domingo, 25 de abril de 2021

El misterio de los cien monos (LXXV)

DGD: Postales, 2021.

 

 

Lo espiritualmente útil

 

Cabe aquí emplear el esquema de la metáfora de los cien monos: un cambio en la mirada es posible si los individuos verdaderamente anhelan el futuro. Y si no existe la “masa crítica”, es decir, si no se requiere de un cierto número de “anheladores de futuro” que sumen el impulso necesario, ello es tan posible ahora mismo como lo fue ayer y lo será mañana. Si —según los términos de la misteriosa fábula— la condición que facilita y propicia la transmisión es una previa necesidad más o menos ignorada, ¿qué mayor necesidad manifiesta la humanidad en conjunto? Evidentemente, Sheldrake ha pensado en esta conexión, pero su lado científico le aconseja prudencia, en tanto tal conexión no parece “científicamente útil” (aunque lo ha dicho en otras palabras en sus libros más intuitivos). Sin embargo, provocar un cambio en la mirada hacia el futuro y expandirlo a través de la necesidad de una apertura de conciencia, será muy pronto espiritualmente útil.

          Lo que se ha manejado como “reunificación ciencia-religión” no es sino la llamada a una recuperación de lo simultáneo. En esa llamada tienen mucho que decir tanto la ciencia como la magia, la filosofía, el arte y las humanidades, y resulta claro que en el diálogo profundo de esos territorios, el que más gana es el de la ciencia. Una vez que esta revolución científico-artística-mística —aunque la palabra “mística” siga incomodando aun a la mayoría de los científicos— cuente con suficientes comprobaciones y respaldos, ¿caerán estas inusitadas posibilidades en lo que la jerga norteamericana llama “manos equivocadas” (wrong hands), o implicarán esa apertura de la conciencia tan largamente esperada por la humanidad para integrarse a fondo en la gran Figura de Figuras?

          Esas “manos equivocadas” no sólo conviven con la ciencia, sino se basan en ella; no sólo son parte de la modernidad sino la crean en más de un sentido. Los psicólogos se escandalizan cuando se les atribuye el discurso teórico en que se basan la propaganda y la manipulación de masas, del mismo modo en que los físicos cuando se habla de la bomba atómica. Como afirma Jacques Ellul, “el científico debe saber que vive en un mundo en el que sus descubrimientos serán utilizados” (Propaganda, 1965). Esta utilización, esta diaria puesta en práctica por las “manos equivocadas”, implica incluso una constante afinación de técnicas que avanza por su cuenta, ya de modo independiente a los científicos en cuyas tesis abstractas se basa. “Inevitablemente”, escribe Ellul, “los propagandistas tendrán un mejor entendimiento de la sociología y la psicología y las usarán con mayor precisión; como resultado, se harán más efectivos.”

 

 

La gran Figura de Figuras

 

En el ya citado Libro de los condenados, Charles Fort da un giro esencial a la noción “resistencia al cambio”:

 

La conciencia de lo real es la mayor resistencia posible a las tentativas de realizarse o de convertirse en real, puesto que se contenta con sentir lo que alcanza a la realidad. Yo no me opongo a la ciencia, sino a la actitud de las ciencias desde el momento en que imaginan haber realizado un fin. Me opongo a la creencia, no a la aceptación; a la insuficiencia tantas veces comprobada, a la puerilidad de los dogmas y los estándares científicos. Si varias personas parten hacia Chicago y llegan a Buffalo, y si una de ellas se persuade de pronto de que Buffalo es Chicago, opondrá una resistencia al avance de los demás.

 

Fort observa: “solamente siendo más reales podremos barrer los cuasi-obstáculos que nos hacen frente”. Acaso no sea otra la evidencia que, cada cual a su manera, transmiten la fábula de los cien monos y hombres de ciencia como Rupert Sheldrake: acceder a un nivel superior de realidad. Sólo en ese nivel se resuelven los conflictos aparentemente insolubles, y tal resolución no depende de uno solo, ni de un grupo de privilegiados. Dicho de otra manera: la llamada es a una humanidad en conjunto, sin exclusión alguna, en su apetencia de realidad.

