domingo, 15 de mayo de 2022

Creer (VIII)

DGD: Postales, 2021.

 

 

Hace falta mucho esfuerzo para mantener el mundo unido, cuando lo ves de ese modo. Pero vale la pena. La construcción de ciudades, o sostener los tejados por un acto de fidelidad. No de fe. De fidelidad.

Ursula K. Le Guin: “Una semana en el campo”

 

En un episodio de la serie Abducidos (Taken, 2002), un personaje dice: “Cuando todo en tu vida va bien, es fácil creer que las cosas suceden por una razón; es fácil tener fe. Pero cuando las cosas comienzan a ir mal, entonces es muy difícil mantener esa fe. Es difícil no cuestionar las razones por las que estas cosas suceden”.

          Independientemente del enfoque específico de esta serie, queda claro que hay dos plataformas para creer: un ambiente positivo o uno negativo. En el primero es fácil creer; en el segundo resulta inevitable cuestionar las razones para creer. Dicho de otra manera: creer es conservar: es el deseo de mantener el ambiente positivo, aunque nada lo sostenga y precisamente por eso. Cuando no se sostiene, creer es cuestionar, esto es, cuestionar precisamente por qué se cree. Sólo se cuestiona cuando no es fácil tener fe.

 

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Tertuliano exclama: “Cuando creemos, no deseamos nada aparte de creer. Porque nuestro primer artículo de fe es que no hay nada más que debamos creer”.

          Tertuliano no sólo cree que cree sino que no debe creer nada más. Qué choque entre “no deseamos nada aparte” y “no hay nada más que debamos creer”. Ese desgarramiento convierte a la primera frase en “no debemos desear nada aparte” y a la segunda en “deseamos que no haya nada más que debamos creer”. ¿Es el creer la parte más creativa (o más subversiva) del deseo?

 

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Frase oída al azar: “Porque yo lo creo, él lo cree”. El creer es contagioso. Muy probablemente todos somos como aquel personaje de Trampa 22, que “creía todas las noticias que oía y no tenía fe en ninguna”. Como sucede a otro personaje de esa novela, es imposible no sentirse torturado “por el dilema epistemológico del escéptico, incapaz de aceptar soluciones a problemas que no estaba dispuesto a considerar irresolubles”.

          El creer no sólo es contagioso, sino que quizás es la única comunicación posible entre los individuos. Acaso a eso se refiere una voz de Antonio Porchia: “Cuando no creo en nada, no quisiera encontrarme contigo, cuando no crees en nada”.

 

 

El cómo creer

 

You know I believe and how, dicen The Beatles en la canción Something. Quizás el creer es mucho menos importante que el cómo creer. Y acaso es este cómo el que define la esencia del espíritu de los tiempos.

 

 

Relación entre el creer y el libre albedrío

 

Y lo que se dice en la extraña película Las vidas posibles de Mr. Nobody (Jaco Van Dormael, 2009): You have to make the right choice. As long as you don’t choose, everything remains possible. “Debes tomar la decisión correcta. Mientras no elijas, todo permanece posible.” Creer es tomar una decisión y por tanto cancelar todas las realidades excepto una, aquella en la que se cree. Creer es excluir.

          El personaje de esta película conoce el futuro (por así decirlo), y entonces sucede que “Antes era incapaz de tomar una decisión porque no sabía lo que iba a suceder. Ahora que sabe lo que sucederá, es incapaz de tomar una decisión” (Before he was unable to make a choice because he didn’t know what would happen. Now that he knows what will happen, he is unable to make a choice).

          Quizás esto tiene que ver con la credibilidad (el adulto es el que puede tomar decisiones por sí mismo; el niño no está autorizado a ello: las decisiones se toman por él, y las toman quienes a su vez tienen credibilidad). Yoko Ono contaba en una entrevista radiofónica (BBC Radio, diciembre 6 de 1980, conducida por Andy Peebles) que su hija pequeña le dijo: “Cuando tú dices algo, la gente te cree, pero cuando yo digo algo, nadie me cree”. Aquí creer es sinónimo de aceptar y de tomar en serio. La incredulidad se suspende cuando quien emite una opinión es adulto (alguien con autoridad), es decir una persona de la que se sobreentiende que cree como todos creen (de ahí le viene la autoridad). El niño, en cambio, sólo cree como sí mismo: ante él, la incredulidad del adulto está automáticamente activada todo el tiempo.

          La credibilidad es un valor de uso, y se adquiere por mérito o esfuerzo o sumisión a ciertas corrientes, y es además asociada con la madurez. Es por eso que al niño (o a cualquier integrante de minorías) no se le cree lo que dice, porque no se le cree capaz de tomar decisiones.

          Las decisiones del adulto están directamente vinculadas con sus opiniones, sus convicciones y, finalmente, sus creencias. Mientras las del niño no estén suficientemente formadas, el adulto debe decidir por él. (Debe creer por él, lo que significa irlo insertando en el sistema de creencias que lo harán capaz, a su tiempo, de creer con autoridad, tal como lo hace cualquier adulto.)

 

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Yo no creo en nada, y precisamente por eso puedo admitirlo todo, hasta lo más inverosímil.

Leonid Andreiev: El diario de Satanás

 

Creemos que el verbo creer sólo se relaciona con cuestiones de religión o de ideología, pero abarca mucho más que eso, y quizás lo abarca todo. Porque ese verbo podría, con gran motivo, colocarse antes de cualquier otro verbo. El apócrifo socrático “sólo sé que no sé nada” no significa más que “creo saber (que creo que no sé nada)”.

 

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[Leer Creer (IX).]

 

 

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