sábado, 18 de junio de 2016

Galería



DGD: Redes 31 (clonografía), 2008

 
[Fragmento de novela en proceso.]

Si me asomo a los encuentros queda como una pintura misteriosamente ignorada en la galería, con una firma ilegible, mínima, socarrona, que de nada vale descifrar bajo cualquier sistema. Hay un légamo que no perdona, una criptografía fuera de tono.
            La suma de lo hablado no es sino otra cifra para sumar, ecuación sin ecuanimidad, factor sin factoría, humo sensitivo, tristeza de peces en el acuario.
            Nos miramos, sí, pero la pecera se interpone. Nos hablamos, sí, pero el agua conduce a su modo a los sonidos.
            Busquémosle la firma, sin remedio. Somos los colores en la paleta y vamos pintando poco a poco. No elegimos pinceles ni texturas. De un momento a otro llega el último trazo y de nada sirve querer que todavía. El artista impone la firma y a otra cosa. No fuimos el pintor, no somos la pintura: el dibujo está terminado y ya demanda vida propia.
            Sin nosotros no habría sucedido, pero ni el color tenemos claro, ni la mano que combinó y matizó, ni la tela que recibió la obra.
            Se terminó, ya estuvo, a otro caballete. La pintura se va a la galería a ser misteriosamente ignorada, con una firma ilegible, mínima, socarrona.


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