          En Physics and Philosophy (1958), Werner Heisenberg se daba cuenta de que lo que la gente pensaba al oír la palabra “física” era la bomba atómica. Ello lo llevó a exclamar: “Cada herramienta lleva en sí el espíritu a través del cual fue creada”. Es el espíritu, pues, esa palabra tan temida y despreciada por la ciencia, el único capaz de evadir los equívocos. Por más ingenuo que parezca a la maliciosa modernidad, sólo un regreso al anima mundi abrirá los ojos a la Gran Figura y capacitará a las manos a dejar de equivocarse. A la sospecha de un grave equívoco que espera al futuro de la ciencia, el propio Albert Einstein había entrevisto una respuesta: “¿Cuál es el significado de la vida humana, o de toda la vida orgánica en su conjunto? Responder a esta pregunta implica una religión. Me dirán: ‘¿para qué entonces formularla?’ Y yo respondo: el hombre que contempla su propia existencia y la de sus semejantes como algo sin sentido, no es sólo infortunado, sino que casi está descalificado para la vida”.

 

*

 

Libros citados

Einstein, Albert: Ideas and Opinions, Bonanza Books, Nueva York, 1988.

Ellul, Jacques: Propaganda: The Formation of Men’s Attitudes (1965), Random House, Nueva York, 1973.

Fort, Charles: The Complete Books of Charles Fort, Dover Publications, Mineola (Nueva York), 1974. Introducción de Damon Knight.

——: The Book of the Damned (1919), Dover Publications, Mineola (Nueva York), 2002. [El libro de los condenados, Ediciones Petronio, Barcelona, 1976.]

Heisenberg, Werner: Physics and Philosophy: The Revolution in Modern Science, Harper & Row, Nueva York, 1958; Prometheus Books (Great Minds Series), Nueva York, 1999.

 

 

[Leer El misterio de los cien monos (LXXVI y final).]

 

 

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viernes, 16 de abril de 2021

El misterio de los cien monos (LXXIV)

DGD: Postales, 2021.

 

 

La desconfiable noción de masa crítica

 

Las ideas de “masa crítica” y “reacción en cadena”, tan abundantes entre quienes citan la fábula de los cien monos para demandar un mundo en paz, surgen del belicismo. (“Está en nuestros átomos y en nuestras moléculas”, escribía Wayne W. Dyer en Real Magic.) La bomba atómica se basa en la fisión del uranio 235 (un isótopo del uranio), a la que se llega cuando la cantidad mínima de los núcleos de ese elemento conforman su masa crítica y desatan una reacción en cadena. Se dice que una masa de uranio 235 es “crítica” cuando tiene un cierto valor mínimo para que se propague en ella la fisión (reacción en cadena) y se multiplique la energía total desprendida.

          La noción “masa crítica” ya había sido usada por Lyall Watson en su interpretación de la fábula de los cien monos en Lifetide, y fue sin duda este concepto el que explica por qué Ken Keyes basó en ella su libro de advertencia sobre el armamentismo nuclear (The Hundredth Monkey, There’s No Cure for Nuclear War, Only Prevention, 1984). Curiosa figura: la fábula de los cien monos implica un comportamiento metafórico igual al del funcionamiento de la bomba atómica, y a la vez esa fábula fue usada como advertencia contra el peligro nuclear —y no sólo eso, sino como muestra de que es posible una “concientización en cadena” una vez que se alcanza la “masa crítica”.

          La gráfica mencionada por Rupert Sheldrake en la entrevista ya incluida (referida al índice de aprendizaje en ratas), así como otras similares resultantes de sus experimentaciones, indican un proceso uniformemente acelerado. Si pudiera graficarse el fenómeno aludido en la fábula de los cien monos, habría una línea ascendente que en un determinado punto (el momento en que el centésimo mono repite la nueva conducta) se dispara de súbito en un ángulo pronunciado. Tanto la experiencia como la intuición de Sheldrake le desaconsejan fiarse de esa súbita ruptura, de la noción de un umbral traspuesto al alcanzarse un número “suficiente” o “necesario”, de un punto de “estallido” —por seguir usando las metáforas bélicas de Keyes. ¿Qué significa entonces el hecho de retirar de la fábula la noción de “masa crítica”?

          Significa, en principio, una lectura más abierta: la idea misma del centésimo mono —en tanto percutor de la “masa crítica” y de la transmisión misteriosa— es esencialmente sucesiva (diacrónica, evolucionista), y de modo tan elemental como lo muestra la numeración que va del uno al cien. Cuando Sheldrake desconfía del “umbral”, lo que está haciendo es asentar la metáfora de los cien monos (tan relacionada con el trabajo de Sheldrake que para desacreditar a éste se ataca a aquélla) en el territorio de la simultaneidad: la transmisión misteriosa, la apertura de conciencia, puede darse en cualquiera de los puntos de la escala. La resonancia mórfica no depende de una cierta recarga, del salto sobre un trampolín cuando se alcanza el impulso necesario; es en sí un umbral y la apertura coexiste en todos sus puntos.

