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domingo, 15 de abril de 2018
El misterio de los actores y de la actuación (XVII)
Actuación vs.
pensamiento
El sobreentendido corriente según el cual el actor no debe
pensar es muy funcional en términos de neutralidad ideológica: en Hollywood
evita al actor cuestionar a fondo qué es exactamente aquel aparato industrial
al que se ofrece “en cuerpo y alma” en productos mayoritariamente comerciales.
Y en todo caso pensará en eso, es decir en lo comercial, no en lo
ideológicamente tendencioso. Esto le permitirá ser igualmente eficaz tanto en
películas no rentables como en las comerciales. En todo caso desarrollará una
especie de “moralidad flexible” en la que el acento quedará en “flexible”,
porque no suele usarse para rechazar productos éticamente reprochables sino
para interpretar sin cargos de conciencia a personajes siniestros o
declaradamente criminales (todo queda en la eficacia de la técnica del actor,
no en su capacidad de reflejar su propia ideología a través de la elección de
sus papeles).
El problema,
sin embargo, no termina ahí, puesto que en contextos distintos del
hollywoodense (como esas partes del cine europeo o asiático aun no invadidas
por la mentalidad de la “Meca del cine”) sigue pidiéndose al actor que no
piense, es decir que continúa privilegiándose en su oficio una completa entrega
sin el lastre de la reflexión y menos aún de la crítica.
Dennis Hopper
se remonta a sus inicios como actor en el cine:
James Dean me dijo: “Debes hacer las cosas en lugar de
mostrarlas. Si estás fumando un cigarrillo, fúmalo, no lo actúes. Lo mismo si
estás bebiendo. Mira, oye, pero no actúes estas cosas, y no tengas ideas
preconcebidas sobre el siguiente momento; vive una realidad hecha momento a
momento y deja que las cosas sucedan. No presupongas nada. Si alguien toca a la
puerta, contesta pero no pienses que tiene una pistola en la mano; entonces ves
que la tiene y reaccionas”. Eso me dijo y así comencé. [I-7, finales de
1994/principios de 1995.]
Independientemente
del contexto político, el actor se beneficia si carece de ideas preconcebidas y de presupuestos: eso le permite reaccionar de
manera espontánea y dejar que las cosas
sucedan.
Hopper toca a
continuación un tema muy relacionado: si el actor debe evitar que las ideas lo
condicionen, es para llegar a una especie de inocencia. Pero qué contradictoria inocencia es esa, que lo
mantiene en una suerte de letargo deliberado y permanente:
Entre las tomas trato de mantener mis sentidos
abiertos. Brando dijo una vez: “Estoy harto de la actuación porque empecé
portándome como un niño y quiero crecer, y voy a dejar la actuación porque no
quiero echar a perder mi carrera”. Un actor debe hacer lo que sea por mantener
sus sentidos abiertos, porque son ellos los que trabajan para él. Yo ya no bebo
ni consumo drogas, y mi temor cuando dejé esas cosas era que no pudiera volver
a actuar. Pero volví a Strasberg y vi que todo era más claro y mejor porque yo
era alcohólico y adicto a las drogas. Pero aún tengo cosas que abren mis
sentidos, latiendo y activos: oír gran música o ver gran pintura o mirar el
atardecer, lo que sea. Eso debe hacer el actor; eso debe hacer si usa sus
sentidos, porque hace que sus sentidos trabajen todo el tiempo. La memoria de
los sentidos [sens memory] ayuda si
hace eso.
