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r e t r a t o s (e n) (c o n) p o s t a l e s
Proust: lo imposible recobrado
D.G.D.
En su tiempo como profesor en la Universidad de Cornell (1948-1959), Vladimir Nabokov ofreció una sustanciosa conferencia sobre Por el camino de Swann, el primero de los siete volúmenes que componen En busca del tiempo perdido de Marcel Proust. Ante todo, en esta conferencia —luego incluida en su Curso de literatura europea—, Nabokov niega la existencia de un lector superficial de Proust (“cosa más bien contradictoria, porque un lector superficial se aburrirá tanto, se ahogará tanto en sus propios bostezos, que no terminará el libro”). Dicho de otra manera, esa catedral novelística que es En busca del tiempo perdido se las arregla para que todos los lectores que la recorren sean profundos, incluso los que abandonan el primer volumen a la mitad, o lo terminan pero ya no buscan los siguientes. En otras palabras; he aquí el portento: no hay lectores principiantes de EBTP: leerla es iniciarse en un mester arcano e intrincado.
A continuación, Nabokov deshace la ilusión de identificar al narrador con Proust: “Al llegar aquí, uno podría sentirse tentado de decir que el narrador, ojo y oído del libro, es Proust, pero una vez más la respuesta es negativa. El supuesto libro es un libro-dentro-de-otro-libro, y no es estrictamente En busca del tiempo perdido, del mismo modo en que el narrador no es exactamente Proust”. De esta manera, Nabokov nos dirige con mano segura hacia el siguiente portento que le interesa señalar: “El narrador de la obra es uno de sus personajes; su nombre es Marcel. Dentro de la novela, en el último volumen, el narrador piensa la novela ideal que va a escribir. La obra de Proust es sólo una copia de esa novela ideal... ¡pero qué copia!”. Y la circularidad es simultaneidad: “A fin de comprender plenamente el volumen inicial debemos acompañar primero al narrador a la recepción [con la que concluye el último volumen, El tiempo recobrado]”, en el transcurso de la cual el narrador “se da cuenta de los cambios que el tiempo ha producido en todos sus amigos y experimenta un shock inspirador —o más bien una serie de shocks— que lo impulsa a ponerse a trabajar sin demora en su libro, en la reconstrucción del pasado”.
En efecto, el propio narrador enuncia su meta que es al mismo tiempo su pasado (porque describiendo lo casi imposible que pretende, demuestra que ya lo ha alcanzado antes de comenzar): “Lo que llamamos realidad es una cierta relación entre las sensaciones y recuerdos que nos rodean, a un tiempo; es la única relación verdadera y el escritor debe recapturarla para unir definitivamente en su frase los dos términos diferentes”. Incluso el lector que abandona el primer volumen está ya inmerso en lo que el narrador descubre en el séptimo (o mejor dicho, en lo que por fin recuerda que ya había descubierto): aquello que podría llamarse “Efecto Magdalena” subyace y se activa en y con cada palabra, con cada una de esas mágicas frases proustianas que se extienden como laberintos en varios niveles y contienen cláusulas, paréntesis, oraciones subordinadas y subordinadas de subordinadas. Los lectores que continúan al segundo volumen, y luego al tercero, y así llegan al final del sexto, son acompañados en todo momento por el séptimo volumen, y cuando por fin recorren éste, experimentan un descubrimiento en el sentido de un recuerdo recobrado. El tiempo se muestra (como quería Bergson) como el pálido reflejo de una espléndida simultaneidad: “una cierta relación entre las sensaciones y recuerdos que nos rodean”: la única relación verdadera.
Cuando Nabokov habla de una copia (“es sólo una copia de esa novela ideal”), quiere acaso significar que se trata de un pálido reflejo, pero ¡qué pálido reflejo! EBTP es una copia de esa novela que es ideal por imposible, pero es también el original que se contempla en el lector, el todo en la parte, el rostro entero en la máscara refulgente, lo imposible recobrado.
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Vladimir Nabokov: Lectures on Literature, Harcourt, Nueva York, 1980; ed.: Fredson Bowers; introducción de John Updike. | Curso de literatura europea, Ediciones B, Barcelona, 1987; trad.: Francisco Torres Oliver.
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P O S T A L E S / D G D / E N L A C E S
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