DGD: Postales, 2023. |
r e t r a t o s (e n) (c o n) p o s t a l e s
García Lorca, poeta oceánico (2)
Nota
Como en todo gran poeta, el territorio más íntimo de García Lorca es la simultaneidad; así, por ejemplo, en la primera de las Cuatro baladas amarillas (de Primeras canciones, 1922) destaca primero una imagen: “En lo alto de aquel monte / un arbolito verde”. Luego parece cambiar de enfoque y de tono: “Pastor que vas, / pastor que vienes”. A continuación recoge otra imagen aparentemente desligada: “Olivares soñolientos / bajan al llano caliente”. La reiteración (“Pastor que vas, / pastor que vienes”) prepara el camino: “Ni ovejas blancas ni perro / ni cayado ni amor tienes. // Pastor que vas”. Sólo resta el milagro: “Como una sombra de oro, / en el trigal te disuelves”. Y la rúbrica, el ciclo que se cierra sin cerrarse: “Pastor que vienes”. (Ya no “que vas”: el poema debe venir, venir siempre, bajar al llano caliente.) El árbol solitario es el pastor que guía al rebaño de olivares; no tiene ovejas blancas, ni perro, ni cayado ni amor: sólo tiene su venir. (Su porvenir, que incluye a todo el ayer lo mismo que a todo el mañana.) El poeta es el árbol solitario: una vez cumplido su pastoreo —que se cumple en el siempre y no sólo en el hoy— se disuelve en el trigal como una sombra de oro. A oídos sucesivistas occidentales la frase “disolverse en el todo” es ominosa y aterradora porque les parece que implica perder lo único que el occidental cree tener y ser: la individualidad. El poeta-pastor le recuerda entonces que ya está desde y para siempre disuelto en el todo (solve et coagula, pedían los ubicuos alquimistas) y que esa es la única manera de sentir, vivir y pastorear la realidad. [DGD]
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[Leer García Lorca, poeta oceánico (3)]
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P O S T A L E S / D G D / E N L A C E S
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