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viernes, 15 de mayo de 2020
El misterio de los cien monos (XLI)
La
profecía celestina
La forma de sensibilidad a la que Rupert Sheldrake
llama “la sensación de ser mirados” es explicada por este biólogo como la
influencia de un campo mórfico sobre otro, es decir la posible demostración de
que la mente está extendida en el tiempo y el espacio, y del mismo modo explica
el poder de la oración. Sheldrake lo hace con su proverbial cautela, necesaria
para mantenerse dentro del territorio científico y lejos de las desbocadas
áreas de la New Age. Sin embargo, en esta última corriente ha aparecido
lo que podría llamarse un “Sheldrake sin cautela”. En la célebre novela The
Celestine Prophecy (1993), James Redfield parece consagrarse a dar una
versión New Age de la teoría de los campos mórficos, y lo hace de tal
modo apegado a los puntos esenciales del trabajo de Sheldrake, que éste tendría
que admitir al menos cuatro puntos de la novela dentro del rango de sus propias
hipótesis. Estos puntos son la mirada, la sincronicidad, el campo y la oración
(esto sin contar que la novela de Redfield semeja una puesta en escena extrema
de la fábula de los cien monos, sobre todo en cuanto a la noción de masa
crítica).
La
hipótesis literaria de The Celestine Prophecy habla de un antiguo
manuscrito escrito en arameo y hallado en las selvas peruanas, que contiene
nueve revelaciones en torno a las cuales gira una profecía: la de que ellas
tendrán un profundo impacto en el futuro de la humanidad. Los individuos están
a tiempo de evitar catástrofes ecológicas y sociales si la mayoría de ellos se
da cuenta de las nueve “revelaciones” (insights) incluidas en ese
manuscrito, equivalentes a pasos para alcanzar una nueva era de conocimiento y
una evolución en el plano cósmico. La primera revelación es justamente la de la
“masa crítica”: la creciente inquietud existencial que experimentan hombres y
mujeres en el nuevo milenio es la angustia por encontrar un sentido profundo en
sus vidas; si los seres humanos dejan de sentirse solos y unifican sus
experiencias, tarde o temprano se provocará una masa crítica, un impulso
definitivo hacia una trascendencia. Para el autor de La profecía celestina,
este impulso comenzó de forma definitiva en los años sesenta del siglo XX: “Una
vez que entendamos lo que está ocurriendo, cómo acceder a este proceso y cómo
maximizar su aparición en nuestra vida, la sociedad humana dará un salto
cuántico a una forma de vida totalmente nueva —que concrete lo mejor de nuestra
tradición— y creará una cultura que ha sido el objetivo de toda la historia
hasta el momento”.
La
segunda revelación implica a la mirada. En estas páginas exaltadas, Redfield se
pregunta por qué a veces nos agrada de inmediato alguien a quien nunca antes
habíamos visto, y por qué del mismo modo otra persona nos desagrada a primera
vista, sin que existan elementos que apoyen de modo evidente una u otra
reacción. El autor de The Celestine Prophecy sugiere que cuando nuestra
mirada se topa con otra de modo casual (lo que la lengua inglesa llama eye
contact, “contacto de ojos”, subrayando la parte física del hecho y
semejándolo al concepto body contact o “contacto de cuerpos”) en un
sitio público, por ejemplo en un autobús o un tren, ello significa que ambas
personas tienen algo que decirse. ¿Qué tiene que decir el contacto de miradas? La sociología ortodoxa afirma que los individuos se miran para medirse
y compararse en términos de clase social; Redfield está de acuerdo pero sólo en
principio, y afirma que de lo que se trata es de
intercambiar un mensaje más profundo.
¿Cuál
es ese mensaje? En su tercera novela, Secrets of Shambhala (2001),
Redfield parece explicarlo a través de la noción de “campos de oradores” (prayer
fields), la combinación de miembros individuales de diversas comunidades en
un estado mental de expectación, deseo o intención. Por medio de las
miradas, los individuos mantienen no sólo a las sociedades en su estado de
sojuzgamiento y decadencia, sino al mundo mismo tal y como es cotidianamente
percibido: inamovible, objetivo y predecible. Sin saberlo, los seres humanos
son “oradores” capaces de imponer a la mente sobre la materia; puesto que su
forma de desear ha sido manipulada por el poder, y ya que la mecánica de las
miradas se lleva a cabo de modo inconsciente, el mundo equivale a una especie
de “deseo perverso”.
