martes, 27 de agosto de 2024

Cocteau: “Mi noche es luz”

 

DGD: Postales, 2024.

 

r e t r a t o s   (e n)   (c o n)   p o s t a l e s

Cocteau: aforismos

 

[Los aforismos de Jean Cocteau (Maisons-Laffitte, julio 5 de 1889-Milly-la-Forêt, octubre 11 de 1963) aquí seleccionados proceden de Opium: Journal d’une désintoxication, escrito en 1928-1929 y publicado en 1930. (DGD)]

 

La sociedad llama depravación al genio de los sentidos y lo condena porque los sentidos guardan relación con los Tribunales, mientras que el genio guarda relación con la Corte de los Milagros. La sociedad lo deja vivir. No lo toma en serio.

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Es genial todo lo que, sin que el menor automatismo ni el menor recuerdo consciente tengan tiempo de intervenir, destina lógica y prácticamente un objeto usual a un empleo imprevisto.

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Un escritor desarrolla los músculos de su espíritu. Este entrenamiento no permite ocios deportivos. Requiere sufrimientos, caídas, perezas, flaquezas, fracasos, fatigas, penas, insomnios, ejercicios opuestos a los que desarrollan el cuerpo.

 

 

La única cosa de que puede uno enorgullecerse es de haber hecho su obra de tal modo que nadie pueda pensar en concedernos una recompensa oficial por nuestro trabajo.

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Me pregunto cómo hay gente que pueda escribir la vida de los poetas, ya que los poetas mismos no podrían escribir su propia vida. Hay demasiados misterios, demasiadas verdaderas mentiras, demasiada confusión.

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Recuerdo que a los dieciocho y a los diecinueve años me angustiaba con las imágenes. Me decía, por ejemplo: “Voy a morir y no habré expresado los chillidos de las golondrinas”, o: “Moriré sin haber explicado cómo se levantan las ciudades vacías por la noche”. El Sena, los anuncios, el asfalto de abril, los bateaux-mouches; no experimentaba el menor placer ante todas esas maravillas. Sufría únicamente la angustia de vivir demasiado poco para expresarlas.

 


Picasso dijo que todo era milagro y que era un milagro no deshacerse en la ducha como un terrón de azúcar. [Pero es necesario] No obsesionarse con el misterio para que venga por sí solo y no encuentre el camino dificultado por nuestra impaciencia de entrar en contacto con él.

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Hacer luminoso el misterio (“misterio oscuro” es un pleonasmo), devolverle, por lo tanto, su pureza de misterio. Meine Nach ist Licht… [Mi noche es luz]

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No se trata de vivir en escena; se trata de hacer viva una escena. Esta verdad del teatro es la poesía de teatro: lo que es más verdadero que la verdad.

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El papel del poeta no es probar, sino afirmar sin aportar ninguna de las pruebas embarazosas que posee y de las que se desprende su afirmación. Más adelante, el lento descubrimiento de esas pruebas da al poeta su puesto de profeta.

 

 

He dibujado siempre. Para mí, escribir es dibujar, es enlazar las líneas de tal modo que se hagan escritura o desatarlas de tal manera que la escritura se convierta en dibujo. No salgo de ahí. Escribo, intento limitar exactamente el perfil de una idea, de un acto. En resumidas cuentas, circundo fantasmas, hallo los contornos del vacío, dibujo.

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Un espíritu puro no puede ni empezar ni acabar, y no se transforma jamás. La caída de los ángeles es, pues, insensata. Quiero decir que carece de sentido en la medida en que evoca filmes proyectados al revés. El diablo representa en cierto modo los defectos de Dios. Sin el diablo, Dios sería inhumano.

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Nosotros, los poetas, tenemos la manía de la verdad, procuramos transmitir al detalle lo que nos choca. “¡Qué suyo es!”, he aquí el elogio que nuestra exactitud siempre se atrae. Puede imaginarse el crédito que encuentra la honradez de nuestros informes sobre lo que somos los únicos en ver, por la incredulidad admirativa que provoca nuestra exactitud, a propósito de espectáculos visibles y cotidianos.

 


La belleza marcha de prisa, lentamente. Desconcierta por esa aleación de inconciliables. La perspectiva da a la mezcla inhumana un falso aire humano, un aire posible, un aire noble. Gracias a este compromiso el público cree escuchar y ver a los clásicos.

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Picasso, pintor de crucifixiones. Sus lienzos que nacen de ataques de rabia contra la pintura (lienzos desgarrados, clavos, cuerda, hiel), en los que el pintor se crucifica, crucifica a la pintura, escupe sobre ella, da el lanzazo, y se encuentra domado, obligado fatalmente a que todo aquel destrozo acabe en una guitarra. Mi sueño, en música, sería oír la música de las guitarras de Picasso.

 


 

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Opio: diario de una desintoxicación, Ediciones de la Flor, Buenos Aires, 1969; trad.: Julio Gómez de la Serna. Opium, Planeta, Barcelona, 2009; trad.: Ignacio Vidal-Folch.

Jean Cocteau: Poemas, Letras Vivas, México, 2000; edición bilingüe, trad.: Ahmed el-Boab.

 

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 [Leer Reunión (3)]

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Voces de Antonio Porchia

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