domingo, 5 de marzo de 2017

Magritte: El imperio de las luces (VII)



La gran marea.


En La gran marea, el día es una representación de la noche y la noche una enmarcación para el día. Entre las nubes, los cascabeles casi invisibles cumplen el mismo papel que las piedras nocturnas que parecen imantadas por el cuadro dentro del cuadro. (Piedras-pájaro, como sugieren las dos que se han posado en la parte superior del marco.)
            En un óleo temprano, La casa que arde (1925), podría acaso rastrearse la primera intuición de El imperio de las luces.

Nocturno (La casa que arde), 1925.

Como en La gran marea, la contraposición se da entre una pintura y la realidad que la rodea. La casa arde a mitad de la noche más cerrada, lo que ofrece un dramático contraste con la potencia lumínica del fuego. Pero bien podría entenderse esta metáfora como el día-incendio que brota en la tiniebla. Un pájaro, del mismo color que la cortina, une a los universos: parece haber encontrado este umbral para huir de la noche a un día que la contiene. O bien, el día (la luz) como un incendio a mitad de la noche cósmica.
            Otro óleo de la primera etapa de Magritte presenta asimismo antecedentes: en Los músculos del cielo, el día y la noche podrían estarse desgarrando uno a otro en un irresoluble juego de superposiciones.

Los músculos del cielo, 1927.

En el mural El dominio encantado (Casino Knokke, 1953), además de incluir los elementos esenciales de El imperio de las luces, en otro segmento Magritte dibuja un paisaje diurno a la orilla del mar. Una enorme puerta colocada ante el cielo se abre: el cielo que se ve a través de este umbral es el mismo (véase la concordancia en la línea del horizonte), pero pertenece a la noche. La puerta (cuyo gradual cambio de color sugiere que brota de la arena y se “azulea” con el cielo) cuestiona no sólo las escalas sino las convenciones de realidad (podría tratarse de un muro decorado con nubes). Del mismo modo lo hace el candelero con la vela, cuya llama, o bien coincide con la luna creciente debido al punto de vista, o bien es la luna creciente.

El dominio encantado, Casino Knokke-Le-Zoute, 1953. Abajo: detalle.



El día es una puerta que puede abrirse, un umbral al que atraviesa el horizonte, un tótem lunar cuya luz se expresa como un artista y crea el día.



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