Ética
interpersonal
Sin embargo, los “campos de oradores” pueden
también ser capaces de lo opuesto: contrarrestar las energías negativas que
infestan al planeta. Aquí Redfield intenta dar un sentido místico a la
sincronicidad junguiana: “La sincronicidad es cuestión de ponerte en un
particular estado mental. Es fácil pensar acerca de la sincronicidad de modo
intelectual, pero a menos que entres en ese estado mental en donde tu campo de
oradores te ayude, todo lo que harás es tener pequeños atisbos”. Convertida la
novela en “manual de buenos oradores”, se insta al lector a “seguir la
sincronicidad”. Redfield lo llama “ética interpersonal”: una forma de “dar
ánimo” a quienes cruzan azarosamente nuestro camino. En este punto aparece de
nuevo el poder de la mirada: la “ética interpersonal” consiste en hablar con la
gente que espontáneamente hace contacto visual con nosotros y compartir
nuestras experiencias, sin importar cuán insólitas pudieran ellas resultar. El
modo de invertir el deseo perverso (“El despertar consiste en liberarnos de la
era moderna caracterizada por la preocupación secular, y abrir nuestra mente
hacia una nueva y verdadera forma de ver el mundo”) es hablar guiados por el
espíritu en vez de por el ego.
Según
Redfield, el poder dominante en el mundo se regenera sin cesar a partir de las
relaciones individuales de interdependencia, a las que llama “dramas de
control” sobre otras personas. Como el ser humano ha perdido su conexión con la
fuente de energía universal, procede a obtenerla de los seres que lo rodean
estableciendo enfermizas relaciones interdependientes basadas en el control.
Tales “dramas” son clasificados (y aquí brilla la manía de catalogación tanto
de la cultura norteamericana como de la New Age) en cuatro variantes del
vampirismo que van de lo activo a lo pasivo: los “intimidadores” roban energía
de los demás a través de amenazas; los “interrogadores” la obtienen juzgando y
cuestionando; los “reservados” atraen atención por medio de la coquetería, y las
“víctimas” manipulan a quienes las rodean haciéndolos sentir culpables y
responsables por ellas. “Todo conflicto en el mundo se ve reflejado en esta
batalla de energía humana. [...] La conexión con la energía divina resuelve
todo conflicto, puesto que ya no necesitamos energía de otras personas.”
La
fábula de los cien oradores
Bajo el lema de que “Atraemos los sucesos en
nuestras vidas”, Secrets of Shambhala invita a afinar las miradas y
atender con cuidado a “esas misteriosas coincidencias que pueden producirse en
un segundo para impulsar nuestra vida en una nueva dirección”. Ya conscientes
del poder del deseo y adoctrinados sobre cómo deben desear, los campos de
oradores se preparan para un cierto objetivo secreto que se clarifica poco a
poco a medida que avanza la cadena; cuando suficientes oradores estén
conectados, la profecía se cumple bajo la apariencia de realización del Gran
Deseo Humano: “Al usar la fuerza de nuestras expectativas, podemos atraer más
frecuentemente el proceso de sincronicidad. [...] Cuando te conectas dentro y
ves tu propio campo fluyendo frente a ti y actuando para llevar sincronicidad y
levantar a otros en el proceso sincronístico, puedes hacerlo con una
expectativa mayor”. Aunque no desde el lado iluminista, Sheldrake tendría que
estar, a menos en principio, de acuerdo con esos puntos. Con sus novelas
iluministas y no poco ingenuas, Redfield ha redactado una “fábula de los cien
oradores”.
Acaso
en el fondo del irrestricto entusiasmo de la New Age, y también de la
cautela con que ciertos científicos se aproximan a los mismos interrogantes, se
haya una sola intuición: la capacidad que nos permite ser llamados por otras
miradas y llamar con la nuestra podría ser educada e incrementada. Hacer
consciente el lenguaje de la mirada sería el primer ejercicio necesario para
habilitar nuestra capacidad de navegación consciente en el
inconsciente colectivo. Entonces ya no estaríamos “jalando” a los demás al
punto medio (“¿Sabes qué son los límites humanos? Las otras personas”, dice un
personaje del filme Hulk), sino impulsándolos: lo real dejaría de ser
confinamiento y promedio para volverse soltura y vuelo compartido.
*
Libros citados
Redfield,
James: The Celestine Prophecy, Satori Press, Palos Verdes (California),
1993. [Profecía Celestina, Grijalbo, México, 1999.]
——: The Tenth Insight, Warner Books, Nueva
York, 1996.
——: Secrets of Shambhala, Warner Books, Nueva
York, 2001.
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