martes, 25 de febrero de 2020

El misterio de los cien monos (XXXIII)

DGD: Morfograma 84, 2019.


La intuición: necesidad de ver más allá

Erwin Schrödinger se abre a una visión mística en Meine Weltansicht (1961), libro en el que, a partir de un estudio de la espiritualidad del Vedanta, afirma que hay una sola conciencia, de la cual todos somos diferentes aspectos. Para acceder a esta visión, la conciencia individual debe expandirse, y justamente el primer motor para esa apertura es la intuición, o la necesidad de ver más allá. Experimentar más de una conciencia es, en efecto, menos infrecuente de lo que se imagina, sólo que no hay parámetros para evaluarlo ni referentes para darle uno u otro nombre. Existen, sin embargo, rastros abundantes en la experiencia humana: desde la iluminación mística, la inspiración artística o el arrebato poético, hasta la locura.
          En este punto, la respuesta de Rupert Sheldrake es contundente:

Creo que la conciencia de uno mismo surge a través de la conciencia mutua, no a través de algún tipo de solipsismo. “Conciencia” significa con scire, “conocer con”, o conocer juntos. Si estamos conscientes es porque tenemos una relación de “inter-conciencia” con otras personas. La conciencia se comparte. No creo que un individuo, sin lenguaje ni relación con otras personas o seres, sería consciente. La conciencia debe ser entendida en términos de relación, no como una cosa aislada. Y como soy cristiano, el modelo de conciencia que me gusta en la tradición cristiana es la noción de la Divina Trinidad. La conciencia divina no es sólo una unidad indiferenciada en la tradición cristiana: es una de relación y siempre tiene relación dentro de sí.

  Me parece que si una galaxia está consciente, su conciencia depende de su relación con las estrellas y los sistemas solares que contiene, y también, probablemente, de su relación con otras galaxias. Podría existir una clase de “intersubjetividad” de las galaxias, una comunión de comunidades de galaxias.[1]

Este es sin duda el más luminoso punto de la teoría de los campos mórficos: la coordenada en que Sheldrake está dando voz a la sabiduría milenaria en su concepción de una comunidad de intersubjetividades: la gran Inter-Conciencia.


Los límites humanos son las otras personas

Sin embargo, en esta visión puede asimismo encontrarse un lado oscuro o, mejor dicho, la denuncia de un lado oscuro: si existe una inter-conciencia, también existe una inter-inconciencia. Si no puede postularse un individuo aislado que sea consciente, y si “la conciencia debe ser entendida en términos de relación”, ello revela que en una sociedad manipulada y totalmente dominada por el poder, la inconciencia (o bien, si se quiere, la conciencia precaria) es mantenida por las relaciones mismas entre los ciudadanos. De ahí que los brotes insólitos de conciencia sean no sólo impopulares sino objeto de persecución.
          Las relaciones interpersonales en sociedad están férreamente reguladas (por los media, los sistemas educativos y la misma “corriente de la época”) no sólo para modelar las conductas sino para detectar y combatir con especial rigor a todo aquello que sale de los promedios, de lo aceptado o de lo previsible. La más feroz forma de dominio es ejercido por los propios individuos entre sí. En todo discurso narrativo, aun en los más espurios, aparecen apuntes de lucidez; así, en una película comercial, Hulk (Ang Lee, 2003), un ambicioso y malévolo personaje exclama: “Mejorar la naturaleza personal es el único camino para la verdad, que da al hombre el poder de ir más allá de los límites establecidos por Dios” (To improve one’s nature it’s the only path to the truth, that give man the power to go beyond God’s boundaries).
          A esta declaración alguien responde una frase impactante: “¿Sabes qué hay más allá de tus límites? Las otras personas” (You know what’s beyond your boundaries? Other people). La primera lectura de esta respuesta es que el afán egomaníaco de un individuo debe contar con el bienestar de sus semejantes; él puede mejorar lo que sea, siempre y cuando ello no afecte o lastime a otras personas. Sin embargo, existe otra posible lectura: en un cierto sentido, los límites humanos son las otras personas. El poder instaura las barreras de tal manera que sean infligidas por los propios seres humanos en su vida en común; menos con palabras que con actos, unos a otros nos decimos sin cesar: “No pasarás”, en todos los niveles de la sociedad. Acaso la fábula de los cien monos es uno de esos “brotes insólitos” que aspira a trascender los límites inter-impuestos y acceder a una verdadera inter-conciencia.
          En The Self-Aware Universe: How Consciousness Creates the Material World (1995), Amit Goswami, creador del “idealismo monista”, es menos cauto que Sheldrake y decididamente inserta la resonancia mórfica en un sistema aún más vasto. Así, Goswami define al cerebro humano como un “instrumento medidor”: a través de la experiencia individual, el cerebro atrae a la mente infinita y eterna, y la hace “caer” en lo concreto y específico. Las mentes individuales son necesarias para “realizar” (en el sentido de hacer real) el mundo material. Cada ser humano es co-creador de la realidad. Dicho de otra forma, los cerebros individuales tejen una trama colectiva, una Figura a través de la cual la realidad se hace consciente de sí misma. Una mirada de análoga desmesura se halla en multitud de libros que, deslumbrados por la teoría cuántica, se lanzan decididamente hacia la mística, como The Dimensional Structure of Consciousness: a Physical Basis for Immaterialism (1995) de Samuel Avery.
          Los referentes de Sheldrake no dejan de ser científicos, y así su noción del que el sol está consciente se apoya en la comparación de la enorme actividad electromagnética del astro rey, que es muy parecida a la del cerebro humano. Si la conciencia depende del lenguaje y de la “intersubjetividad”, resulta muy arduo para el hombre imaginar cómo funcionan otras formas de conciencia distintas a la propia. Pero si la conciencia es en realidad “inter-conciencia”, un gran ejercicio es enfrentar con toda la receptividad posible las formas de conciencia no formuladas en lenguaje humano y que el hombre tiene cerca, como el mundo animal: ballenas, delfines, perros, abejas...


