domingo, 16 de junio de 2024

Borges y la poesía (2)

 

DGD: Postales, 2024.

 

r e t r a t o s   (e n)   (c o n)   p o s t a l e s

Borges y la poesía (2)

 

 

[Entrevistado a finales de los años setenta, Borges recuerda la figura del poeta Evaristo Carriego (1883-1912): “Yo, personalmente, tengo una deuda con Carriego: él fue quien me reveló la poesía cuando yo aún era muy chico. Una noche en mi casa, Carriego recitó, de pie, de una manera aparatosa, un largo poema. No entendí nada, pero me fue revelada la poesía, porque comprendí que las palabras no eran solamente un medio de comunicación, sino que encerraban una especie de magia” (Roberto Alifano: Conversaciones con Borges, 1984). El poema era “El misionero”, de Almafuerte, y sus 158 estrofas fueron resonantes en voz de Carriego, por ejemplo: “¡Virtud de la tristeza, que percibe / con profética luz, remotas huellas, / como se ven más claras las estrellas / desde la sombra fija de un aljibe!”. Y sin duda esta otra: “La azucena, la nieve y el armiño / pierden su nitidez al microscopio: / El afán del análisis es propio / del imbécil, del pórfido y del niño”. Aun si el Borges niño no podía entender, había en ese largo poema otra forma de alcanzar a las palabras: “¡Y sepa que cualquier razonamiento / consigue la verdad y tanto brilla, / como la luz fugaz de una cerilla / sobre la luz astral del firmamento!”. Y justamente porque no le era dado un acercamiento adulto a los significados, debió haber escuchado para siempre estrofas como estas: “Hay un fin, hay un plan, hay un camino, / hay un punto de cita, hay un miraje, / hay un afán de búfalo salvaje... / ¡El afán migratorio del Destino!”, o “Todo es contradictorio, todo vago, / todo se ve al través de una penumbra; / La misma antorcha que en la noche alumbra, / sirve para el incendio y el estrago”. De aquel recuerdo Borges destaca la mayor enseñanza: “El poema depende no sólo del sentido abstracto de las palabras, sino, también, de su connotación mágica, para decirlo de otra manera”. La magia es, desde luego, decir de otra manera, y el acento cae sobre otra: la medida de esa otredad es la medida de su connotación. || Las fuentes de esta nueva reunión de comentarios borgesianos se mencionan al final. (DGD)]

 

 

Quizá la voz, la entonación personal, sea lo más perdurable de un escritor, no su doctrina o sus imágenes. Quizá cada poeta sea su voz. La tumultuosa melodía de Shakespeare es, ahora, Shakespeare. La resplandeciente aridez de Kant (la definición es de Mauthner) es, ahora, Kant. La poesía, en el principio, fue el Verbo; sólo después fue escrita. La palabra estilo, cuyo sentido original es punzón, puede muy bien ser un error. [1]

 

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La poesía no es menos misteriosa que la música. Quizá lo es más, ya que cada palabra tiene su música y, asimismo, las delicadas y preciosas connotaciones con que el tiempo fue enriqueciéndola. [2]

 

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Reconozco haber pertenecido a algunos grupos y corrientes literarias de los cuales renegué oportunamente. Al fin y al cabo, y por encima de toda antojadiza clasificación, la poesía es una sola, y una sola la Literatura... [3]

 

 

Housman ha escrito que la poesía es algo que sentimos físicamente, con la carne y la sangre; debo a Almafuerte mi primera experiencia de esa curiosa fiebre mágica. [4]

 

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[Macedonio Fernández] Opinaba que la poesía está en los caracteres, en las ideas o en una justificación estética del universo; yo, al cabo de los años, sospecho que está esencialmente en la entonación, en cierta respiración de la frase. [5]

 

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Todo poema que no sea un mero mecanismo verbal supera lo que se propuso el poeta; la antigua invocación a la Musa no era una fórmula retórica. De ahí lo vano de la poesía comprometida, que niega esa divina y honda raíz y presupone que un poema depende de la voluntad del poeta. [6]

 

 

La literatura inglesa y los sueños guardan una antigua amistad; Beda el Venerable refiere que el primer poeta de Inglaterra cuyo nombre alcanzamos, Caedmon, compuso su primer poema en un sueño; un triple sueño de palabras, de arquitectura y de música, dictó a Coleridge el admirable fragmento de Kubla Khan; Stevenson declara que soñó la transformación de Jekyll en Hyde y la escena central de Olalla. En los ejemplos que he citado el sueño es inventor de poesía; son innumerables los casos del sueño como tema y entre los más ilustres están los libros que nos ha dejado Lewis Carroll. [7]

