DGD: Textiles-Serie blanca 22 (clonografía), 2010 |
sábado, 16 de agosto de 2014
Notas dispersas a La cura de luz, VII
La
evidencia de que la luz directa es “más luz” que la reflejada queda “en
evidencia” si se confronta con la realidad del ojo humano. Edgar Allan Poe, en
el primer cuento protagonizado por su detective, Auguste Dupin, establece el
origen de la excepcional percepción de este personaje en la contemplación de
los cuerpos celestes.
Dirigir a
una estrella una rápida ojeada, examinarla oblicuamente, volviendo hacia ella
las partes exteriores de la retina (que son más sensibles a las débiles
impresiones de la luz que las partes anteriores), es contemplar a la estrella
distintamente, obtener la más exacta apreciación de su brillo, un brillo que se
oscurece a medida que volvemos nuestra visión de lleno hacia ella. En el último caso, cae en los ojos un mayor
número de rayos, pero en el primero se obtiene una receptibilidad más afinada.
Con una extrema profundidad, embrollamos y debilitamos al pensamiento, y aun lo
confundimos. Podemos, incluso, lograr que Venus se desvanezca del firmamento si
le dirigimos una atención demasiado sostenida, demasiado concentrada o
demasiado directa. (“El doble asesinato de la calle Morgue”).
Poe se
interesa mucho menos en la “intriga” recogida en ese cuento que en transmitir
una evidencia: hay cosas que se oscurecen a medida que volvemos la visión de lleno hacia ellas, y para percibirlas
es necesario el otro tipo de luz, la luz sutil, reflejada. Poe demanda
contemplar a la realidad distintamente,
lo cual significa obtener una receptibilidad
más afinada.
*
En la
novela El hombre duplicado, José
Saramago imagina a dos hombres que hubieran nacido al mismo tiempo: “no sólo en
el mismo día, sino también en la misma hora, en el mismo minuto y en la misma
fracción de segundo, lo que implicaría que, aparte de haber visto la luz en el
mismo preciso instante, en el mismo preciso instante habrían conocido el llanto”.
Conocer la luz es conocer el llanto. El lugar común indica que el llanto
limpia. La luz es el dolor, pero no acaso el que afecta sino el que surge en el
transcurso de la cura.
*
Cada
mañana, cada despertar, el nacimiento se repite en la vida del ser humano. En
la misma novela, Saramago reflexiona sobre el hecho de que “las alucinaciones
de la noche, sean las de la carne, sean las del espíritu, siempre se disipan en
el aire con las primeras claridades de la mañana, esas que reordenan el mundo y
lo recolocan en su órbita de siempre, reescribiendo cada vez los libros de la
ley”.
Se dibuja así un ciclo: “Enemiga la
noche, tanto como las anteriores, pero salvadora la madrugada, como todas
tendrían que serlo”. La luz es salvadora, es curadora, en sus dos grandes
manifestaciones: la del llanto directo (el que cada ser humano experimenta en y
por sí mismo) y la del llanto reflejado (el que cada individuo vive como
reflejo de los demás: el llanto humano).
*
La
primavera es luz y calor: atonta. El invierno es oscuridad y frío: entumece. El
otoño es viento: arrasa. El verano es lluvia: empapa. Estos son los atributos
negativos. En la balanza están los contrarios: la primavera saca la luz
interior; el invierno la resguarda; el otoño la transporta; el verano la hace
fluir en consonancia.
*
La
gente enferma porque se olvida de sí misma, porque se deja reabsorber por el
silencio. El arte viene en su auxilio: el arte verdadero no es el que sirve al
olvido, sino al recuerdo. Y aún más: no es el que transmite la indiferencia
sino la atención.
*
La
pintura, y luego la fotografía y el cine, lo comprendieron a la perfección: la
luz directa aplasta, desgasta, avejenta, reseca, pero también da materialidad y
expansión; la luz reflejada invita a la intimidad, al recogimiento, a la
frescura de los manantiales subterráneos, pero también desvanece y hace
enloquecer. Cada una cura los excesos de la otra. Lo supieron desde siempre los
animales, como ese zorro rojo que ve Kipling (“Ellos”, 1904), que “se revolcaba
a la manera de los perros bajo la luz desnuda del sol”, acaso para curarse de
una larga noche.
* * *
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