lunes, 5 de septiembre de 2016

La luz sonora (7)



DGD: Redes 100 (clonografía), 2009


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El escritor mexicano Enrique Serna examina otros matices de ese gesto que se hereda sin saber lo que dice: “El roce de mejillas que se conoce como beso de tía, practicado especialmente por las mujeres, pero también por los hombres en sus discreteos con el sexo opuesto, es la manera más popular y más amable de fingir cariño en el trato social. Ni el beso húmedo ni el apretón de manos podrían cumplir esa delicada tarea de relaciones públicas. Uno es demasiado cálido, el otro demasiado frío. Fue preciso inventar un saludo intermedio que pareciera emotivo sin comprometer al simulador de afecto. El beso de tía satisface nuestra necesidad de tratar a los demás con una mezcla de simpatía y desconfianza. No es propiamente un beso: es la figuración del beso acompañada por un chasquido labial. Damos el beso al aire, pero lo sonorizamos con un ridículo efecto de audio, como queriendo engañar a un imaginario inspector de gesticulaciones que probablemente se llame Judas”.
          La retórica del poder está impresa en su totalidad en cada uno de esos mínimos gestos sociales que implican una amplísima carga de sobreentendidos. Notable inversión: el gesto abierto de las sabinas se transforma en el gesto fingido del hombre moderno, duramente educado por las convenciones y en desacuerdo consigo mismo. “A los 18 años”, continúa Serna, “engañados por los besos de tía, creemos que la gente juega con las cartas abiertas y espera de nosotros una espontaneidad insumisa. Es la edad en que uno cuenta confidencias a desconocidos y declara su amor o su odio sin medias tintas. Lleva mucho tiempo aprender a impostar la sinceridad, a sonreír cuando se tienen ganas de morder, a establecer con los demás una relación semejante a la del actor con su público.”
          Los nombres del poder culminan en el silencio, que equivale a la irrealidad del actor frente a su público (el fingimiento, el disimulo, la mentira funcional, la representación). Los gestos “dicen”, pero no saben lo que dicen: así se transmite el discurso del poder, que no tiene nombre.

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Referencia
Enrique Serna: “Besos de tía”, en Sábado, n. 753, México, marzo 7 de 1992.

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