          Cuando se le pide imaginar las aplicaciones concretas de su teoría, Sheldrake entrevé una revolución educativa: si resulta más fácil aprender algo que muchas personas han aprendido antes, los programas de estudio que aceptaran y ampliaran el proceso de la resonancia mórfica podrían acelerar el aprendizaje. Una segunda posibilidad sería integrar los sistemas terapéuticos y llegar a una medicina orgánica, acorde con un universo “inter-consciente”. Existe, además, la posibilidad de una tecnología orgánica capaz de provocar una revolución mediática: si la resonancia mórfica puede ocurrir entre máquinas con muy pocos elementos azarosos en su funcionamiento, por ejemplo las computadoras cuánticas, nuevas formas de telecomunicación se hacen posibles. Y, más allá, se halla el gran salto de la tecnología orgánica a la cultura animista, aquella en la que el anima mundi no es un vago concepto supersticioso sino el sustento mismo de lo real.

 

 

Experiencia holotrópica

 

Mientras tales previsiones consiguen llegar siquiera al campo de las hipótesis aceptadas, ese punto de contacto entre la obra de Sheldrake y la fábula de los cien monos existe acaso en el trabajo de otro investigador, Stanislav Grof (creador de la “psicología transpersonal”), que, en Psychology of the Future (2000) describe su noción de experiencia holotrópica (palabra que equivale a “moverse hacia la Totalidad”) y sugiere que sólo existe un área en el consciente colectivo a partir de la cual la humanidad podría provocarse una radical transformación interna (y un acceso a un más alto nivel de conciencia): la esperanza real en el futuro. Si el ser humano sólo contempla la detrítica grisura del presente, así como la dolorosa oscuridad del pasado, y si éstos son los únicos espejos con que cuenta para imaginar el futuro, no habrá —afirma Grof— una verdadera esperanza, un ansia de saltar, un anhelo de trascendencia.

          Utilizando los términos de Sheldrake: el campo mórfico humano se resiste al cambio con todas sus fuerzas porque la modernidad sólo quiere (paradójicamente) perdurar como tal, en tanto “el mal menor”. No hay incentivo ni el menor deseo de cambiar la hoja del calendario si el mañana no parece más que la prolongación ad nauseam de las atrocidades y vacíos del hoy. Del mismo modo, la ciencia oficial, y todas sus ramificaciones que se extienden hasta deparar a toda la mentalidad occidental (así como la del Oriente occidentalizado), se basa en “leyes” ciegas que impulsan al presente desde el pasado, lo que implica un simple “avanzar” sin metas ni objetivos: un paradójico estancamiento en el fondo del vértigo de la modernidad.

          Lampedusa lo había denunciado: “Si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie. Una de esas batallas en las que se lucha hasta que todo queda como estuvo. Ustedes no quieren destruirnos a nosotros, sus padres. Quieren sólo ocupar nuestro puesto, para que todo quede tal cual. En el fondo, es sólo una imperceptible sustitución de castas” (El gatopardo, 1958). En el “desarrollo” moderno, en la “evolución” de las sociedades, en el “progreso” tecnológico, todo es fijo, inerte y previsible. El poder cambia raudamente para no cambiar. En este modelo, el hombre está de frente al futuro, pero su atención está puesta en el vis a tergo, aquello que lo empuja constantemente desde el pasado. En su lentísimo aprendizaje, la ciencia está por fin dirigiéndose hacia el cambio a un paradigma dinámico en el que los procesos comienzan a ser estudiados en términos menos de su “objetivo” que de su necesidad integral.

 

*

 

Libros citados

Dywer, Wayne W.: Real Magic, Harper & Collins, Nueva York, 1992.

Grof, Stanislav: Psychology of the Future: Lessons From Modern Consciousness, State University of New York Press, Albany, 2000.

Keyes Jr., Ken: The Hundredth Monkey, DeVorss & Co., Los Ángeles, 1982.

——: The Hundredth Monkey, There’s No Cure for Nuclear War, Only Prevention, Vision Books, Los Ángeles, 1984.

Lampedusa, Giuseppe Tomasi di: Il gattopardo, Feltrinelli, Milán, 1958. / The Leopard, Pantheon Books, Nueva York, 1991. [El gatopardo, Plaza & Janés, Barcelona, 1999.]

Watson, Lyall: Lifetide: a Biology of the Unconscious, Simon & Schuster, Nueva York, 1979.

 

 

[Leer El misterio de los cien monos (LXXV).]

 

 

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lunes, 5 de abril de 2021

El misterio de los cien monos (LXXIII)

DGD: Postales, 2021.

 

 

Túneles de realidad

 

Cientos de libros se orientan a la versión nefasta de los Illuminati: el dominio exterior y la esclavitud por lavado de cerebro e imposición de una realidad falsa. Acaso la menos equívoca respuesta ante todo este catastrofismo paranoide es del propio Robert Anton Wilson: “En tanto todos creamos nuestros habituales túneles de realidad, ya sea consciente e inteligentemente, o inconsciente y mecánicamente, prefiero crear para cada minuto de mi vida el túnel de realidad más feliz, divertido y romántico, consistente con las señales que mi cerebro aprehende. Me da pena la gente que persiste en organizar su experiencia en túneles de realidad tristes, monótonos y desesperanzados, y trato de mostrarles cómo deshacerse de ese mal hábito, pero no siento ningún deber masoquista de compartir su miseria” (Cosmic Trigger, 1977).[1]

          David Icke es un compilador de todos esos “túneles de realidad” catastrofistas, a los que presenta como ideas originales y hasta revelaciones. Mas lo significativo es que Icke no busca recuperar el mundo real, sino cambiar una ilusión opresiva por otra gratificante: “Lo que estamos buscando aquí, al final, no es movernos de una ilusión al ‘mundo real’, porque no hay mundo real en la frecuencia de operación en la que estamos. Es ‘sólo’ una ilusión. Buscamos elegir entre crear una ilusión-prisión o una ilusión-paraíso. De cualquier forma, ambas son ilusorias porque este mundo es sólo una creación de nuestras mentes”.[2] Es así que Icke, en evidente referencia a la fábula de los cien monos, alcanza su mensaje mesiánico y declara:

 

Este mundo es sólo una manifestación de la conciencia humana. Si todos pensáramos y proyectáramos una energía y una conciencia de amor y respeto por el otro, ahora, en este minuto, este mundo se transformaría absolutamente. No sería el mismo lugar dentro de sesenta segundos a partir de ahora. Esta es la clave. Esta es la base. Y esto será cuando alcancemos esta masa crítica de despertar de la conciencia, y nos movamos hacia allá, no tan rápido como quisiéramos, pero hacia allá. Después veremos al mundo cambiar. Y veremos la estructura de poder y control caer con una velocidad tal, que ya en sí genera confianza desde la perspectiva que tenemos en este momento.

 

Desde el arcano concepto indio de maya (ilusión) hasta las filosofías idealistas de Hume y Berkeley, desde la noción del miasma Psora mencionada por las tradiciones espirituales (la existencia aparencial de la que el iluminado se deshace) hasta la básica virtualidad posmoderna, la realidad material ha sido sistemáticamente cuestionada. Mas los excesos de torva paranoia (Icke) o de irrestricto entusiasmo (Dyer) no agotan los alcances de la fábula de los cien monos. De hecho, la doble lectura que la vuelve tan fascinante estriba en señalar la convivencia de lo sucesivo (la extensión de la nueva conducta de un mono a otro, y luego de un grupo a otro) con lo simultáneo (la sugerencia de que la conciencia se expande porque ya está expandida en cada uno de los pasos de su proceso de apertura).

          Este último es el punto más difícil de atrapar por la razón binaria. La fábula de los cien monos ha sido usada mil veces, dentro y fuera de la New Age, para apoyar, por ejemplo, la idea de la plegaria. Lo que no se entiende es que ningún acto de orar podrá ser lo suficientemente mayoritario (“masa crítica”) si la realidad en que ese acto brota no es sagrada. El hecho más o menos probado de que el índice de criminalidad desciende en torno al área en donde medita un grupo nutrido de personas es sólo la punta del iceberg, la primera y más pálida señal de lo que existe en el fondo mismo de la fábula de los monos: la necesidad de acceso de toda la humanidad sin excepciones a una conciencia de lo sagrado.

 

 

Pequeña entrevista con Sheldrake

 

En el mejor de los casos, la fábula de los cien monos parece la representación popular de la teoría de Rupert Sheldrake de la resonancia mórfica. Aunque evidentemente han avanzado en paralelo, la obra de este biólogo y esa fábula no parecen haber coincidido plenamente: Sheldrake no la cita, aunque parece estarse refiriendo a ella una y otra vez. Para elucidar este punto, le hice la siguiente entrevista en mayo de 2003:

 

—¿Conoció usted la fábula de los cien monos antes o después de crear la teoría de los campos mórficos?

