[2] Álvaro Quijano: “Autorretrato con tigre al fondo. Entrevista a Eduardo Lizalde”, en Vuelta 211, junio de 1994; Letras Libres, México, julio de 2022.

[3] José Homero: “El espíritu epigramático. Entrevista a Eduardo Lizalde”, en Luvina. Revista Literaria de la Universidad de Guadalajara, n. 108, otoño de 2022.

[4] Luis Vicente de Aguinaga: “El manotazo afortunado. Conversación con Eduardo Lizalde” (1990), en Revista Liber, México, enero 10 de 2023.

[5] Virginia Bautista: “El poeta, cuentista y ensayista Eduardo Lizalde es un tigre con 90 rayas”, en Excélsior, México, junio 26 de 2019.

[6] Mariana Escobar Roldán: “Las diatribas del último gran poeta de México. Entrevista a Eduardo Lizalde”, En El Tiempo, Bogotá, septiembre 3 de 2014.

[7] Marco Antonio Campos: “Entrevista con Eduardo Lizalde”, en Poéticas: Revista de Estudios Literarios, v. 1, n. 1, Granada, junio de 2016.

[8] Entrevista no acreditada: “No es fácil superar nuestra época”, Revista Zeta, Tijuana, enero 22 de 2018.

[9] Marco Antonio Campos: “Las andanzas del tigre”, en Letralia, año XIV, n. 221, Cagua (Venezuela), noviembre 9 de 2009. La poesía de Eduardo Lizalde. Entrevistas y ensayos (1981-2004), Ediciones de Educación y Cultura, Puebla, 2012.

 

*

 [Leer Olga Orozco: la sabiduría de la sangre]

*

 

P O S T A L E S  /  D G D  /  E N L A C E S

Voces de Antonio Porchia

Postales

Postales de poesía

 

 

No hay comentarios: