sábado, 15 de agosto de 2020

El misterio de los cien monos (L)

DGD: Morfograma 101, 2020.
 

 

 

Mentiones, psicones y psitrones

 

Lo que la física experimental busca, a fin de cuentas, es un “eslabón perdido” entre la mente y la materia, con el oculto propósito de materializar la mente y racionalizar el misterio. La ratio occidental (que no por casualidad es el soporte esencial del poder instituido) no se dejará vencer fácilmente. Esto se muestra muy bien en un párrafo del astrónomo iconoclasta Valdemar Axel Firsoff: “La mente es una entidad o interacción universal, del mismo orden que la electricidad o la gravitación, y debe existir un módulo de transformación análogo a la famosa ecuación de Einstein: E = mc2, por el cual la ‘sustancia mental’ podría igualarse o equivalerse con otras entidades del mundo físico” (Mind, Life, and Galaxies, 1967). Firsoff incluso imaginó la existencia de “partículas elementales de la sustancia mental”, a las que propuso llamar “mentiones” (mindoms), con propiedades similares a las del misterioso neutrino. En la misma línea, Whately Carington (Matter, Mind, and Meaning, 1949) y Cyril Burt (Extrasensory Perception and Psychology, 1975) proponen la existencia de “psicones” (psychons), que serían menos partículas que configuraciones, es decir, posibilidades.

          Por otra parte, la noción de “psitrones” (psytrons) centra el complejo modelo de universo pentadimensional de Adrian Dobbs (modelo que sutiliza y hace aún más intrincado al de Eddington y otros), según el cual existen cinco dimensiones: tres espaciales y dos temporales. En una de esas dimensiones del tiempo se hallan, en total simultaneidad, todos los factores de probabilidad de cualquier suceso; la percepción humana sobre esos factores (a la que Dobbs llama pre-visión, para desentenderse del concepto de “precognición”, intelectualmente incómodo) predispone a algunos de estos factores hacia un determinado estadio futuro, que se cumple en la otra dimensión temporal. Puesto que los “factores tendenciales” del sistema no pueden ser observados ni deducidos, el hombre recibiría información acerca de tales factores a través de hipotéticos mensajeros que son precisamente los “psitrones”.

          Pese a la enorme y brillante abstracción que implica esta hipótesis de Dobbs, no hay en ella demasiada diferencia respecto a los demás intentos de la ciencia por “encontrar una base científica” en la telepatía o la percepción extrasensorial durante los siglos anteriores al XXI. El eufemismo “base científica” encierra una clave que recorre idéntica todas las eras, independientemente del particular “nivel de desarrollo”: para el paradigma científico occidental, el misterio es sólo “carencia de descubrimiento de una ley”. Numerosos científicos podrán clamar que la ciencia no está ocultando nada y que en realidad no puede hacer otra cosa que ser fiel a su propia esencia (algunos dirán, curiosamente, “su naturaleza”). Sin embargo, es esa esencia la que está férreamente determinada, manipulada y controlada por un paradigma, y no a la inversa. Si la ciencia mayoritaria acepta la dualidad mente/materia, no es para despojar a esta última de su reino. Todo lo contrario: se le ha encontrado un nuevo súbdito, la mente, que puede ser reducida a la “única realidad”: lo material. No exagera Dean Radin cuando afirma que “cuando la ciencia moderna comenzó hace alrededor de trescientos años, una de las consecuencias de separar la mente de la materia fue que la ciencia poco a poco perdió la mente” (The Conscious Universe, 1997). Radin hace un juego de palabras: su frase lost its mind puede leerse también como “se volvió loca”.

          El propio territorio científico-académico actúa con base en una tasa de realidad: las ciencias poseedoras de una estructura “sólida” que explica su funcionamiento (física, química, biología) son llamadas “mayores” e incluso “duras”, es decir, objetivas (tan duras como un objeto: una silla o una montaña), es decir, reales, mientras que aquellas que carecen de idéntica solidez en su estructura (psicología, sociología, astronomía) reciben ante todo dos eufemismos: “menores” o “suaves”, es decir, más subjetivas y menos reales. En esa línea, los ámbitos eufemísticamente llamados “alternativos” (ya sea en la medicina o la arqueología, o bien las áreas de estudio de lo insólito, como la parapsicología) quedan en la parte más baja de esa escala: lo irreal.

 

*

 

Libros citados

Burt, Cyril: Extrasensory Perception and Psychology, Weidenfeld & Nicolsons, Londres, 1975.

Carington, Whately: Matter, Mind, and Meaning, Methuen, Londres, 1949.

Dobbs, H.A.C.: “The feasibility of a physical theory of ESP”, en Smythies, J. (ed.): Science and ESP, Humanitarian Press, Nueva York, 1967.

Firsoff, Valdemar Axel: Mind, Life, and Galaxies, Oliver & Boyd (Contemporary Science Paperbacks 2), Londres/Edimburgo, 1967.

Radin, Dean: The Conscious Universe: The Scientific Truth of Psychic Phenomena, Harper, San Francisco, 1997.

 

 

[Leer El misterio de los cien monos (LI).]

 

 

 

No hay comentarios: