sábado, 7 de julio de 2012

Fragmentario (IX)


DGD: Redes 146 (clonografía), 2012


Humildad y soberbia

No me siento superior a nadie. Esa es mi humildad.

No me siento inferior a nadie. Esa es mi soberbia.

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Diálogo

—¿Por qué cuando alguien cambia de religión se llama conversión, pero si cambia de ideario político o de disciplina científica es sólo una cuestión de gusto?
            —Quizás es una forma indirecta de probar la existencia del espíritu. La vida del cuerpo es frívola si se compara con la vida del alma. Cambiar de vía espiritual es convertirte; lo demás es sólo cambiar de ideas.
            —Pero a fin de cuentas una cosa o la otra son simples cambios de creencias.
            —Las creencias nunca son simples. Y menos los cambios.
            —¿Por qué es tan importante creer?
            —Creo que no lo sé.
            —Si pudiéramos actuar sin tener que creer primero. Si sólo pudiéramos.

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Coda extemporánea

Porque eso es lo que hace el poder instituido: convence al individuo de que, porque va a morir, debe aceptar las otras muertes que el poder asocia a la mortalidad física, y que no son, ni mucho menos, tan imponderables como ésa: la muerte del amor, del conocimiento, de la infancia y la adolescencia, de los sueños, de la sed, del deseo... Resultado: el hombre, a la hora de morir, ya no tiene sino esa vida física que entregar, porque desde mucho antes ha ido muriendo en partes, por zonas, por fragmentos, por niveles, desde que en cada memento mori el poder lo ha acostumbrado a ir de renuncia en renuncia.

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Velar se debe la vida

El escritor y diplomático uruguayo Juan Zorrilla de San Martín (1855-1931) es ante todo recordado por el poema Tabaré (1888), una epopeya indígena americana. Uno de sus hijos, el escultor José Luis Zorrilla de San Martín, en 1921 dirigió la última transformación de la casa familiar en el barrio montevideano de Punta Carretas; en la parte superior de la chimenea del comedor labró el escudo de los Zorrilla de San Martín. En ese escudo figura el lema de esta familia: “Velar se debe la vida de tal suerte que viva quede en la muerte”.

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Más está en ti

En Opus nigrum (1968), Marguerite Yourcenar hace decir a un personaje: “las gentes de mi familia que duermen bajo esas losas llevan una divisa escrita en la almohada: ‘Más está en ti’”. Plus est en vous: es una paráfrasis explosiva de una divisa de san Agustín: Plus est en moi, que para el teólogo afirma a la vez la libertad del hombre y la presencia de Dios en él. El cambio de “en mí” por “en ti” es portentoso: es un abandono de la imagen de aquel que se contempla el ombligo y sueña con ser superior a los demás, por la de un yo que se vuelve espejo y da el salto a la otredad. Sólo si hay más en ti, soy. El más está en ti y soy yo y es el mundo.

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Juventud

Los verdaderos jóvenes, de cualquier edad, se distinguen en una sola cosa: tienen un gran futuro por detrás. Porque hacerse viejo no es tener cada vez menos tiempo, sino un pasado cada vez mayor que decantar (en el sentido alquímico) en un presente mayor sin ataduras.

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[Leer Fragmentario (X).]



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