martes, 5 de julio de 2011

Resquicios

DGD: Textil 73 (clonografía), 2009

“Demiurgo, el viento da vía.” Ahí está la vieja certeza de los exploradores del alma: irse hacia donde el viento sopla, seguir a esa guía por más voluble que parezca. Los marinos de Conrad, los exiliados de Melville, los extraviados de London, saben que el viento sopla siempre en una dirección determinada, y que no es por azar que va para acá o para allá, que mil veces cambia de rumbo, que sigue yendo hacia alguna parte aunque en apariencia se haya estacionado. Y lo siguen, a sabiendas o no, porque saben que el alma es eso, un soplo, un aliento. En los relatos genésicos, Dios sopla sobre sus criaturas para insuflarles vida. Por eso quien da aliento es el que sopla en un alma estancada, quieta, enrarecida. El alma es un impulso; por eso sufre cuando está encerrada, cuando no se le dejan resquicios para que el viento pueda colarse. Los exploradores del anima mundi tienen cuerpos porosos, llenos de resquicios: a cada instante el alma se les va en murmullos, en suspiros, en exhalaciones, en rugidos: es así que han aprendido a seguir al gran impulso del mundo, a irse por la vía que les indica el soplo divino. Saben que decir “el viento” no es generalizar: cada quien tiene una irrepetible rosa de los vientos. Por eso se van por la gran vía siempre irrepetible que el gran demiurgo da, por eso se atreven a ir siempre viento en popa, sin importarles hacia dónde los lleve, por eso se deciden a seguir al gran aliento genésico que anda por el mundo completando la creación.

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[De Ónfalo; sobre uno de los poemas incluidos en Mil usos curativos del fuego.]

1 comentario:

Anónimo dijo...

Querido Daniel, admirado, único, tú el soplador de almas, tú el iluminador, el guía, el Maestro generoso que lo entrega todo. Entrañable amigo, siempre me conmueves con tus textos, tus decires. Echas las palabras al viento en esa tu muy personal rosa de los vientos, y alcanzas, sacudes, gratificas, conmueves. ¿Cómo agradecerte tanto y tanto? Úrsula.