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r e t r a t o s (e n) (c o n) p o s t a l e s
Kafka en la memoria de Borges (2 de 2)
[Borges confiesa en varias ocasiones que alguna vez quiso ser Kafka. No es, ni con mucho, el único escritor que haya experimentado ese ferviente deseo y, de hecho, muy bien puede decirse que no hay escritor que no haya querido ser Kafka. Ello acaso no es inexplicable. Forzando el lenguaje con objeto de entrever el origen de ese deseo, podría decirse que algunos grandes nombres de la historia literaria, más que escritores, son una literatura (Proust, Pessoa, Borges...), pero Kafka es un ser. No se quiere escribir como Kafka, sino ser Kafka. (DGD)]
Kafka fue un ser prodigioso, prodigioso no sólo como escritor, sino como ser humano.[1]
Yo creo que Kafka agrega al mundo algo que no existía antes. En un trabajo mío, que se llama “Kafka y sus precursores”, señalo que los precursores de Kafka fueron sus precursores a causa de él; o sea que los vemos de otro modo a causa de la obra de Kafka.[2]
Kafka seguramente pensaba por parábolas. Seguramente no tenía más explicación de sus cuentos que la que había puesto en el texto; está bien: su tema es la relación del hombre con un dios y con un cosmos incomprensibles. Dios, al final del libro de Job, el Dios que manda al Leviatán, es el dios de Kafka, el dios totalmente incomprensible. [...] Cuando el misterio no se explica, el lector atribuye esto a una debilidad del autor. Pero Kafka no explica ni necesita explicar: su misterio es el misterio del mundo o de la vida.[3]
Para mí Kafka está más representado en sus cuentos que en sus novelas, y si yo tuviera que elegir una pieza de Kafka, pero no hay ninguna razón para elegir una, ya que nos encontramos ante tanta riqueza, yo elegiría La construcción de la Muralla China, que es una breve obra maestra. Ese cuento fue escrito en la segunda década del siglo y, sin embargo, podría haber sido escrito desde siempre. Con todos los cuentos de Kafka pasa lo mismo; es como si fueran mitos y el hecho de que hayan sido escritos en nuestro siglo no importa, eso no quiere decir que él no sintiera también lo contemporáneo. Kafka tiene que haber sentido, sin duda, el horror de la guerra, pero su mente era naturalmente fabuladora y él se decidió por esas tranquilas pesadillas.[4]
Podrían perderse todos los ejemplares de El Quijote, en castellano y en las traducciones; podrían perderse todos, pero ya la figura de Don Quijote es parte de la memoria de la humanidad. Lo mismo ocurre con las fábulas de Kafka. Cuando se lo lea en el futuro no se sabrá muy bien en qué época escribió. [...] El castillo, El proceso, podrían reescribirse con distintos nombres, con circunstancias diversas, pero ya la obra de Kafka es parte de la memoria de la humanidad. Creo que esa idea de un proceso terrible, creciente, infinito, viene a ser la base de esas novelas que, desde luego, Kafka no quiso publicar porque sabía que estaban inconclusas, que tenían el deber de ser infinitas...[5]
A mí me parece que Kafka pensaba de un modo mítico; es decir, anterior al raciocinio, anterior a los griegos. Kafka, como ya dije, pensaba en forma de fábula y era naturalmente un poeta y no un escritor lógico.[6]
La circunstancia, la extraña circunstancia, de percibir en un cuento de Hawthorne, redactado a principios del siglo XIX, el sabor mismo de los cuentos de Kafka que trabajó a principios del siglo XX, no debe hacernos olvidar que el sabor de Kafka ha sido creado, ha sido determinado, por Kafka. Wakefield prefigura a Franz Kafka, pero éste modifica, y afina, la lectura de Wakefield. La deuda es mutua; un gran escritor crea a sus precursores.[7]
A Kafka podemos leerlo y pensar que sus fábulas son tan antiguas como la historia, que esos sueños fueron soñados por hombres de otra época sin necesidad de vincularlos a Alemania o a Arabia. El hecho de haber escrito un texto que transciende el momento en que se escribió es notable. Se puede pensar que se redactó en Persia o en China y ahí está su valor. Y cuando Kafka hace referencias es profético. El hombre que está aprisionado por un orden, el hombre contra el Estado, ese fue uno de sus temas preferidos.[8]
Yo siento que la obra de Kafka está escrita con inocencia y debe ser leída con inocencia. Las metáforas de Kafka no se sienten como metáforas. Casi habría que pensar que él ha concebido esa obra maravillosa sin proponérselo, sin pensar en lectores, sin pensar en la fama.[9]
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Fuentes
[1] Adolfo Bioy Casares: Borges, Ediciones Destino, col. Imago mundi volumen 101, Buenos Aires, 2006; ed.: Daniel Martino.. Anotación de septiembre 27 de 1959.
[2] Roberto Alifano: Conversaciones con Borges, Editorial Renacimiento, Sevilla, 1984; Debate, Madrid, 1986.
[3] Adolfo Bioy Casares: Borges, op. cit. Anotaciones de septiembre 14 y 27 de 1959.
[4] Roberto Alifano: Conversaciones con Borges, op. cit.
[5] Osvaldo Ferrari: En diálogo. Edición definitiva, 2 v., Sudamericana, Buenos Aires, 1998; Siglo XXI, México, 2005.
[6] Roberto Alifano: Conversaciones con Borges, op. cit.
[7] J.L.B.: “Nathaniel Hawthorne”, en Otras inquisiciones, Sur, Buenos Aires, 1952.
[8] J.L.B.: “Un sueño eterno (En el centenario de Kafka)”, en El País, Madrid, julio 3 de 1983; Textos recobrados 1956-1986, Emecé, Buenos Aires, 2003.
[9] Roberto Alifano: Conversaciones con Borges, op. cit.
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P O S T A L E S / D G D / E N L A C E S







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