  Sheldrake: Nunca oí esa historia hasta que había terminado mi primer libro, A New Science of Life. Alguien me habló de ella cuando el libro estaba recién publicado. Sin embargo, cuando encontré la historia en su forma original, en el libro Lifetide de Lyall Watson, fue claro para mí que era más una historia que la exacta declaración científica de lo que había pasado. Watson aclara que está inventando la idea de un número-umbral de monos y de un periodo particular en el cual las cosas se esparcieron súbitamente.

  —¿La fábula influyó en su trabajo de una u otra manera?

  Sheldrake: No tuvo ninguna influencia porque yo había ya elaborado mi teoría y contaba con una considerable cantidad de evidencia para apoyarla, por ejemplo los estudios sobre aprendizaje de ratas que describo en A New Science of Life.

  —¿Por qué usted no cita la fábula en sus libros o entrevistas? ¿No le concede ninguna importancia, ni siquiera metafórica?

  Sheldrake: No la cito porque científicamente es poco fiable. Lyall Watson especificó esto muy claramente desde el principio, pero esa historia, a través de muchas repeticiones de gente que la recuerda a medias en la literatura de la New Age, se ha alejado más y más de cualquier base en los hechos. Pedí a Lyall Watson que me diera referencias en la literatura científica acerca de los hechos en que se basa la historia, pero me dijo que no conocía ninguna y que esos hechos estaban simplemente basados en conversaciones que sostuvo con los científicos japoneses que observaron un aparentemente rápido incremento de esta forma de conducta en los monos. Así que tal vez existen ciertas bases científicas, pero no una documentada.

  ”El hecho de que esa historia se haya alejado tanto de sus hechos básicos la hace muy susceptible de ser atacada por escépticos. En revistas norteamericanas dedicadas al escepticismo han aparecido varios artículos en los que se afirma, con razón, que la historia del centésimo mono es más un mito de la New Age que un hecho científico, y en seguida esos mismos artículos tratan de desacreditar mi trabajo por asociación. Los autores piensan que, al desacreditar la historia del centésimo mono, han desacreditado la resonancia mórfica. Para evitar toda esta controversia, sencillamente evito hablar de esa historia; ella nunca tuvo una parte importante en mi pensamiento, y mucho menos en la escritura de mi primer libro. Su valor radica en ser una especie de mito de la New Age que ilustra un principio básico y que atrae a la gente por eso.

  —¿Cuál es su interpretación personal del “Síndrome de los cien monos”?

  Sheldrake: La historia del centésimo mono fue usada originalmente en el contexto del movimiento antinuclear y su demanda por la paz. En lo personal, me parece interesante que implique la metáfora de una “masa crítica”, porque ¡ese el exacto principio a través del cual trabajan las armas nucleares! Si usted consulta los datos sobre aprendizaje de ratas que se muestran en una gráfica en mi libro A New Science of Life (ilustración 28), verá que no existe en absoluto un efecto de “masa crítica”. En lugar de ello, lo que hay es un efecto cuantitativo sin umbral crítico. De tal forma, pienso que este aspecto de la historia del centésimo mono es muy engañosa.

 

*

 

Notas

[1] Wilson ventila los mismos temas en el territorio de la no ficción en sus corrosivas Cosmic Trigger (1977-1995), Schrodinger’s Cat Trilogy (1980-1981) y Quantum Psychology (1990).

[2] David Icke entrevistado por el diario The Spectrum, Tehachapi (California), septiembre 10 de 2001.

 

 

Libros citados

Sheldrake, Rupert: A New Science of Life: the Hypothesis of Formative Causation, J.P. Tarcher, Los Ángeles/Nueva York, 1981.

Watson, Lyall: Lifetide: a Biology of the Unconscious, Simon & Schuster, Nueva York, 1979.

Wilson, Robert Anton: Cosmic Trigger I: Final Secret of the Illuminati, And/Or Press, Berkeley, 1977; ed. revisada: New Falcon Publications, Tempe (Arizona), 1986.

——: Cosmic Trigger II: Down to Earth, New Falcon Publications, Tempe (Arizona), 1991.

——: Cosmic Trigger III: My Life After Death, New Falcon Publications, Tempe (Arizona), 1995.

——: Schrodinger’s Cat Trilogy: The Universe Next Door / The Trick Top Hat / The Homing Pigeons (1980-1981), Dell Books, Nueva York, 1988.

——: Quantum Psychology: How Brain Software Programs You and Your World (1990), New Falcon Publications, Tempe (Arizona), 1993.

 

 

[Leer El misterio de los cien monos (LXXIV).]

 

 

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