“Un actor
debe hacer lo que sea por mantener sus sentidos abiertos”, dice Hopper respecto
a lo que aprendió de Brando, “porque son ellos los que trabajan para él.” Lo
certifica otra fuente, el diario de rodaje de Apocalypse Now escrito por la esposa del director, Eleanor Coppola:
La toma era en el muelle,
así que fui hasta ahí y encontré a Francis [Coppola] en la sombra, hablando con
un hombre corpulento de cabello corto y canoso. Cuando me acerqué, el hombre me
dijo: “Hola, Ellie”. Su aspecto me resultaba conocido, y entonces me di cuenta
de que era Marlon Brando. Quedé fascinada de que me reconociera y se acordara
de mi nombre después de nuestros pocos y breves encuentros. Parecía mirarme con
microscopio, como si se diera cuenta de todos los movimientos de mis cejas, o
fuera capaz de ver los puntos irregulares del bordado en el bolsillo de mi
camisa. Y no lo hacía con aire crítico, sino simplemente absorbiendo todos los
detalles. Más tarde Francis me comentó que esto es, en parte, lo que hace de él
un actor tan bueno. Es capaz de desarrollar una imagen, de captar un personaje,
hasta el más minúsculo detalle. Francis tiene una visión más conceptual de las
cosas. Tiene la idea general de cómo quiere que sea la película y cuenta con Dean
[Tavoularis, diseñador de producción] y Vittorio [Storaro, fotógrafo] y el
reparto de actores para que completen muchos detalles”. [Eleanor Coppola: Notes on the Making of ‘Apocalypse Now’,
1979.]
La neutralidad
ideológica
De cualquier forma, la “neutralidad ideológica”, que por
todas partes se considera esencial en la carrera de un actor, beneficia a una
mentalidad como la hollywoodense, en donde sólo se habla del cómo y nunca del
porqué. Francis Ford Coppola lo ve muy claramente:
Si quieres saber quién rige el mundo, ve quién
contrata a los artistas; de este modo sabes quién está en el poder. Podemos
verlo en el pasado, cuando era el Vaticano o algo así; hoy son las
corporaciones las que contratan a los artistas a través de la publicidad; el
gran empleador de los artistas son las agencias publicitarias. Veo un mundo en
que los artistas ya no son empleados por quienes están en el poder sino que
comparten el poder de otros aspectos de la sociedad. Porque el artista es en
esencia el único calificado para ayudarnos a ver el futuro, por las
herramientas que usa, su intuición y su emoción. ¿Por qué los artistas deben
ser empleados, por qué no pueden participar en el diseño de nuestra
civilización y cultura? He leído muy bien Das
Kapital porque tengo la intuición de que el comunismo es sólo una parte de
su pensamiento [de Marx] y que hay otras partes de las que puedo aprender. Soy
un convencido creyente de la posibilidad de que hay un futuro mejor, al que
todos aspiramos, en el que podremos unir los talentos de toda la gente y
producir algo. No precisamente una utopía sino algo mejor de lo que hay ahora.
Me encantaría ver que eso sucediera. [VII-14, 6-5-2001.]
En los
principios de su carrera Coppola aprendió que el aparato de poder determina una
inercia casi imposible de vencer: “Siempre he resentido el éxito de los Padrinos, porque lanzó mi carrera en una
dirección distinta a la que yo quería. Yo quería ser un escritor-director, era
mi sueño y aún lo es. Y cuando escribía el guión con Mario [Puzo], así como el
de Apocalypse Now, mi sueño era meter
en un guión el destino del ser humano. Siempre he soñado escribir y dirigir un
nuevo trabajo en lugar de lo que tenemos ahora”.
A los actores
que lo escuchan en el auditorio del Actors Studio, pero también a los guionistas
y directores, Coppola hace una muy difícil recomendación respecto a si se debe
seguir la corriente o ir contra ella para cambiar el mundo:
Deben encontrar un difícil equilibrio: ir con la
corriente y aprender, ganar experiencia y reconocimiento y un poco de poder,
pero volver a lo que inicialmente los inspiró y volver a este poder y usarlo en
formas que ayuden a construir un mundo mejor. Estoy convencido de que podemos
hacerlo y de que tenemos el talento y la habilidad para ello; puedo estar ya fuera
de tiempo pero la estafeta ha pasado a una nueva generación que está
calificada. ¡Vayan y cambien al mundo a través del arte!
Lamentablemente,
no es la primera vez que la estafeta ha pasado a una nueva generación
calificada, y ya se ha visto que a todas las generaciones aguarda una inmensa
inercia y, sobre todo, un tajante requerimiento de neutralidad ideológica (que
es, en sí, una ideología: la base ideológica de la ultraderecha).
*
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