DGD: Redes 125 (clonografía), 2009 |
viernes, 16 de octubre de 2015
Nos estuvimos mirando (Fragmentario XVIII)
En La
región más transparente (1958), Carlos Fuentes recoge una muy inusual fórmula para
cerrar una conversación y despedirse: “¡Nos estuvimos mirando!”, que acaso no
era tan extraña en el México de la época de escritura de esa novela.
La forma mexicana popular es “Nos vemos”, con
el verbo en presente implicando al futuro (se dice en el sentido exacto de “Nos
veremos”) y casi provocándolo, conjurándolo. Más que una esperanza es una
orden.
No pocos lingüistas no hispanoparlantes se
asombran de esa fórmula. Quizás proviene directamente del inglés, en cuya habla
popular es frecuente el See you. El
afán abreviativo de esta cultura ha eliminado el pronombre y el verbo modal: I’ll (I will see you, “te veré”). Sin éstos, la frase See you puede ser entendida como “te
veo”. Así es como pasa al español en frases como “te veo el próximo jueves” (y
no “te veré”).
De manera asombrosa, el personaje de La región más transparente señala al
pasado: “Nos estuvimos mirando”, esto es, “Nos hemos estado mirando”, como
diciendo “Hemos cumplido el deseo de la despedida anterior, y con eso basta”.
Esta seca formulación parece, asimismo, no desear particularmente otro
encuentro en el futuro.
Qué diferencia entre “Nos vemos” y “Ya nos
vimos”. En lo primero late la esperanza y una seguridad un tanto impostada,
mientras que en lo segundo se trasluce algo de aquello que la sabiduría popular
sintetiza en “Lo bailado ¿quién me lo quita?”, o en la versión que el propio
Fuentes incluye en esa novela, “Lo vivido, ni Dios nos lo quita”. Un estoicismo
muy especial: ya nos estuvimos mirando, necio sería pedir más.
Aquí es evidente que se hace una diferencia
entre lo vivido (la sucesividad) y la vida (la simultaneidad). Acaso a
quien se instala (o es insertado) en lo sucesivo le resulta necio pedir más porque intuye que el
tiempo es un despojo, una resta, y por tanto se refugia en lo que ni Dios puede
quitarle. Qué asombroso es, bajo esta luz, el “Nos vemos”: en esta fórmula, en
este conjuro, ya no hay esperanza impostada sino la conmovedora apuesta por una
simultaneidad irrefrenable: siempre nos
hemos visto y nos veremos siempre.
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