DGD: Morfograma 65, 2019. |
jueves, 15 de agosto de 2019
El misterio de los cien monos (XIV)
La selección
artificial consciente
En otra entrevista, Rupert Sheldrake comenta:
La selección natural fue una idea que Darwin
desarrolló por analogía con la selección humana consciente. Tuvo esta idea al
ver a criadores de animales y cultivadores de plantas; éstos tienen distintos
tipos de plantas y animales y escogen unos, en detrimento de otros, para
mejorar las características de la siguiente generación. Eligen conscientemente,
aunque a veces ello puede ser inconsciente. La selección natural de Darwin es
eso, aunque él la marca como inconsciente. La elección consciente que puede
hacer un artista o una persona creativa, es el primer estadio.
Todos tenemos
multitud de ideas, y elegimos algunas para expresarlas. La primera selección es
interna, mental. Algunas obras de
arte son más exitosas que otras; algunas languidecen en la oscuridad y no se
vuelve a oír de ellas, mientras que otras forman nuevas escuelas artísticas. La
gente copia o es influida por determinado estilo, y éste es reconocido y se le
da un nombre. Así han brotado las escuelas renacentistas, modernistas o
posmodernas. La gente se educa viendo esas obras; al principio quizá no las
entienden, pero si las miran lo suficiente, se acostumbran a ellas; así es como
son asimiladas a la cultura. Podemos decir que hay campos mórficos tanto para
ese determinado tipo de arte como para su apreciación.
Pese a los matices deterministas y
reduccionistas de esta declaración (sobre todo porque en ella la mirada de
Sheldrake se aplica al arte, territorio por excelencia de lo impredecible), es
notable que se desarrolla entre dos polos opuestos: la darwinista selección
natural inconsciente y algo que podría llamarse “selección artificial consciente”.
Sin embargo, una visión holística desarticula las dicotomías.[1] Los polos natural-artificial se integran
(tanto la naturaleza como el cultivador de plantas y el artista seleccionan por
hábito) y, en todo caso, los polos inconsciente-consciente se transforman,
el primero en el punto de partida y el segundo en el de llegada. Una vez más,
la integración implica una apertura de conciencia.
Estar a
medias en lo cotidiano
Por lo demás, el término “selección
consciente” implica voluntad, libre albedrío. La decisión del cultivador de
plantas parece exclusivamente individual (debida a su experiencia y hábitos
personales), pero a la luz de los campos mórficos es evidente que en esa
decisión influyen, al mismo tiempo, los innumerables campos conectados con la
individualidad de ese hombre. No sólo son sus hábitos, sino también, en
cierta medida, los de su familia, grupo profesional, sociedad, cultura,
etcétera, los que actúan en esa decisión, sin hablar de otros campos:
biológicos, antropológicos, ideológicos, físicos, atmosféricos, planetarios,
todo ello interconectado con el individuo que cree tomar la decisión de modo
personal y... libre. Es a esto sin duda a lo que se refería el historiador
Fernand Braudel al afirmar que estamos sólo a medias sumergidos en la
cotidianeidad (La
dynamique du capitalisme,
1985).
En
el terreno de la psicología otro gran pensador, Georg Groddeck (1866-1934),
había hecho una observación similar; no otro sino el propio Freud transmitió
esa observación: “Ha de sernos muy provechoso, a mi juicio, seguir la
invitación de un autor que, por motivos personales, declara en vano no tener
nada que ver con la ciencia rigurosa y elevada. Me refiero a Georg Groddeck, el
cual afirma siempre que aquello que llamamos nuestro Yo se conduce en la vida
pasivamente y que, en vez de vivir, somos ‘vividos’ por poderes ignotos e
invencibles” (El Yo y el Ello, 1923).
A
partir de ciertos pasajes de Nietzsche, Groddeck había estado desarrollando su
concepción de ello (das Es) desde 1895, y si no vertió los resultados
de sus experimentos sino hasta 1923 en El libro del Ello, fue por su
rechazo a tener discípulos y formar escuelas (una postura compartida años más
tarde por Lacan), así como a considerarse solamente un científico: en El
libro del Ello se pregunta “¿Y qué otra cosa es la ciencia sino una
variante de la fantasía?” Freud tomó la fundamental noción de ello para
rebautizar al inconsciente, aunque le dio un significado más restringido del
que le otorgaba Groddeck (cabe decir, lo redujo a la verosimilitud menor).
