DGD: Textiles-Serie roja 7 (clonografía), 2009 |
miércoles, 5 de marzo de 2014
La palabra corazón
En nuestros días la palabra corazón sólo es tolerable en contextos geográficos (“el corazón de Viena”)
o históricos (“el corazón de la Edad Media”). Ah, qué magníficamente hablaban del
corazón los antiguos. Es verdad que en determinado momento hubo un exceso de
sentimentalidad y cursilería centrado en esta palabra y que ello generó la
proscripción, pero tal vez era la intuición de que muy pronto el corazón del
mundo quedaría roto y no volvería a reintegrarse. El exceso era acaso una
especie de despedida. Por eso hubo una epidemia de rubor, una infección de
vergüenza, y los poetas comenzaron a decir en sus cartas “Pues sí, he dicho la
palabra corazón, ni modo”, como disculpándose. Ya no es posible decirla sin
sentir que la sangre sube a la cabeza, como si se nos escapara un eructo en
público. (Pero cada vez que se pronuncia esta palabra inevitable e
imprescindible, de eso se trata: de un intento por bombear sangre hasta la
altura de las abstracciones, por restaurar la antigua unidad de corazón y cerebro.)
Qué vergüenza de esa vergüenza, qué nostalgia de aquel tiempo en que era
posible decir, como Proust, por ejemplo: “sigo buscando mi camino, doblo una
calle..., pero todo sin salir de dentro de mi corazón”.
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