 

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[L]a poesía es, cada vez, una experiencia nueva. Cada vez que leo un poema, la experiencia sucede. Y eso es la poesía. [8]

 

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[L]a poesía es dada al poeta. El escritor vive, la tarea de ser poeta no se cumple en determinado horario. Quien es poeta lo es siempre, y se ve asaltado por la poesía continuamente. Yo no creo que un poeta pueda sentarse deliberadamente y escribir. Si lo hiciera, nada que valga la pena puede resultar de eso. Yo hago lo posible por resistir esa tentación. ¡En ocasiones me pregunto cómo he llegado a escribir varios poemarios! Sin embargo, yo dejo que los poemas insistan, y a veces son tan obstinados y tenaces que consiguen abrirse camino conmigo. [9]

 

 

Según Wordsworth, la poesía no surge en el momento en que se vive una pasión, sino cuando el poeta lo revive y es a un tiempo actor y espectador. “La poesía procede de la pasión recordada en la tranquilidad.” [10]

 

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Emerson dijo que el lenguaje es poesía fósil; para comprender su dictamen, bástenos recordar que todas las palabras abstractas son, de hecho, metáforas, incluso la palabra metáfora, que en griego es traslación. [11]

 

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[A] la idea de que la poesía es una creación de la mente [...] se opone toda la tradición anterior, donde la poesía era una operación del espíritu. [12]

 

 

Un joven escritor debería empezar, desde luego, imitando a los escritores que le gusten. De modo que el escritor se convierte en sí mismo perdiéndose a sí mismo —esa extraña forma de doble vida, de vivir en la realidad tanto como se pueda y al mismo tiempo de vivir en esa otra realidad, aquella que uno tiene que crear, la realidad de sus sueños. [9]

 

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[L]os griegos hablan de generaciones que cantan, Mallarmé habla de un objeto, de una cosa entre las cosas, un libro. Pero la idea es la misma, la idea de que nosotros estamos hechos para el arte, estamos hechos para la memoria, estamos hechos para la poesía o posiblemente estamos hechos para el olvido. Pero algo queda y ese algo es la historia o la poesía, que no son esencialmente distintas. [13]

 

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El fin de la poesía no es el asombro. El fin del poeta es expresar lo que muchos hombres habrán pensado pero nadie ha expresado de un modo tan cabal. El poeta no es la voz de las opiniones —que cambian y además son superficiales— sino la voz de algo más hondo. [14]

 


 

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Fuentes: [1] Prólogo a El candelabro de los siete brazos de Rafael Cansinos-Asséns (El círculo secreto, Emecé, Buenos Aires, 2003). ● [2] Prólogo a Alemania. Cuento de invierno de Heinrich Heine (El círculo secreto, op. cit.). ● [3] En Colecticia borgesiana, Del Castillo Editores, Buenos Aires, 1985 (El círculo secreto, op. cit.). ● [4] Prólogo a Prosa y poesía de Almafuerte, Eudeba, Buenos Aires, 1962. (Prólogos con un prólogo de prólogos, Torres Agüero Editor, Buenos Aires, 1975.) ● [5] Prólogo a Macedonio Fernández, Ediciones Culturales Argentinas, Buenos Aires, 1961. (Prólogos con un prólogo de prólogos, op. cit.) ● [6] Prólogo a Martín Fierro, Santiago Rueda Editor, Buenos Aires, 1968. (Prólogos con un prólogo de prólogos, op. cit.) ● [7] Prólogo a Lewis Carroll: Obras, tomo II, Corregidor, Buenos Aires, 1973. (Prólogos con un prólogo de prólogos, op. cit.) ● [8] Arte poética (This Craft of Verse, Harvard University Press, Cambridge, 2000), Crítica, Barcelona, 2001; trad.: Justo Navarro. ● [9] El aprendizaje del escritor (Borges on Writing, Ecco/WW Norton, 1972, 1994), Sudamericana, Buenos Aires, 2014; trad.: Julián Ezquerra. ● [10] Introducción a la literatura inglesa, Columba, Buenos Aires, 1965. ● [11] Atlas (1984), Edhasa, Barcelona, 1986. ● [12] “El cuento policial”, en Borges oral, Emecé/Editorial de Belgrano, Buenos Aires, 1979. ● [13] “La Divina Comedia”, en Siete noches, Fondo de Cultura Económica, México, 1980. ● [14] Antonio Carrizo: Borges el memorioso, Fondo de Cultura Económica, México, 1982.

 

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