En
1925 Freud le escribió en una carta: “No reconozco a mi Ello, civilizado,
burgués y desmitificado, en su Ello. Sin embargo, Ud. sabe que el mío deriva
del suyo”. Ahí se marca la objeción freudiana, es decir, el hecho de que
Groddeck parecía considerar al ello como algo mítico, un territorio que
Freud no quería incluir sino “metafóricamente”. ¿Cómo debe ser entendida la
palabra mítico en la visión de Groddeck? En The Innocence of Dreams (1979), Charles Rycroft responde a esa pregunta cuando se apoya en
Groddeck para definir al sueño como “una forma involuntaria de la poesía”. En
ese mismo libro, Rycroft señala más claramente la diferencia de concepciones:
En Groddeck y en Freud el Ello no es exactamente la
misma cosa. En la concepción de Groddeck, es aquello por lo cual somos
soñados, el agente que nos envía mensajes a los cuales prestamos o no
atención, que entendemos o que permanecen oscuros para nosotros. En la
concepción de Freud, el Ello es la fuente de los deseos que buscan una
satisfacción alucinatoria en los sueños, pero el agente que construye los
sueños no es el Ello sino aquella parte de la mente que viste a los deseos de
una forma simbólica enmascarada a fin de preservar el dormir de la persona.
Por eso Freud define al ello como fuente
primordial de la energía psíquica y sede de las pulsiones, opuesta
diametralmente al superyó, la instancia psíquica encargada de hacer
valer la ley y la moralidad. En última instancia, el civilizado, burgués y
desmitificado Freud marcó siempre sus distancias hacia Groddeck y no resulta
arduo adivinar por qué: mucho más que un terapeuta o “padre de la medicina
psicosomática” (como ahora se le recuerda), Groddeck era un filósofo que
definía a la ciencia como una variante de la fantasía.
En
ambas metáforas, la de Braudel (“estar a medias en lo cotidiano”) o la de
Groddeck (“ser vividos”), la noción filosófica de libre albedrío parece
reducirse, a medida que se amplía una nueva clase de determinismo. Mas aquí
puede volverse la mirada a aquella escala (dimensión horizontal) que se volvió
escalera (dimensión vertical): de la inconciencia a la conciencia. Al
considerar todo lo que influye en el cultivador de plantas en el momento de su
decisión consciente, ésta más bien parece mayoritariamente inconsciente. He aquí
la primera aportación concreta de la teoría de los campos mórficos: hacernos
notar que lo que llamamos conciencia podría ser apenas un punto de partida, el
primer estadio. El punto de llegada (si lo hay, es decir si esa apertura
tiene límite, si ese ascenso no es ilimitado), es un individuo consciente de
todas las influencias y libre navegador en ellas.
*
Nota
[1] La holística
fue popularizada en los terrenos de la ciencia desde la aparición del “teorema
de la no-localidad” de John Stewart Bell, que destruyó las teorías de un
universo determinista al demostrar que el “realismo”, es decir una realidad que
existe independientemente de la observación, no puede darse en los niveles más
profundos de lo real. Por su parte, el término “holón”, debido a Arthur
Koestler, define a un todo que puede formar parte de un todo mayor. Los holones
se organizan en nidos de múltiples niveles a través de jerarquías u
“holarquías”. Sheldrake los llama “unidades mórficas”.
Libros citados
Braudel,
Fernand: La dynamique du capitalisme, Les Éditions Arthaud, París, 1985.
[La dinámica del capitalismo, Fondo de Cultura Económica, Breviarios
457, México, 1986.]
Freud, Sigmund: “El Yo y el Ello” (1923), en Obras
completas, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1985.
Freud, Sigmund, y Georg Groddeck: Ça et Moi.
Correspondance 1917-1934, Gallimard, París, 1970. [Correspondencia
1917-1934, Anagrama, Barcelona, 1977.]
Groddeck, Georg: Das Buch Vom Es, Viena, 1923.
/ The Book of the It, Vintage Books, Nueva York, 1961. [El libro
del Ello, Sudamericana, Buenos Aires, 1968.]
Rycroft, Charles: The Innocence of Dreams,
Hogarth Press, Londres, 1979.
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