DGD: Postales, 2023-2024. |
r e t r a t o s (e n) (c o n) p o s t a l e s
Reunión (12). La luna, 8
[La entrañable poeta Dolores Castro (1923-2022) formula una de sus preguntas colosales: ¿qué más ha de saber la Luna que su danza (girar y girar) y su rotación que es música, como bien sabían aquellos poetas pitagóricos que hablaron de la música de las esferas (mousikê: lenguaje de las Musas)? Es la musica mundana de Boecio, que se integra con la musica humana (la armonía interior que une cuerpo y alma) y la musica in instrumentis (la interpretación, sea por medio del instrumento musical, sea a través del verso o del giro dancístico). Es asimismo el magno Coro de Kepler (Harmonices mundi, 1619), en el que Júpiter y Saturno son los bajos, Marte el tenor, la Tierra y Venus el contralto y Mercurio el soprano.
José Manuel Briceño Guerrero (1929-2014) expone la praxis, y lo hace de un modo que es característico de los visionarios, lo entrañable: “Oyendo música se puede llegar a un dominio completo de la astronomía, de las matemáticas, de la cibernética, de la analítica, de la biología, de la mineralogía, de la historia, de la psicología, de la sociología, de la química, la oceanografía y la lingüística. No hay rama del saber posible que no esté comprendida en el repertorio musical ya existente” (Dóulos Oukóon, 1965).
Briceño une los dos centros: “Un aspecto visible de la música es la danza. Toda danza es una técnica inductora del éxtasis. Los que bailan se identifican con el planteamiento, desarrollo y solución de los más complicados problemas matemáticos inherentes al carácter numérico del universo, o con la esencia gobernante de cualquier campo óntico restringido, o se trasladan a planetas remotos y exploran minuciosamente sus pormenores, o practican los métodos y procedimientos de la astronáutica intergaláctica”.
Es de esta manera que en el poema de Dolores Castro se unen música, danza y sabiduría. Quien danza o escucha música o lee poesía con la suficiente atención —dice Briceño— “compone con su vida armoniosa música, la partitura de sus pasos se acuerda con la canción arcaica del siempre joven logos, ya sea que invente sonatas, minuetos, pasacaglias, tocatas, sarabandas para los días morados de la piel o sinfonías para los huesos largos, ya sea que rija desde el esternón las marchas marciales de las costillas o la técnica dodecafónica del dorso, ya sea que teja el laberíntico contrapunto de sus vísceras o penetre y estructure, con método serial, doscientos cincuenta kilómetros a la redonda en torno suyo el cuerpo etéreo de la tierra”.
Todas estas intuiciones confluyen en el mito de la Luna. La Luna, que escucha y calla. Desde la lucidez extrema, José Lezama Lima (1910-1976) sabe que un mito es una imagen participada. || En esta reunión se aúnan las voces de Gabriel Celaya, José Joaquín Blanco, Pedro Garfias y Rüdolf Erich Raspe, este último desde la reescritura que emprendió en 1785 (como un Pierre Menard avant la lettre) del Viaje a la Luna del poeta siempre presente en todos los poetas, Luciano de Samosata. (DGD)]
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[Leer Reunión (13). El escenario]
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P O S T A L E S / D G D / E N L A C E S
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