Los alcances interiores del espacio exterior

La apertura, el salto, está nuevamente en la concepción de los campos mórficos. Si lo de arriba está en lo de abajo (como expresa la Tabla Esmeralda de Hermes Trismegisto), y si el hombre está ligado a las estrellas (como exclama la astrología), no sólo es posible imaginar otras formas de conciencia sino comunicarse con ellas y, en última instancia, saberlas propias. Joseph Campbell lo llamó “los alcances interiores del espacio exterior” (The Inner Reaches of Outer Space, 1988). Los vasos son precisamente eso: comunicantes. Las Figuras estuvieron desde siempre unas dentro de otras. Lo único que faltaría es el medio, el canal, la clave para esa comunicación. Una vez más, la magia se revela en las palabras: literalmente, “informar” significa dar forma. Así, la ciencia habla de “información genética”. En el mundo de la modernidad, la información es claramente formativa (o mejor dicho, deformativa).
          La clave ha estado en manos de los poetas desde siempre. Así, el maestro argentino Antonio Porchia escribe:

Si no creyera que el sol me mira un poco, no lo miraría. [Voces, 1943.]

La modernidad occidental desprecia a los pueblos que optan por el pensamiento metafórico, simbólico o analógico, relegándolos bajo el rubro “primitivo”. La lógica es el gran medio para estar seguros del mundo; todo agujero en el esquema lógico es deliberadamente ignorado para que el universo pueda seguir siendo predecible y seguro. Mas la propia mecanicidad tecnológica está poblada por metáforas, aunque quienes viven dentro de ella estén férreamente desanimados a intentar ese lenguaje.

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Nota
[1] Sheldrake entrevistado por Hal Blacker: “Maybe Angels. A Confluence of Imagination and Rational Inquiry”, en What is Enlightement, n. 11, Lenox, 1997.

Libros citados
Avery, Samuel: The Dimensional Structure of Consciousness: a Physical Basis for Immaterialism, Compari, Chicago, 1995.
Campbell, Joseph: The Inner Reaches of Outer Space, Harper & Row, Nueva York, 1988.
Goswami, Amit: The Self-Aware Universe: How Consciousness Creates the Material World, J.P. Tarcher, Los Ángeles/Nueva York, 1995.
Porchia, Antonio: Voces, Impulso, Buenos Aires, 1943; Voces reunidas, Universidad Autónoma de Querétaro, Querétaro, 2020.







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